Distintas formas de una reforma

Distintas formas de una reforma

Al finalizar los comicios, la política empieza a mirar hacia 2019. En ese camino hay una reforma política en proyecto. Sin embargo, las mezquindades tienden a reducirla a simples cambios electorales y no a una transformación.

Distintas formas de una reforma

Hay coincidencia. Juan Manzur reconoce que hay que trabajar sobre la reforma política. El flamante presidente de la Corte, Daniel Posse, no descarta esa instancia. El vicegobernador y diputado nacional electo, Osvaldo Jaldo, puso en marcha el proceso de transformación.

Coinciden. Los tres poderes están de acuerdo en que hay que hacer algo con la reforma política. Salvo el nuevo titular de la Justicia tucumana, quien mantiene su expectativa de que en una hipotética reforma constitucional se le dé autonomía plena al ministerio público, hacen un reduccionismo de esta reforma política.

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Hablan de una transformación de la cuestión electoral. Por eso ponen en carpeta un temario que habla de la necesidad de poner en práctica el voto electrónico o de reducir la cantidad de acoples. Hay quienes incluso, desde la oposición, sugieren poner coto a las mañas electorales tales como el acarreo o la presión o las dádivas para que el elector se sienta menos libre a la hora de sufragar.

En Tucumán, este 22 de octubre aparecieron otras mañas como fue la entrega de tickets o vales para comprar mercadería a cambio de emitir un sufragio favorable a quien les entregaba esos papeles. Cuando apenas han pasado 15 días de los comicios no se hicieron evaluaciones profundas, pero paulatinamente, los dirigentes van aprendiendo que las dádivas, antes que nada, desnudan la incapacidad y la mediocridad que ellos tienen para hacer política. Tanto es así que hace poco menos de un año, los dirigentes oficialistas comprobaron que en 2015 un auto les redituaba un voto y medio. Un auténtico fracaso cuando acarrear tiene un altísimo costo y por vehículo suben al menos tres o cuatro personas en cada viaje. Sin embargo, cuando hablan de reforma política no sólo la reducen a lo electoral sino también minimizan la financiación de la política.

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Está probado que los políticos tucumanos –y los nacionales- son incapaces de hacer y de afrontar campañas electorales sin dinero. Claramente, ya no hay dirigentes políticos. Lo que hay son punteros –de diferentes categorías- que tratan de gestionar fondos y de administrarlos. Los dirigentes tienen iniciativas, trabajan ideas, proyectan trabajos, pero lamentablemente, los punteros-concejales; los punteros-legisladores; los punteros-funcionarios dependen de las cajas que administran los neo líderes políticos.

La reforma política, por lo tanto, pierde sentido si queda reducida sólo a la reforma electoral. Es cierto que el peronismo jaldista (nunca separado del manzurista) viene trabajando en voz baja para que una ley en algún momento reduzca la cantidad de acoples que se pueden presentar. Para ello ha fructificado la idea de eliminar a los partidos municipales y comunales; sólo quedarían en pie los provinciales. La especulación es que quede una treintena aproximadamente de partidos. Los estrategas peronistas le siguen buscando la vuelta para que no sean más de ocho por sección, sin embargo aún no le han encontrado la punta al ovillo.

Pero -vale la pena insistir- una reforma política lleva implícito atacar en tres frentes al mismo tiempo: el electoral, el partidario y el de gobierno. Sólo así tendría sentido la reestructuración de la vida política tucumana.

En Tribunales

Esta semana, en el Palacio de Tribunales, los vocales dieron un paso trascendental en medio de las desagradables noticias que suelen pasear por los pasillos de la Justicia. Es en ese mundo donde una vez que ocurren los hechos, muchos fijan su posición (en función de los protagonistas) y luego van a las bibliotecas del derecho a encontrar justificativos a sus posiciones para dictar sentencia. ¿No debería ser al revés? En ese maremágnum la Corte ha podido dar un ejemplo. Ha elegido sus autoridades sin buscar el recurso de votarse por sí mismos. Hacía una década que la cúpula del Poder Judicial no se organizaba sin recurrir a esas argucias.

Posse salió electo y lo primero que hizo fue sacudirse el alperovichismo que tiene impregnado en su trayectoria. El flamante titular de la Corte ha mantenido siempre diálogos y cercanía con quien fuera su jefe cuando cumplió roles en la política. En su primer reportaje ha dejado abierta la necesidad de cambios para recuperar el avejentado y ajetreado rostro de la “señora de ojos vendados”.

En la Legislatura

Jaldo intenta hacer buena letra. Aventa la idea de cambiar la política, pero, hasta ahora es simplemente un intento de oxigenarse. Tiene que decidir si asumirá como diputado nacional o seguirá en el rol de vicegobernador. Jaldo tiene el récord de hacer campañas testimoniales. A él no le molesta decirle una cosa a su electorado y después hacer otra. Pareciera que la mentira o el engaño no hace mella en la política de hoy; los votos que viene obteniendo lo confirman. Hacer trampas en política es sinónimo de argucia o de picardía. Sólo han mermado sus votos en los últimos comicios y los antialperovichistas le echan la culpa al senador. Argumentan que el ex gobernador mandó a votar por Ricardo Bussi, sin embargo más allá de que se pueda constatar cierta desidia de algunos alperovichistas, no pueden soslayar que el de Fuerza Republicana acertó estratégicamente al poner todo su foco en la inseguridad, algo que reconoce el mismísimo gobernador de la provincia y que afecta centralmente a la periferia.

En la Casa de Gobierno

Manzur, ante las cámaras, mostró su cintura para responder cualquier pregunta sin quedar mal parado. En ese difícil ejercicio dejó entrever que se vienen cambios en su gabinete y que desearía que Jaldo no saque pasajes para el Congreso. También aceptó que el Instituto de la Vivienda está cargado de irregularidades aunque se mostró solidario con el interventor Gustavo Durán. En esa área se habla mucho de cambios de personas pero no de sistemas para que de una vez por todas se dejen de hacer atrocidades de las que son cómplices empresarios y políticos. Hay quienes sostienen que Alperovich sugirió que Gustavo Usandivaras podría hacerse cargo del IPV y otros dicen que al flamante presidente subrogante de la Legislatura, Fernando Juri, le agradaría que Alfredo Quinteros se siente en el sillón principal. Hasta ahora Durán viene siendo el número uno por orden de Alperovich y la subinterventora Noemí Ferrioli es pariente de Juri. La historia volvería a repetirse. Coincidencias.

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