La Argentina debe dejar de ser la permanente promesa incumplida

La Argentina debe dejar de ser la permanente promesa incumplida

PROYECCIÓN. El sector agrícola es, según Marengo, el motor que impulsará a la economía hacia la recuperación, mediante el comercio exterior. REUTERS.- PROYECCIÓN. El sector agrícola es, según Marengo, el motor que impulsará a la economía hacia la recuperación, mediante el comercio exterior. REUTERS.-
11 Diciembre 2016

FERNANDO MARENGO - SOCIO Y ECONOMISTA - JEFE DEL ESTUDIO ARRIAZU & ASOCIADOS

Hace un año una nueva administración asumía el gobierno. Entre los inmediatos desafíos que enfrentaba se encontraban hacerse cargo de un Estado con un déficit fiscal cuya magnitud resultaba imposible de financiar de manera sostenida en el mercado, y de un Banco Central con un exiguo nivel de reservas líquidas.

Una vez solucionados los temas urgentes, la agenda de la nueva administración debía encarar la resolución de los diversos desequilibrios acumulados a lo largo de los años por la gestión anterior. Como ejemplo de éstos se pueden mencionar el creciente déficit fiscal -agravado por la política de subsidios-, la pérdida de competitividad externa, la elevada presión impositiva (a pesar de lo cual se debió recurrir al impuesto inflacionario para financiar un nivel de gasto público insostenible), el déficit comercial energético y las distorsiones asociadas a los controles cambiarios, de precios y a las restricciones comerciales.

Además de la premura por resolver el conflicto con los tenedores de deuda en cesación de pagos que no aceptaron los canjes (holdouts) para lograr financiar el desequilibrio fiscal, y recomponer el nivel de reservas líquidas del Banco Central, el nuevo gobierno enfrentaba el desafío de convencer a la población acerca de la magnitud de la crisis económica de manera de avanzar en la toma de medidas impopulares pero necesarias. Todo un desafío.

Si bien en los primeros meses se avanzó de manera rápida y exitosa en la resolución de los conflictos más acuciantes (cepo cambiario y default), luego se optó por encarar la solución de los restantes conflictos de manera gradual -y en algunos casos se decidió incluso postergar las respuestas- priorizando consolidar la gobernabilidad política y asegurar la paz social. Para el logro de tal fin se acudió al financiamiento externo, algo que tuvo el país restringido por más de una década.

No es la primera vez que Argentina decide postergar los ajustes y recurrir a la colocación de deuda. Las experiencias pasadas muestran que en general esta decisión es la semilla de futuros problemas. El inesperado cambio en el contexto internacional a partir de la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos, -que ya encareció el crédito para los países emergentes en general- y la incógnita acerca del impacto que pudiera tener su política comercial sobre el crecimiento económico mundial y el precio de las materias primas, son un claro ejemplo de que es muy importante limitar la dependencia del financiamiento externo para mantener gastos improductivos.

Ahora bien, la falta de consensos sobre lo que se considera una senda de crecimiento sostenida y sustentable generó en la historia argentina que los desequilibrios económicos que fueron surgiendo a lo largo del tiempo nunca se atendieran oportunamente. Por el contrario, la historia está llena de ejemplos en los que las medidas de fondo se toman cuando el desorden económico es generalizado y la situación social, crítica. Estamos a tiempo de evitar que este ciclo político se convierta en un ejemplo más que corrobore la historia argentina.

Urgencias coyunturales

Al mismo tiempo, las urgencias coyunturales no debe apartarnos del objetivo de mediano plazo al que debemos aspirar como nación y que nunca logramos alcanzar: la consolidación de un proceso de desarrollo. El concepto de desarrollo es más que el solo crecimiento económico, ya que mide los avances en otros aspectos, como la distribución del ingreso, la pobreza y la mejora de calidad de vida, incluyendo la satisfacción de necesidades tales como vivienda, alimentación, salud y educación.

Desde el punto de vista exclusivamente económico (y manteniendo la distribución del ingreso actual), para reducir la pobreza hasta el 10% de la población, el país debería duplicar su nivel actual del Producto Bruto Interno (PBI) per cápita.

Duplicar el PBI requiere niveles de inversión y mejoras de la productividad que Argentina nunca experimentó en forma sostenida.

Al mismo tiempo, estos niveles de inversión necesarios para incrementar el stock de capital demandarían un financiamiento que es imposible de obtener recurriendo solamente al ahorro externo.

La magnitud del desequilibrio que provocaría en las cuentas externas frustraría el proceso, porque los acreedores externos dejarían de financiarlo más temprano que tarde.

Para alcanzar un proceso exitoso de desarrollo se requiere el comportamiento armónico tanto de las variables económicas como así también de las sociales y políticas, fundamentalmente la calidad de las instituciones.

La Argentina tiene un gran potencial gracias a su vasto territorio con abundantes recursos naturales, un clima benigno que previene los desastres naturales, una población educada y una relativamente elevada tasa de ahorro del sector privado.

La creación de un marco institucional apropiado acompañado de la implementación de las políticas correctas, sin dudas despertará un ciclo expansivo en la economía y dará inicio a una senda de desarrollo. Esperemos que el gobierno finalmente decida encarar este proceso para capitalizar el potencial del país y dejar de ser la permanente promesa incumplida.

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