Alarmante informe sobre los adolescentes argentinos

Alarmante informe sobre los adolescentes argentinos

Se las acusa a menudo de frías, de insensibles, sin embargo, sirven para mostrar la realidad o una parte de ella. Las cifras reunidas en el informe “Para cada adolescente una oportunidad”, presentado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) el lunes en nuestro país, ponen en evidencia un preocupante panorama en materia social, educativa y de salud. El organismo internacional señala que medio millón de adolescentes permanecen al margen de la escuela y sólo la mitad de los ingresantes concluyen el secundario. Entre las causas, sobresalen el embarazo adolescente, el suicidio, el consumo de alcohol y de otras sustancias psicoactivas, así como la inserción temprana en el mercado del trabajo.

En muchos aspectos, estos porcentajes son aún más alarmantes en Tucumán, donde fallece un adolescente de entre 10 y 19 años cada dos días y medio, y en el 60% de los casos, se hace visible la violencia.

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Según datos del Programa Provincial de Salud Integral del Adolescente, la mayor cantidad de muertes sucede entre los 15 y los 19 años; siete de cada 10 víctimas son varones. La tasa de mortalidad juvenil crece cada vez más; aumentó un 20% desde 2010.

También les aflige a las autoridades que los jóvenes son los que menos piden ayuda al sistema de salud, sólo llegan si están enfermos. De acuerdo con la Unicef, mientras en el país el 15% de los bebés tiene una mamá menor de 18 años, en Tucumán, esa cifra asciende al 18%.

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Tampoco son favorables los datos divulgados por la Unesco, los rankings de acoso escolar en los establecimientos educativos en la región, son liderados por la Argentina: cuatro de cada 10 estudiantes secundarios admite haber padecido acoso escolar, mientras que uno de cada cinco dice sufrir burlas de manera habitual. Por ser víctimas de abuso, violencia, abandono o trato negligente, 3.654 adolescentes de 13 a 17 años viven sin cuidados parentales en instituciones y familias alternativas. En nuestro país, uno de cada dos chicos de entre 13 y 17 años vive en situación de pobreza.

Estas cifras no hacen más que corroborar una realidad que desde hace tiempo se ha intentado ignorar, disimular o ver en toda su magnitud. Los pobres resultados educativos en los últimos lustros, el incremento del acoso escolar y del consumo de sustancias adictivas en los adolescentes, la violencia de estudiantes y padres ejercida contra los docentes, la obligación de hacer pasar de curso a los alumnos sin que estos no estén en condiciones, están desnudando una crisis profunda en el sistema, que debería generar un profundo debate en la comunidad educativa.

Lo social no es ajeno a esta realidad. La incomunicación en el hogar lleva a menudo a los jóvenes a sentirse solos, sin afecto, sin contención familiar y los más débiles encuentran refugio en las drogas o en la violencia. Una sociedad que alimenta a diario la tilinguería, la ostentación del dinero, en lo mediático, en la superficialidad, no es seguramente un estímulo saludable para los jóvenes. Sería positivo que este informe sirviera para abrirle los ojos a la clase dirigente, y a todos aquellos que ocupan un lugar de conducción.

Si continuamos tirando la tierra bajo la alfombra y diciendo que está todo bien o nos justificamos con que a otros les va peor, seguiremos boicoteando el presente y el futuro de nuestros chicos.

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