Tres agujeros negros en pleno centro

Tres agujeros negros en pleno centro

 El municipio capitalino le solicitó al Arzobispado la cesión del edificio del Instituto Buen Pastor, cerrado a cal y canto desde hace largo tiempo. El aspecto exterior del inmueble es bien conocido por los tucumanos: fachada hermética, paredes cubiertas de afiches y suciedad. Cómo estará adentro es una incógnita, aunque los vecinos apuntan que jamás notan movimientos. La que sí funciona es la capilla adyacente, que comunica con el interior de esa antigua mole enclavada en la ochava de Salta y Mendoza. Un dato llamativo: en esa capilla se oficiaron hasta no hace mucho misas con el antiguo espíritu tridentino, en latín y con el sacerdote de espaldas a los fieles. Añoranzas de la Iglesia preconciliar, que se mantienen vivas en El Vaticano y en Tucumán.

Pasaron meses y la nota no fue respondida. Tal vez el Arzobispado tenga planes para el edificio, tal vez pretenda conocer en detalle qué pretenden hacer con semejante estructura, cuya puesta en valor seguramente requerirá una fuerte inversión. Lo concreto es que no hay negociaciones en marcha, más allá de que el pedido –formal y oficial- fue recibido. De todos modos, por estos días la mayor preocupación en el municipio pasa por cerrar el tema Casa Sucar y para eso necesita vender la propiedad de Buenos Aires primera cuadra. No le está resultando sencilla la operación.

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La vieja Dirección de Tránsito es un nido de alimañas VIP en el microcentro, comparable con la esquina donde funcionó Rentas. Al edificio de Maipú y San Martín le dieron una lavada de cara para que no ofreciera un aspecto tan deprimente en plena celebración del  Bicentenario, pero pintura no mata pericote. Apenas cae la noche y la zona se vacía de transeúntes, los roedores salen de paseo y suelen cruzar al trote la calle. Es el mismo modus vivendi adoptado por las ratas de la abandonada sede de Tránsito, para horror de quienes viven y trabajan en la cuadra. Los ejemplos demuestran que hay múltiples responsables de la desidia, el deterioro y la pésima imagen que proyecta la ciudad a propios y a extraños. En estos casos, ni el Arzobispado, ni el municipio, ni la Caja Popular de Ahorros (a cargo de la ex sede de Rentas) lucen preocupados por brindar soluciones.

Como dato positivo, vale apuntar la revalorización del edificio en el que funcionó el Banco Hipotecario, en San Martín y Junín. Esa construcción conformaba con la inolvidable confitería La Cosechera una esquina emblemática en el Tucumán de la segunda mitad del siglo XX. Una cadena nacional de librerías está desembarcando allí y la remodelación es minuciosa, teniendo en cuenta que rige la protección patrimonial y hay aspectos que no pueden modificarse ni en la fachada ni en el interior. Habrá que ver si consiguen hacer funcionar el reloj, cuyas agujas quedaron congeladas sin que nadie se ocupara de volverlas a la vida.

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