Graciela González: “la investigación del delito demanda que jueces y científicos se sienten a dialogar”

Graciela González: “la investigación del delito demanda que jueces y científicos se sienten a dialogar”

La doctora en Química y especialista del Conicet llamó a romper las barreras del desconocimiento.

LA VOZ DE LA EXPERIENCIA. Las pruebas físicas son los testigos que no se desdicen, argumenta González. la gaceta / foto de irene benito LA VOZ DE LA EXPERIENCIA. Las pruebas físicas son los testigos que no se desdicen, argumenta González. la gaceta / foto de irene benito
16 Octubre 2016
“Es un error garrafal teorizar sin información porque el paso siguiente será torcer los hechos para que estos se ajusten a las teorías”. La máxima pertenece a Sherlock Holmes, la criatura literaria del escocés Arthur Conan Doyle, y viene a cuento de una conversación con Graciela González, la doctora en Química, e investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), que viajó a esta ciudad para formar a jueces y aspirantes a la judicatura en una actividad organizada por la Escuela Judicial del Consejo Asesor de la Magistratura (CAM). González profesa una fe racional en la alianza entre magistrados y científicos: según su experiencia y conocimiento del paño, esa cooperación resulta esencial para derrotar la impunidad. Y sólo se trata de salir del despacho y del laboratorio. “La investigación del delito demanda que jueces y científicos se sienten a dialogar”, dice una y otra vez la especialista que participó en la peritación de los restos de la Trafic involucrada en el atentado contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) acaecido en 1994.

“Para que esa conversación suceda las dos partes deben aceptar que no saben lo que la otra sabe, pero entienden que el conocimiento ajeno es esencial para la tarea a su cargo”, postula González, quien trabajó en Gendarmería y hoy integra el equipo de “Ciencia y Justicia”, un programa del Conicet. Además de bregar por romper las barreras de la ignorancia, la investigadora se muestra preocupada por el hecho de que los casos resonantes o con repercusión social e institucional reciben un tratamiento pericial distinto a los hechos delictivos que permanecen en las sombras. “La sociedad se siente muy defraudada cuando una prueba que pudo haberse hecho, no se hizo. No había que inventar la pólvora”, lamenta. Y añade: “por eso lo primero es que el científico y el juez hablen sobre cómo resolver mejor una situación. Aunque tampoco es fácil decir a un magistrado que para entrar a la escena del crimen debe colocarse mameluco y guantes…”.

-De hecho vimos esa falta de profesionalismo en el departamento del fiscal Alberto Nisman, ¿no?

-Sí. Mi impresión es que no se sabe. Quizá alguien no se animó a decir a la fiscala (Viviana Fein) que no podía hacer determinadas cosas. En esto hay mucho de desconocimiento. Hace poco vi un caso en el que, porque había varios testigos del hecho, se decidió no practicar el estudio de ADN, pero resultó que, después, los testigos se desdijeron en el juicio cuando declararon delante del imputado, posiblemente por miedo. No importa que haya testigos: igual hay que hacer el ADN. Hoy por hoy, ya es una prueba de rutina.

-Usted llevó adelante un trabajo pionero en cuanto a la aplicación de la ciencia a la investigación de delitos, pero da la sensación de que no se ha avanzado mucho en términos generales en el país.

-Veo gran disparidad. Por un defecto profesional, sigo los casos que reciben cobertura mediática, sobre todos los vinculados a mis intervenciones. Advierto una desconexión: los peritos siguen hablando con peritos así como los abogados siguen hablando con abogados. No hay esa voluntad de aprender lo que hace el otro para hacer mejor la tarea de uno. Por el lado de la Justicia falta el acercamiento al ámbito académico para buscar respuestas y nuevas técnicas, o para consultar cuando hay dos opiniones muy distintas sobre un caso. ¿Por qué no preguntar en la universidad o en el Conicet? ¿Por qué no buscar un ambiente neutro para dirimir una cuestión atravesada por intereses contrapuestos? Los jueces no saben química y no tienen por qué, pero a veces son reticentes a consultar a los que sí saben.

-Si no se trata de una cuestión de científicos disponibles, ¿entonces es un problema cultural?

-Los licenciados en Criminalística sólo aparecen en los casos importantes, pero deberían estar asesorando a los jueces y fiscales en forma permanente. Cuando una escena del crimen no se examina apropiadamente, después, el mejor laboratorio no puede solucionar eso. Hay que trabajar desde el minuto cero, partir de entrenar al policía o al bombero que recibirá el primer aviso del delito: muchas veces no se capacita a quien puede preservar las pruebas.

-¿Cuál sería la estructura técnica y científica básica para un Poder Judicial provincial?

-El espectro es muy amplio. Primero hay que determinar la criminalística del área que se va a atender, es decir, definir cuál es la demanda principal. Puede haber una unidad dedicada en forma exclusiva a drogas de abuso (o narcomenudeo): ahí hace falta un laboratorio químico, y una sección de huellas y rastros, y otra de documentología porque aparecen delitos conectados entre sí. Ese mismo laboratorio químico puede analizar restos de disparos y de explosivos: el equipamiento es el mismo, sólo hace falta capacitación en las distintas disciplinas.

-¿Importa la vocación por la verdad en el perfil de los científicos forenses?

-Hay que blindarse porque el trabajo es duro: se trata del contacto cotidiano con lo peor de la humanidad. A la vez no hay que perder la sensibilidad. Detrás de cada causa hay una familia que espera una respuesta; hay una víctima y hay imputados. Los peritos trabajamos con la vida de las personas y necesitamos poder afrontar la realidad trágica sin hacer juicios, porque no somos jueces. Por ello es fundamental que quien actúa en la escena del crimen no sea el mismo que haga los análisis y no sea el mismo que entrevista a los acusados porque siempre corremos el riesgo de enamorarnos de nuestra verdad. Si alguien se formó un preconcepto, puede ir direccionando la investigación. Cuando yo proyectaba la distancia de disparo, jamás leía la causa antes de sacar mis propias conclusiones.

-Siempre se dice que la escena del crimen es esencial para el esclarecimiento de un delito. ¿Podría explicar por qué?

-Una frase que a mí me gusta mucho dice que las pruebas físicas son los testigos que no se desdicen; no sufren emociones; no se van; no se olvidan… El único problema radica en saberlas encontrar y analizar correctamente. Soy una convencida de eso: salvo que haya maniobras para limpiar un lugar, naturalmente uno deja una enorme cantidad de rastros.

-Si ahora saco una pistola y le disparo a usted, y también a Fernando Ganami (director de la Escuela Judicial del CAM) para que no queden testigos, y me voy. ¿Qué de todo lo que hay en esta sala puede servir para reconstruir lo que sucedió?

-(Risas) El primer escollo es que, como usted trabaja aquí habitualmente, con seguridad sus huellas van a aparecer. No son huellas nuevas. Ahora bien, los casquillos o los proyectiles que se puedan recuperar son huellas digitales del arma utilizada que permiten rastrear si se corresponden con la declarada. Ahora, si compró la pistola en forma clandestina, eso no será posible… Pero dejemos aquí porque no quiero ayudar a quien esté planeando un asesinato.

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