Cuatro mundos en un mismo racimo de uvas

Cuatro mundos en un mismo racimo de uvas

LA GACETA se sumó al tour que ofrece el Ente de Turismo y visitó cuatro bodegas. Son de dimensiones diferentes pero las une la visión de hacer un vino único.

12 Enero 2017
La tierra comienza a ponerse árida y el verde ya no es el dueño del paisaje. El celeste de un cielo siempre franco, el marrón claro del suelo arenoso y el amarillo de un sol enceguecedor vuelven bravas a las uvas que se amontonan en los racimos de malbec, torrontés y cabernet franc.

¿Secretos del vino? En el Valle Calchaquí no hay tales secretos. Las bodegas y sus alquimistas están ahí, locos enamorados dispuestos a contarlo todo, a hablar de aquello que la tierra que acuna los viñedos no puede decir con palabras. Es que la tierra cuenta su historia en estado líquido, con el vino que late en su interior.

De las 16 bodegas tucumanas que conforman la Ruta del Vino, ocho pueden ser visitadas e invitan a degustar sus productos. Algunos son grandes establecimientos productivos, otros están recién en proceso de armado y también están aquellos que sostienen la tradición familiar del vino casero. Todos los bodegueros coinciden en lo mismo: Tucumán no puede ni quiere competir en cantidad con gigantes como Cafayate ni mucho menos Mendoza: Tucumán quiere ser Tucumán y destacarse por calidad y personalidad.

Todos los sábados, a las 9.30, parte de Tafí del Valle una visita guiada a tres o cuatro bodegas de este camino de sensaciones. El vino termina siendo una excusa para que la guía Susana Saquilán revele los misterios de una camino sembrado de tradiciones y de sueños futuros. Y durante este paseo por el corazón de los valles tucumanos no hay más opción que dejarse conquistar.

la unión y la fuerza
la bodega comunitaria los amaichas procesa las uvas que cosechan 60 familias del pueblo y sus alrededores 
El recorrido comienza en Amaicha, la primera estación del tren cargado de vino que atraviesa los Valle Calchaquíes en su área tucumana. Y ahí empiezan también las particularidades de la Ruta del Vino de nuestra provincia. La de Amaicha es la tercera bodega indígena del mundo y la primera del país. Es la concreción de un viejo anhelo de los amaicheños, de hacer honor a su nombre (amicharse es juntarse) produciendo un vino que los represente a todos y que no sea de un propietario, sino del pueblo entero. Son 60 familias las que cuidan las vides en sus casas, las venden a la bodega comunitaria y luego participan de las ganancias del vino que se produce. Sumak Kawsay, “el buen vivir” en quechua, es el nombre comercial de este vino que se elabora con dos etiquetas: el malbec, de uvas relativamente nuevas implantadas en 2012; y el criollo, de viñedos que arrastran 300 años de sabiduría en las tierras áridas de Amaicha, fogoneadas por sus 360 días de sol al año. Nelson Ayala es uno de los comuneros y, cuando le toca, se convierte también en guía de la bodega. Detalla el proceso de elaboración del malbec, que lleva entre seis y siete meses en roble francés pero también el del vino criollo, que lo enorgullece como ningún otro y celebra que haya sido reconocido en una competencia de vinos caseros en Mendoza.
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el vino en la mesa familiar
javier díaz está empecinado en reactivar una dormida tradición que heredó de su abuelo
Además del nombre, Javier Díaz heredó de su abuelo la pasión por el vino. Ahí en Colalao del Valle, donde funciona la primera Escuela de Enología y Vitivinicultura de la región, en 2014 se animó a ponerle etiqueta a esa pasión. Su vino se llama Micuna, de Finca La Orilla, y por la cantidad de botellas producidas todavía está catalogado como “vino casero”. Pero él lo defiende como un vino profesional y de alta calidad, aunque siempre con la marca de la elaboración familiar: todo lo hace en la casa paterna, donde además recibe visitas para degustaciones con la mesa lista. Su bodega cuenta con dos etiquetas, Micuna malbec joven y, para tomárselo más en serio, el Micuna blend roble, con 70% de cabernet sauvignon y 30% malbec. Este último recibió dos veces medalla de oro en el concurso de Vinos Caseros y Artesanales en Lavalle, Buenos Aires, lo que ha despertado el orgullo familiar que estuvo dormido durante años hasta que Javier lo despertó. La experiencia de él se repite en varias bodegas de la ruta: vino casero no es necesariamente vino patero, que es el que históricamente se hizo en la zona. Ahora los vinos tienen otro vuelo.
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TOMÁ NOTA
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- El Vino Tour es gratuito, sale todos los sábados de enero desde Tafí y dura unas siete horas. Anotate con al menos dos días de anticipación en la oficina de Turismo de Tafí.
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personalidad calchaquí
en la localidad de el bañado nació uno de los primeros vinos de la zona con la mirada puesta en la región 
Hace 15 años Roberto Carro, inspirado por viñateros de la zona, tuvo el sueño de tener sus viñedos. Y rápidamente entendió que para que Tucumán sea un punto en el mapa del vino tendría que haber una mirada regional. Es así como formó la Cámara de Bodegueros y Viñateros del Tucumán, de la que hoy es vicepresidente. En su bodega, Río de Arena, ubicada en la localidad de El Bañado (sobre la ruta 40, un poco antes de Colalao del Valle), además de cultivar las uvas torrontés, cabernet y malbec (2,5 hectáreas de cada una) recibe visitas y ofrece degustaciones y hospedaje en su hotel boutique de adobe. Es un oasis en medio del río de arena que corre con el viento en esa parte de la geografía tucumana. Carro está entusiasmado: con la próxima cosecha va a estrenar su bodega, la que está armando. Todos estos años él tuvo las uvas, pero al vino lo produce en bodegas amigas. “El vino tucumano hoy es como si fuese un misterio en todo el país y en el mundo. Nos están mirando, estamos haciendo ruido”, describe con entusiasmo.
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una escondida bodega boutique 
una pareja de italianos se enamoró de los amaneceres rojos de los valles calchaquíes
Es casi imposible encontrarla, perdida en un camino interno que corta el kilómetro 4.282 de la ruta 40, cerca de la localidad de El Paso, camino a Santa María (Catamarca). Pero cuando se la encuentra, la bodega Albarossa ofrece una historia cautivante, igual que sus vinos malbec y torrontés. Beatriz Arweiler y Giacomo Spaini, una pareja italiana, en su infancia habían leido, como todos los italianos, la novela “Corazón”, de Edmundo de Amicis, que contiene el relato “De los Apeninos a los Andes”; allí escucharon por primera vez el nombre Tucumán. A fines de los 80 Beatriz llegó a la Argentina y viajó en auto hasta ese lugar mencionado en el texto de su infancia. Se enamoró del paisaje y en 2008 decidieron invertir en viñedos y en una hostería boutique que abrirá en los próximos meses. “Este paisaje es único, una vista de 360° a los cerros, sin ruidos ni carreteras, el clima seco, el calor del día y las noches frías”. Eso que enamora a Beatriz es lo mismo que acaricia las uvas para hacer el vino bautizado en homenaje a los amaneceres rojizos de la zona.
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enamorados del vino 
A Daniela y Luis les apasiona el mundo del vino. “Yo pregunto y él toma”, dice ella 
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un paseo para compartir
Yolanda y su hija Andrea, salteñas unidas por el vino tucumano. 
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los viñedos de albarossa
Albarossa, el emprendimiento italiano-tucumano, aún no cuenta con bodega, pero sí con uvas malbec, torrontés y cabernet franc, además de una hostería. 
LA UNIÓN Y LA FUERZA
La bodega comunitaria Los Amaichas procesa las uvas que cosechan 60 familias del pueblo y sus alrededores 
El recorrido comienza en Amaicha, la primera estación del tren cargado de vino que atraviesa los Valle Calchaquíes en su área tucumana. Y ahí empiezan también las particularidades de la Ruta del Vino de nuestra provincia. La de Amaicha es la tercera bodega indígena del mundo y la primera del país. Es la concreción de un viejo anhelo de los amaicheños, de hacer honor a su nombre (amicharse es juntarse) produciendo un vino que los represente a todos y que no sea de un propietario, sino del pueblo entero. Son 60 familias las que cuidan las vides en sus casas, las venden a la bodega comunitaria y luego participan de las ganancias del vino que se produce. Sumak Kawsay, “el buen vivir” en quechua, es el nombre comercial de este vino que se elabora con dos etiquetas: el malbec, de uvas relativamente nuevas implantadas en 2012; y el criollo, de viñedos que arrastran 300 años de sabiduría en las tierras áridas de Amaicha, fogoneadas por sus 360 días de sol al año. Nelson Ayala es uno de los comuneros y, cuando le toca, se convierte también en guía de la bodega. Detalla el proceso de elaboración del malbec, que lleva entre seis y siete meses en roble francés pero también el del vino criollo, que lo enorgullece como ningún otro y celebra que haya sido reconocido en una competencia de vinos caseros en Mendoza.

EL VINO EN LA MESA FAMILIAR
Javier Díaz está empecinado en reactivar una dormida tradición que heredó de su abuelo
Además del nombre, Javier Díaz heredó de su abuelo la pasión por el vino. Ahí en Colalao del Valle, donde funciona la primera Escuela de Enología y Vitivinicultura de la región, en 2014 se animó a ponerle etiqueta a esa pasión. Su vino se llama Micuna, de Finca La Orilla, y por la cantidad de botellas producidas todavía está catalogado como “vino casero”. Pero él lo defiende como un vino profesional y de alta calidad, aunque siempre con la marca de la elaboración familiar: todo lo hace en la casa paterna, donde además recibe visitas para degustaciones con la mesa lista. Su bodega cuenta con dos etiquetas, Micuna malbec joven y, para tomárselo más en serio, el Micuna blend roble, con 70% de cabernet sauvignon y 30% malbec. Este último recibió dos veces medalla de oro en el concurso de Vinos Caseros y Artesanales en Lavalle, Buenos Aires, lo que ha despertado el orgullo familiar que estuvo dormido durante años hasta que Javier lo despertó. La experiencia de él se repite en varias bodegas de la ruta: vino casero no es necesariamente vino patero, que es el que históricamente se hizo en la zona. Ahora los vinos tienen otro vuelo

PERSONALIDAD CALCHAQUÍ 
En la localidad de El Bañado nació uno de los primeros vinos de la zona con la mirada puesta en la región 
Hace 15 años Roberto Carro, inspirado por viñateros de la zona, tuvo el sueño de tener sus viñedos. Y rápidamente entendió que para que Tucumán sea un punto en el mapa del vino tendría que haber una mirada regional. Es así como formó la Cámara de Bodegueros y Viñateros del Tucumán, de la que hoy es vicepresidente. En su bodega, Río de Arena, ubicada en la localidad de El Bañado (sobre la ruta 40, un poco antes de Colalao del Valle), además de cultivar las uvas torrontés, cabernet y malbec (2,5 hectáreas de cada una) recibe visitas y ofrece degustaciones y hospedaje en su hotel boutique de adobe. Es un oasis en medio del río de arena que corre con el viento en esa parte de la geografía tucumana. Carro está entusiasmado: con la próxima cosecha va a estrenar su bodega, la que está armando. Todos estos años él tuvo las uvas, pero al vino lo produce en bodegas amigas. “El vino tucumano hoy es como si fuese un misterio en todo el país y en el mundo. Nos están mirando, estamos haciendo ruido”, describe con entusiasmo.

UNA ESCONDIDA BODEGA BOUTIQUE
Una pareja de italianos se enamoró de los amaneceres rojos de los Valles Calchaquíes

Es casi imposible encontrarla, perdida en un camino interno que corta el kilómetro 4.282 de la ruta 40, cerca de la localidad de El Paso, camino a Santa María (Catamarca). Pero cuando se la encuentra, la bodega Albarossa ofrece una historia cautivante, igual que sus vinos malbec y torrontés. Beatriz Arweiler y Giacomo Spaini, una pareja italiana, en su infancia habían leido, como todos los italianos, la novela “Corazón”, de Edmundo de Amicis, que contiene el relato “De los Apeninos a los Andes”; allí escucharon por primera vez el nombre Tucumán. A fines de los 80 Beatriz llegó a la Argentina y viajó en auto hasta ese lugar mencionado en el texto de su infancia. Se enamoró del paisaje y en 2008 decidieron invertir en viñedos y en una hostería boutique que abrirá en los próximos meses. “Este paisaje es único, una vista de 360° a los cerros, sin ruidos ni carreteras, el clima seco, el calor del día y las noches frías”. Eso que enamora a Beatriz es lo mismo que acaricia las uvas para hacer el vino bautizado en homenaje a los amaneceres rojizos de la zona.

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