Cambios positivos y otros negativos en Tafí del Valle

Cambios positivos y otros negativos en Tafí del Valle

10 Febrero 2019

En tiempos de mucho ruido, gentío y multiplicidad de actividades, los viejos veraneantes de Tafí del Valle suelen añorar los días de vida tranquila y sencilla. Aquellos períodos de descanso que transcurrían entre largas jornadas al aire libre, reuniones sociales en casas de amigos y familiares, y encuentros en espacios de esencia criolla en los que se conversaba y se confraternizaba, como la galería de don “Goyo” González, por ejemplo.

Basta una conversación con algún memorioso para imaginar una vida muy diferente a la actual: las vacaciones debían ser muy bien planificadas, ya que era preciso subir prácticamente con todo lo necesario para transcurrir largos períodos lejos de la ciudad (inclusive las gallinas que ponían huevos frescos para la cocina); por la noche, los caballos solían quedar sueltos en la inmensidad del valle (sólo se dejaba uno atado en la casa para salir a buscar el resto al día siguiente); durante las siestas, los adultos se encerraban a descansar bajo llave y los chicos quedaban afuera en total libertad, ya que prácticamente no existían riesgos; grandes y niños se entretenían en largas cabalgatas, en muchos casos, por sitios que hoy están completamente urbanizados. De la mano del desarrollo urbano, comercial y turístico, el paisaje y la vida en este paraje tucumano se fue transformando. En muchos casos para bien, pero en otros, para mal.

Inversiones turísticas, comerciales y gastronómicas, entre otras, han traído beneficios. En primer lugar, constituyen fuentes de trabajo para las familias tafinistas. Y esa es una ventaja indiscutible que debe ser fomentada por el Estado: todo aquello que permita generar trabajo genuino y mejorar las condiciones de vida de la población debe ser una prioridad. Si se lo hace de una manera planificada y ordenada, sin duda, estas bondades se multiplicarán.

El problema es que da la impresión de que en Tafí del Valle y en El Mollar a veces la planificación a largo plazo en las actividades turísticas parece estar ausente. Enero y febrero suelen ser los meses que concentran la mayor cantidad de propuestas para atraer visitantes, lo cual es lógico. Pero hay momentos en los que esta situación parece generar un colapso.

La concentración excesiva de diferentes actividades ha dado lugar a atascamientos de tránsito, ruidos y desorden.

Como ejemplo puede servir el fin de semana del 26 y del 27 de enero, cuando se disputó el tradicional Seven de Rugby. Esa actividad que atrae a miles de personas no fue la única masiva que se programó para esas fechas. Hubo una carrera de mountain bike y una competencia con autos de rally, entre otras propuestas menores. Quien haya pasado ese fin de semana en la principal villa veraniega tucumana es posible que haya advertido las siguientes situaciones: largas colas en la ruta 307 que hicieron muy pesadas las subidas y las bajadas, problemas para estacionar en la villa, dificultades para conseguir una mesa libre en algún bar o restaurante, desorden, suciedad y ruidos molestos, por sólo nombrar algunos problemas. Este panorama no fue exclusivo de aquel fin de semana, sino que se repitió en mayor o menor medida durante todos los de enero.

No hay que olvidar que los vecinos de diferentes zonas (Los Castaños y las cercanías del Club Tafí del Valle, entre otras) se quejaron por el descontrol que reinó en esos sectores durante las noches de enero. Según dijeron a este diario, las calles se llenaron de autos con música a todo volumen, personas consumiendo bebidas alcohólicas y peleas.

No cabe dudas de que no hay mayor beneficio para la comunidad que la generación de fuentes de trabajo genuinas. Y las actividades deportivas, sociales y artísticas que se organicen seguramente colaborarán con esto. Pero surgen algunas dudas: ¿una catarata de propuestas concentradas en un período corto de tiempo hace más atractivo un punto turístico? ¿La afluencia masiva de visitantes en unos pocos fines de semana al año convierten en sustentable un destino o lo degrada? ¿Superponer eventos multitudinarios en unos pocos días no favorece, por el contrario, la generación de fuentes de trabajo informales y efímeras? Creemos que respuestas serias a estas y otras preguntas deberían marcar el rumbo para lograr un desarrollo sustentable que no afecte el medio ambiente ni la calidad de vida de lugareños y veraneantes.

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