Una novela que atropella las convenciones

Una novela que atropella las convenciones

Reedición de un clásico que no podemos dejar de leer

CONTROVERTIDO. Céline (1894 - 1961) es uno de los autores más influyentes del siglo XX. Su figura se ve opacada por su profundo antisemitismo.  CONTROVERTIDO. Céline (1894 - 1961) es uno de los autores más influyentes del siglo XX. Su figura se ve opacada por su profundo antisemitismo.
23 Abril 2017

NOVELA

VIAJE AL FIN DE LA NOCHE

LOUIS FERDINAND CÉLINE

(Edhasa - Buenos Aires) 

La inigualable novela de Céline está escrita en primera persona y su voz responde a un nombre: Bardamu. El narrador es un espejismo de Céline. Es un falso alter ego. El francés construye un narrador siguiendo las pistas de su pasado, de su terrible y triste pasado. Sin embargo, la voz de Bardamu, la catarata obscena, imparable y por momentos delirante no se deduce de la vida de Céline. La cuidadosa y deslumbrante construcción de la voz no repite los hechos de la vida de Céline. La voz no es un tema, no es un hecho, no es una historia. Es una música, una furia, un océano pesimista, un fuego desmitificador; es, antes que nada, sonido y ritmo.

El profesor Princhard, el pobre fracasado Robinson, la enfermera Lola, la inolvidable ramera Molly, la preciosa y pícara Musyne, el cura Protiste, el alienista Baryton, Madelon, la novia de Robinson y amante furtiva del protagonista, le hablan, en diferentes ocasiones, a Bardamu. Esos discursos extraños conforman la estrategia de Céline para evitar la monotonía de la voz única. En la larga narración, Bardamu introduce las voces diversas y delirantes de los otros. Y consigue, mediante esa hábil estratagema, eludir la lenta y tediosa repetición de la música Bardamu. Céline propone, de este modo, una novela polifónica narrada por una voz en primera persona.

No podemos no leer a Céline. Leer a Céline es nuestro imperativo categórico. Viaje al fin de la noche es un océano hipnótico, furioso, una pieza única marcada por la prosa salvaje, plagada de historias mohosas y nauseabundas, con personajes que muestran lo peor de los seres humanos. A pesar del tono sentencioso y de las agudas reflexiones sobre el hombre, Céline no es un moralista, no busca salvar a los hombres de su miseria con una prédica en contra del mal. Al contrario, su novela es una apología iracunda y cínica sobre los fracasados y los desesperados.

En contra de los lugares comunes de la época que elogiaban el estilo elegante, medido, armonioso, la lengua de Céline sigue, según Constantino Bértolo, “el espíritu expresionista, dislocado, turbio…”. Ese carácter eruptivo, abrasador y rupturista encuentra su anti modelo en las novelas de Proust. Céline inventa una novela caótica y áspera que desprecia los tópicos liberales y nacionalistas, que despotrica contra la alta cultura francesa, que atropella las convenciones literarias. Viaje… es una impúdica máquina verbal avasallada por el argot, pautada por el ritmo trepidante del vómito, del sarcasmo y de la ironía.

© LA GACETA

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Fabián Soberón

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