El homicidio de un estudiante en el microcentro

El homicidio de un estudiante en el microcentro

Se ha instalado hace ya tiempo en la sociedad. Se ha adueñado de la calle, pero también se ha posado en hogares, en el trabajo, en establecimientos educativos, con distintos ropajes y diferentes resultados de acuerdo con el grado de magnitud. “La violencia crea más problemas sociales que los que resuelve”, afirmaba el líder pacifista Martin Luther King. Esta se ha vuelto frecuente en el ámbito de los adolescentes, pero comenzó a ir más allá de meras provocaciones o manotazos entre grupos antagónicos, para desencadenar una tragedia, como la que ocurrió el viernes pasado, con la muerte de un joven de 17 años en pleno centro. Afortunadamente, la otra víctima se halla en recuperación.

De acuerdo con la investigación, los dos estudiantes del Gymnasium Universitario intervinieron para separar a los protagonistas de una gresca entre alumnos de su colegio, del Guido Spano, del San Lucas y del Cenait, en la calle Santiago del Estero al 400. La Policía estima que se trató de la segunda parte de una pelea que habría comenzado en un baile. Las aglomeraciones estudiantiles, al mediodía, en la esquina de 25 de Mayo y Santiago del Estero se producen desde hace bastante tiempo, principalmente los viernes. Las corridas, los empujones, los gritos, los insultos, son habituales. “Fuman cigarrillos y toman vino, incluso las chicas. Son tantos que no dejan pasar a la gente, y si uno les pide permiso te miran mal o te ignoran. Gritan, cruzan la calle por donde quieren y no tienen respeto por nadie. No les importa nada; hace un tiempo ya les habían advertido sobre los horarios para realizar las caravanas y terminaron haciendo lo que quisieron, dijo una vecina. El jefe de la Regional Capital dijo que los viernes, en particular, “se envían más efectivos para que estén atentos”. Sin embargo, los testimonios señalan que en el momento en que se produjo el homicidio, no había presencia policial en el lugar. Otros testigos señalaron que una vez que se produjo el hecho de sangre, los agentes que se acercaron se limitaron a esperar la llegada de las ambulancias y no apelaron a practicarles a las víctimas primeros auxilios; si no hubiesen sabido cómo realizarlos, ello estaría reflejando una falla importante en su formación.

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Esta tragedia debe servir, entre otras cosas, para abrir un debate sobre qué es lo que está sucediendo en nuestra sociedad. El hecho de buscar rápidamente culpables y castigarlos no resuelve el problema de fondo. Quedarse con que los agresores son menores y por lo tanto, inimputables, sería un gran error. Esos chicos y sus familias deberían ser objeto de estudio de los especialistas, para hallar explicaciones a estos graves problemas. ¿Acaso la vida tiene tan poco valor para algunos adolescentes como para apuñalar a alguien por cualquier entredicho y provocarle la muerte?

Se puede atribuir esta desgracia, entre otras causas, a la incomunicación entre padres e hijos, a la ausencia de los primeros en la vida cotidiana de los segundos, a la caída de los valores éticos, al relajamiento de las normas que ha llegado incluso a los establecimientos educativos, donde se registran agresiones de padres y de alumnos hacia los docentes, porque el sistema da lugar a ello.

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Quedarse en las causas tampoco sirve demasiado si no se articulan acciones urgentes en todos los aspectos para revertir esta situación que refleja un gran deterioro del tejido social. Si no se trabaja en la prevención desde todos los ángulos, es posible que este hecho brutal se reitere. Tras la consternación, ¿vamos a esperar una vez más que la tragedia se repita para rasgarnos las vestiduras y volver a buscar la culpabilidad en el otro? Los hijos son el reflejo de los adultos. La hipocresía social nunca es un camino para llegar a la verdad y encontrar soluciones.

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