La alegría, esa sonrisa del alma

La alegría, esa sonrisa del alma

Es un estado de ánimo o de optimismo que hace más grata las relaciones humanas. La actitud positiva. ¿Un remedio contra la mala onda?

LA ALEGRÍA DE VIVIR. Las personas que irradian “buena onda”, dejan una huella en los ámbitos que frecuentan. la gaceta / foto de oscar ferronato LA ALEGRÍA DE VIVIR. Las personas que irradian “buena onda”, dejan una huella en los ámbitos que frecuentan. la gaceta / foto de oscar ferronato

Se desliza en punta de pies por las comisuras de la vida. Cosquillea la hosquedad del gesto. Se tira por el tobogán de ternura. Afloja los nervios. Le dibuja zancadillas a la pesadumbre. Hace saltar las lágrimas. Puede ser una comadre de Windsor. O una viuda de Lehar. No necesariamente una saltimbanqui. Ahuyenta los ecos del rencor. Llanto que se desternilla. Danza de corchos. Sonajero del afecto. Flor de los duendes. Abrojo del corazón que nos mira para que la descubramos. Cuando el malhumor se ensimisma, cuando se está más preocupado en recibir que en dar, cuando la suspicacia derrota al afecto, cuando en lugar de hacer de la existencia un canto, se viste de desdicha. Se torna invisible a los sentidos. Aleteo de picaflor en el alma. Oda de luz que canta a la vida. La alegría es un abrazo fugaz de la sonrisa.

¿Es un don? ¿Se nace con ella? ¿De qué depende ser alegre? ¿Es un deprimido frustrado quien la ejercita? ¿Es un remedio contra la mala onda? ¿Por qué se extraña más a quienes siempre nos arriman un gesto de humor? ¿Qué ocurrirá cuando el último alegre del mundo muera?

Se apagará la luz

“La alegría es parte de la vida. Soy una tímida alegre. Depende de mí, cuando logro entender que soy parte de este maravilloso pasaje que se llama vida. Seguramente, es un remedio contra la mala onda; nuestro cuerpo emite ondas positivas que atraen otras positivas. Sí, el alegre es un deprimido frustrado o un inconsciente. Se lo extraña porque todos necesitamos la luz del sol. Cuando el último alegre muera, se apagará la luz en la tierra y como decía Don Bosco, el diablo estará feliz, a él no le gusta la alegría”, afirma la periodista italiana Cristiana Zanetto.

Sufrimiento y goce

Los papeles que le permiten desatar su histrionismo, le vienen como anillo al dedo. “Es un estado de optimismo más o menos permanente. En el fondo, la alegría es un estado de inconsciencia, de no poder ver la realidad en toda su dimensión. Más profundamente ser alegre o feliz, que me gusta más, es disfrutar de la vida, con todo lo que esto implica: el sufrimiento y el goce. Cuando se acaba la alegría, que en algún momento sucede, el alegre inconsciente se viene a pique, porque no hay nada profundo que lo sostenga y deviene en una profunda depresión y el dolor es insoportable. Hay distintos tipos de carisma en los seres humanos y la pérdida de un ser querido no depende si es más o menos alegre. Sí, dan un color y un brillo que es distinto, ni mejor ni peor. Y cuando se muera el último, vamos a ser todos más felices porque el boludo alegre nos va a dejar de joder con sus boludeces”, dice el actor Ricardo Podazza.

Un faro

Sonrisa gardeliana. Mirada cómplice. El gesto campechano es su bandera. “La alegría es la mejor actitud que debe tener un ser humano, para agradecer el mismo hecho de estar vivo; más allá de las cosas que nos pasan, uno no puede negarla, no puede ni debe obviarla, sino tenerla casi como un faro para llevar hacia ella, el verdadero sentimiento de existir y agradecer por ello. Me considero alegre, crecí con la frase ‘La risa, remedio infalible’ y siempre me agarré de ella, es la mejor cura que puedo tener en mis momentos más complicados. Depende de uno mismo, ser alegre es una actitud ante la vida. No creo que signifique ser un deprimido frustrado. Cuando se nos va alguien que hace de la alegría un culto, al principio uno ‘se cae’ porque piensa: ‘y al fin y al cabo para qué ser alegre, si un día con tu partida provocas una enorme tristeza’. Es justamente al revés, cuando pasa el primer momento de tristeza, luego surge el sentimiento haber tenido la dicha de conocer, compartir y disfrutar a alguien que nos regaló alegría… de eso se trata”, dice el folclorista Coqui Sosa.

Ocurrente. Chispeante. Con palabras o sin ellas, con sólo gestos, se gana al público o ameniza una charla. “Es un estado del alma. Soy alegre, sobre todo bajo la ducha, hasta me animo a cantar. Ser alegre depende de los estímulos que una persona recibe. Totalmente es un remedio que modifica la rutina y si tiene una dosis de humor mejor. Son opuestos que se complementan. Nunca olvidaré una imagen que me quedó grabada. Cuando vivía en San Juan Totoltepec, un pueblito en las afueras del Distrito Federal de México. Tenía un barrio de gente humilde, Los Remedios, y allí un cementerio que para estas fechas celebraban el día de los seres difuntos, me atrajo la música que salía del cementerio. Un grupo de músicos norteños tocaban corridos, por otro lado, había mariachis, en otro extremo, una marimba veracruzana, el jolgorio de los xcuihncles (changuitos), la comida, las calaveritas de chocolate y demás antojitos. Nunca vi tanta alegría en esa gente celebrando a sus muertitos. Es una cultura ancestral. Cuando el último alegre muera será el último ser en la tierra”, expresa el actor Hugo Gramajo.

PUNTOS DE VISTA

No sirve para tapar agujeros

Alba Núñez de López - Pedagoga

La alegría es un sentimiento, un estado de ánimo relacionado con el placer, la felicidad. Se nota, aparece en el rostro, los gestos, la sonrisa y tiene que ver con un estado permanente o aparece ante hechos circunstanciales. Frente a la disyuntiva de vivir entre la tristeza-alegría me paro obstinadamente en el lugar de la alegría. Mi opción de vida se relaciona con el clima propio de la alegría. Esto no significa tenacidad para reemplazar o tapar la tristeza. Se abre la posibilidad de ser o estar alegre a partir de una multiplicidad de factores, que incluyen, entre otros, salud, situación socio-económica, amor, trabajo creativo, amistades. Digo, son factores vitales para estar alegre. En caso de ausencia de uno de ellos o de todos, la alegría resulta muy costosa de alimentar. Puede ser un remedio, lo que pasa es que la alegría, como conducta psico-emocional, no sirve para tapar agujeros. No es equivalente a reír mucho o reír de cualquier cosa. Es una conquista del sujeto que la posee, a quien acompaña casi permanentemente. Cuando existe, ¡existe! Cuando somos capaces de reconocer a alguien alegre, diferenciándolo de su opuesto, un mala onda, su desaparición es notablemente sentida y extrañada. La “suerte” es que en todo tiempo futuro, ese alguien alegre, es recordado casi permanentemente por su pasado alegre, de sujeto de buen humor, en las buenas y en las malas. Creo que eso sucede por nuestra natural tendencia a luchar por la supervivencia. Y cuando el último alegre del mundo muera, estimo que ese día entraremos en la oscuridad eterna.

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Los vaivenes

Marta Gerez Ambertín - Posdoctora en psicología y psicoanálisis

La alegría es un estado afectivo pasajero vinculado a su par opuesto, la tristeza, y sólo puede reconocérsela si se atravesó de la una a la otra. Nadie es siempre alegre o triste, puede estar alegre o triste según el acaecimiento de un suceso placentero o ingrato. Los estados afectivos son cambiantes, a tal punto que alguien siempre alegre sería un bufón maníaco insoportable. La alegría tiene mejor prensa que la tristeza aunque, como dice la canción de Vinicius de Moraes: “para hacer un samba con belleza es preciso un pedazo de tristeza, si no, no se hace un samba, no”. Ella y su contracara, la tristeza, marchan de una manera u otra mancomunadas. Ambas son transitorias y parciales -todo lo es-, ninguna es definitiva... ¡por suerte! Los mass media exigen estar alegres como sea, pese al desamor, las crisis, la desocupación, la enfermedad o la miseria. Con la alegría, nos dicen, podemos derrotar todos esos males. Invierten, maliciosa e intencionadamente, la ecuación, pero... sólo derrotando esos males podemos estar alegres, un poco, un tiempo, hasta la próxima batalla. Pero han triunfado en el establecimiento del imperativo de procurar una alegría perpetua, imperativo que, precisamente, es lo que impide disfrutar de los estados transitorios de alegría que se van intersectando con estados de tristeza y varios otros pues la misma vida está hecha de logros y tropiezos, de encuentros y pérdidas. Con ello han conseguido dos logros fundamentales para el éxito del neocapitalismo: por un lado estar siempre alegre impide la duda, la reflexión, el cuestionamiento; por el otro, han conseguido que asimilemos alegría al irreflexivo consumismo desmedido - si hasta una píldora para la alegría se ofrece en el mercado- , aunque la pasión por el consumo seque el alma y el bolsillo. ¿La alegría entonces? estado de contrastes, no una exigencia a cumplir ni una pose a mostrar… un bocado transitorio a disfrutar.

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