El rostro de las contradicciones

En un par de minutos, Juan Manzur echó por tierra los avances que había logrado en su proceso de emancipación del alperovichismo. El gobernador había conseguido en las últimas semanas transmitir la sensación de que estaba decidido a convertirse en el líder del oficialismo. El viernes, sin embargo, recayó en sus históricas contradicciones discursivas y volvió a sembrar dudas entre la dirigencia, justo cuando más convicción le reclama su entorno.

Pocos son los funcionarios, legisladores y concejales que entienden por qué el mandatario se puso al hombro, de manera repentina, la defensa pública de la ex senadora Beatriz Rojkés. La presidenta del Partido Justicialista y su esposo, el ex gobernador José Alperovich, habían sido cuestionados por el intendente de la capital, Germán Alfaro. El referente de Cambiemos los había acusado de “ocupas” y de haber generado una fábrica de pobres durante los 12 años de gestión. El vendaval dialéctico ya había pasado sin rozarlo cuando Manzur, de la nada, optó por alzar la voz contra Alfaro. No sólo se entrometió en una pelea que no era suya, sino que además se contradijo en cuestión de horas: el miércoles y el jueves, el mandatario se había esforzado por insistir que ya no quería confrontaciones políticas. ¿Qué pasó para que cambiara de opinión? Hay oficialistas que relacionan su reacción con el juicio iniciado por la Intendencia contra la Sociedad Aguas del Tucumán. La empresa es administrada por un sobreviviente del alperovichismo que parece intocable: Alfredo Calvo. El ingeniero conduce esa firma desde su creación, en 2003, por decisión de Alperovich. Ni siquiera la conjunción de un espantoso servicio con un rechazo generalizado a su figura pudieron moverlo del cargo tras casi 14 años de gestión. Al parecer, Manzur optó por convertirse en vocero de su antecesor.

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En especial, la confusión surge porque, ese mismo viernes, el titular del Poder se presentaría horas más tarde como jefe político y líder de la campaña del oficialismo. Al mediodía, en el comedor de la Casa de Gobierno, Manzur reunió a legisladores y a funcionarios con incidencia territorial en la Capital. A su lado se sentaron el vicegobernador, Osvaldo Jaldo, y el secretario General de la Gobernación, Pablo Yedlin, el principal candidato a diputado. El gobernador les advirtió que Tucumán se ha convertido en un objetivo político del macrismo y que, para evitar el cumplimiento de esa meta, deberán ganar -y bien- los comicios legislativos nacionales de este año. Luego la charla viró hacia los reclamos de los parlamentarios, quejosos porque carecen de recursos para hacer política en los barrios. Ocurre que varios de los legisladores consideran que, este año, la pelea con Alfaro -cuya esposa, Beatriz Ávila, secundará a José Cano en la lista rival- será desigual. Hoy, es el municipio capitalino y no la Provincia quien recibe los “mimos” del Gobierno nacional. Lo llamativo de ese mitin es que, por primera vez en muchísimo tiempo, no fue convocado en el quincho de los Alperovich y, además, no hubo ningún miembro de esa familia entre los comensales. Vaya paradoja, una semana antes el senador había organizado una reunión “cerrada” con concejales y legisladores fieles y había despotricado contra algunos de los referentes capitalinos (en la lista aparecen Carolina Vargas Aignasse, Carlos Isa Assán, Ramón Cano y Armando Cortalezzi). Todos estuvieron en la reunión con Manzur.

Si Manzur pretende erigirse como jefe del oficialismo y conducir el proceso electoral contra el macrismo deberá dar muestras concretas en el corto plazo. Pero, a decir verdad, el gobernador no se ha caracterizado en este tiempo de gestión por la independencia de sus decisiones. A principios de mes, por caso, reculó con la designación del abogado Facundo Maggio, sobrino político del ministro fiscal Edmundo Jiménez -hombre del alperovichismo-, luego de un empujón personal de la líder de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto. Fue el miedo al bochorno nacional el que lo llevó a dar marcha atrás. Algo similar le ocurre con la indomable inseguridad. Manzur suele repetir que su idea es desdoblar el Ministerio de Gobierno, Seguridad y Justicia, pero no concreta ese paso. Hace casi un año, el 6 de junio, se anunció en esta columna el arribo del ex gendarme Claudio Maley al área de Seguridad. En aquel momento, el gobernador hablaba de un período de cinco o seis meses para que el novel funcionario se aclimatara y tomara las riendas del futuro Ministerio de Seguridad. Nada de eso ocurrió aún, pese al tiempo transcurrido, y a que el propio Manzur insiste semanalmente en que su objetivo es dar un golpe de timón en el sector más sensible del Gobierno. ¿Por qué, entonces, demora una decisión ya tomada? El secretario Paul Hofer desembarcó en el cargo en 2013 apadrinado por Jorge Gassenbauer, hombre de confianza de Alperovich. Desde entonces, y en especial con el cambio de gobierno, fue perdiendo apoyo. Hoy, Hofer afronta el rechazo de los legisladores oficialistas y la convivencia en el Ministerio que conduce Regino Amado ya es insostenible. La semana pasada, luego del asesinato de un adolescente en pleno centro y al mediodía, Hofer se cruzó feo con Maley en una reunión de gestión y terminó a los gritos. La discusión se había iniciado por diferencias acerca de las competencias del jefe de Policía, Dante Bustamente, casualmente otro de los sobrevivientes del alperovichismo. El comisario es el mismo que condujo la Policía durante la represión a ciudadanos en plaza Independencia, luego de los comicios de agosto de 2015.

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A poco más de dos meses de las PASO, en el oficialismo esperan señales claras de la dirección que va a tomar el Gobierno. Especialmente, porque Manzur está por llegar a la mitad de su mandato sin haber dado aún muestras contundentes de qué está dispuesto a conducir el posalperovichismo.

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