En la guerra por la productividad, las nuevas tecnologías ponen en jaque a los trabajadores

En la guerra por la productividad, las nuevas tecnologías ponen en jaque a los trabajadores

Según los expertos, el antiguo sindicalismo de confrontación no encaja con los desafíos que tiene por delante el mercado laboral. La nueva economía globalizada requiere empresas capaces de conquistar mercados en base a la innovación. Por Alejandro Laría -DyN.

CAMBIOS. El sector de metalmecánica podría ser el próximo en acordar con el Gobierno, una reforma como la de los petroleros de Vaca Muerta. Reuters CAMBIOS. El sector de metalmecánica podría ser el próximo en acordar con el Gobierno, una reforma como la de los petroleros de Vaca Muerta. Reuters
22 Enero 2017
BUENOS AIRES.- El gobierno de Mauricio Macri ha manifestado el propósito de extender a otros sectores económicos los acuerdos de productividad alcanzados con el Sindicato de Petroleros en Vaca Muerta (Neuquén).

De inmediato, se ha producido la reacción de dirigentes sindicales y algunas voces kirchneristas, alertando sobre el propósito gubernamental de implantar una suerte de nueva “flexibilización neoliberal”. De este modo, posiciones inmovilistas y conservadoras, se refugian en viejos y gastados clichés para oponerse a la innovación y el crecimiento, señas de identidad de la sociedad moderna.

La economía capitalista genera una corriente continua de innovaciones como consecuencia de la competencia entre las empresas. La introducción de nuevos procesos y tecnologías permite aumentar la productividad de las empresas y gracias a estas mejoras aumentan los salarios y disminuyen los precios de los productos y los servicios. Como consecuencia, aumenta también la renta disponible de todos los habitantes de un país.

Naturalmente, los cambios y las innovaciones tecnológicas obligan a realizar un esfuerzo adaptativo que genera resistencias. Todos los seres humanos experimentan una cierta incomodidad cuando se debe reprogramar los hábitos, pero esto no debe servir de excusa para oponerse a la innovación.

Invocar derechos adquiridos en otros contextos productivos, tratando de hacer lo que ya no sirve, solo puede ser fruto de la incomprensión y de la persistencia de visiones que han quedado desactualizadas. Según Richard Florida autor de “La clase creativa”, la creatividad es la fuente decisiva de toda ventaja competitiva. Exige la revisión constante y el mejoramiento de las actividades y procesos productivos y la mejora en la calidad de los productos.

Las empresas deben suministrar el entorno y las condiciones que faciliten la creatividad, pero son los sindicatos los que tienen la responsabilidad de expandir esa creatividad.

Si bien puede pensarse que los niveles de creatividad sólo se dan en las empresas más avanzadas -mientras en la mayoría predominan las viejas marcas del capitalismo- lo cierto es que estamos ante un proceso creciente de expansión de nuevas concepciones sobre la gestión empresarial. Y la labor de los sindicatos puede ser relevante para acompañar esos procesos y garantizar el equitativo reparto de cargas y beneficios.

El viejo sindicalismo de confrontación, basado en la ideología de la lucha de clases, donde las ventajas de una parte son la consecuencia de restárselas a la otra parte, carecen de actualidad. No toman en cuenta que con la mejora de los procesos, la economía de esfuerzos y la introducción de nuevas tecnologías, se gana en productividad y eso permite mejoras en las remuneraciones y mayor confort en la realización del trabajo.

Refugiarse en derechos adquiridos en procesos productivos que han quedado obsoletos por la aparición de nuevas tecnologías es una forma de quedar atados a un esquema mental desactualizado. No se puede ignorar lo que está pasando en el mundo. No hay modo de insertarse en la nueva economía globalizada sin empresas capaces de conquistar mercados en base a la innovación y la creatividad, facilitando la incorporación de los nuevos procesos.

No existen muchos países capitalistas con la tasa de informalidad que tiene nuestra economía. Esa enorme masa de trabajadores excluidos de los sistemas de protección social es la evidencia más elocuente de que algo funciona mal en nuestra organización económica y productiva. Una de las causas es la extremada rigidez que impide comportamientos más abiertos y participativos. La rigidez es consecuencia de la falta de flexibilidad mental, que es la verdadera flexibilidad que necesitamos.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios