Analía creyó en el milagro y su hija le alegró la vida

Analía creyó en el milagro y su hija le alegró la vida

Muy pocas mujeres con patologías renales crónicas pueden convertise en madres. Este es el caso de Analía Décima, que hizo hasta lo imposible para tener a Alicia en sus brazos.

Jorge y Analía, juntos a su bebé. LA GACETA / FOTOS DE INÉS QUINTEROS ORIO. Jorge y Analía, juntos a su bebé. LA GACETA / FOTOS DE INÉS QUINTEROS ORIO.

Un brillo especial ilumina los ojos de Analía Susana Décima. La felicidad la desborda. Le brota por los poros. Hablar de su historia de vida, de su enfermedad, de lo que le costó tener la bebita que hoy mece en sus brazos, le corta la respiración. Fue una larga espera con final feliz, resume la mamá de Alicia, una pequeña seismesina de ojazos marrones. Algún día ella sabrá cómo su mamá decidió que nada sería impedimento para que ella naciera. Ni siquiera el hecho de tener que estar conectada a diario a una máquina de diálisis.

Analía, de 32 años, es parte de un bajísimo porcentaje de mujeres con insuficiencia renal crónica que logran ser madres. No obstante, en los últimos años están aumentando los casos de embarazadas en hemodiálisis.

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Cómo empezó todo

Tenía sólo 18 años cuando se quedó sin un rinón, recuerda Décima. Su infancia en San Ramón -un pueblo ubicado a 14 kilómetros de Burruyacu- estuvo marcada por la enfermedad renal, aunque ella no lo sabía.

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“De chica sufría muchos vómitos. Mi mamá me llevaba a veces al médico, pero nunca nadie me pidió una ecografía renal. Así pasaba mis días, muy mal. Incluso tuve que dejar la escuela en primer año de la secundaria porque faltaba mucho... Me descompensaba todos los días camino a clases”, relata Analía, con un dejo de resignación.

“A los 18 años, cuando caí internada me indicaron una ecografía. Ahí vieron que uno de los riñones ya estaba inservible. Era como una bolsita negra -grafica-. Decidieron sacármelo y me indicaron dieta estricta y agua para no entrar a diálisis. Yo hacía lo que podía”.

Así estuvo durante nueve años. Hasta que sobrevino el día más inesperado. Después de su estudio de rutina el médico le avisó que había llegado la hora: su vida empezaba a depender de la diálisis. Pasó a estar atada a una máquina tres veces a la semana.

“El golpe es duro. Lo más feo de la diálisis es el pinchazo para la canalización, pero te acostumbrás -sostiene-. Y lo peor termina siendo el no poder disponer libremente de tu tiempo. Todo empieza a depender de una máquina. Ya no es tan fácil tener un trabajo o viajar, por ejemplo”.

No todo es color de rosas. Pero tampoco hay que ver todo negro, dice Analía. Aprendió a enfrentar la adversidad, especialmente desde que se enamoró de Jorge Juárez (28), a quien conoció cuando fue a visitar a su hermana al pueblo salteño de Antillas. Fue hace 10 años. Y nunca más se separaron.

“Tiempo después de haber empezado diálisis le planteé al médico que junto a mi esposo teníamos muchas ganas de ser padres. Sabíamos que no iba a ser fácil, que muy pocas mujeres lo logran, pero al menos queríamos intentarlo”, detalla.

Y el primer intento no tuvo un final feliz. Analía perdió un embarazo. Vio cómo todas sus ilusiones se desplomaban. Las volvió a juntar, una a una. “No iba a rendirme tan fácil. ¡Eran tantos los deseos que tenía de ser mamá!”, exclama.

Decidió reitentarlo. Tuvo que hacerlo bajo cuidados extremos. Tomaba hormonas, hacía reposo absoluto. Sólo se levantaba unas horas, de lunes a viernes, para entregar su antebrazo a la sonda que lleva y trae su sangre hasta una máquina que la desintoxica, como lo haría un riñón.

Jorge tuvo que dejar de trabajar para atenderla en su casa, en el barrio Portal de El Chañar (ubicado al este de la capital, sobre la ruta 304). Las calles del vecindario fueron bautizadas con los nombres de los jugadores de la Selección argentina. Había que subsistir, así que él realizó un curso para arreglar celulares, y de eso viven.

Problemas

Un gran porcentaje de los embarazos de mujeres en hemodiálisis no llega a término. El caso de Analía no iba a ser la excepción. “A mitad del embarazo me internaron en terapia porque hice un pico de glucemia y sufrí una trombosis. Pasé un mes y medio internada. Todos los días me pinchaban porque tenía sangre en los pulmones. Así estuve un mes y medio, hasta el 22 de noviembre, cuando decidieron que era la hora de sacar a la bebé. No sabíamos qué iba a pasar con ella; llevaba sólo seis meses en el vientre. Y aquí está, nació con un kilo y medio, prematura. Estuvo dos meses en Neonatología hasta que le dieron el alta”, detalla mientras le da la teta en la cama grande. “Ella duerme en el medio de los dos, toma cuando quiere la leche y si pide brazos, no nos negamos”, confiesa la joven mamá, que ya está en lista de espera. En caso de recibir un trasplante de riñón su calidad de vida mejoraría mucho.

Analía mira a su bebé y llora. Aún le parece un sueño tenerla en brazos, cantarle canciones de cuna, estar pendiente de cada quejido. Ella sabe que su lucha no terminó, que debe seguir al pie de la letra conectada a la máquina de diálisis. Ahora hay una vida que depende de ella y no quiere que nada ni nadie le arranque esa felicidad.


> "Embarazo y diálisis no son incompatibles"

Las mujeres con enfermedad renal que están en diálisis suelen preguntarse cómo afectará esto a sus posibilidades de quedar embarazada y de tener un bebé sano. Los estudios demuestran que es bastante bajo el porcentaje de pacientes con enfermedad renal crónica que pueden ser madres. Sin embargo, hay médicos que alientan a no bajar los brazos. Es el caso del doctor Juan Carlos Cabrera.

“El embarazo para las pacientes de diálisis se considera de alto riesgo, pero no es incompatible”, aclara el jefe del servicio de Nefrología del Padilla. Según describió, con muchísimos cuidados la mamá puede llegar al final del embarazo. “No es lo más frecuente. Aparecen muchas complicaciones, que pueden ser aborto espontáneo, malformaciones, partos prematuros. No obstante, ya tuve muchas pacientes que tuvieron a sus bebés en buen estado”, expresó.

Señaló que sólo está contraindicado el embarazo cuando la paciente dializada sufre hipertesión arterial muy severa. “Hemos avanzado mucho en los últimos años. Antes era altísima la tasa de mortalidad de las embarazadas que recibían diálisis y hoy es muy baja esa tasa”, describió.

Lo que sí aclaró el médico es que muchas mujeres en edad fértil en diálisis no pueden quedar embarazada porque al tener la enfermedad renal se producen trastornos hormonales, lo cual genera que tengan períodos irregulares y pocos ciclos reproductivos probables.

Según informó Cabrera, los casos de enfermedades renales van en aumento en la población. De hecho, comentó que Tucumán tiene un porcentaje de incidencia de la patología que se ubica por encima de la media nacional. Sostiene que esto ocurre por dos motivos. Por un lado, las campañas de prevención permiten que se detecten más casos. Al mismo tiempo, por los malos estilos de vida hay más pacientes con diabetes, obesidad e hipertensión arterial, todos factores de riesgo que hacen a las personas más propensas a sufrir insuficiencia renal.

“El 75% de los pacientes con problemas renales son diabéticos o hipertensos”, precisó, y llamó a la población a hacerse un chequeo anual de orina, el cual permite detectar a tiempo la enfermedad renal, lo cual retardaría la entrada de un paciente a diálisis.

Hoy en día miles de personas se encuentran tratándose por insuficiencia renal. Tal es así, que el trasplante de riñón ocupa el puesto número uno en el ranking de los más frecuentes. En Tucumán, por ejemplo, hay casi 200 personas esperando un riñón.

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