Las “setenta veces siete” muertes de Dalmiro Sáenz

Las “setenta veces siete” muertes de Dalmiro Sáenz

18 Septiembre 2016

Por Fernando Sánchez Sorondo - Para LA GACETA - Buenos Aires

La última vez que murió Dalmiro Sáenz fue en la madrugada del pasado 11 de septiembre. Fue un escritor extraordinario en el estricto sentido de la palabra; es decir, absolutamente fuera de serie. Y eso, como es sabido, no se perdona así nomás. Por eso es que Dalmiro, de alguna manera, ya había sido condenado a muerte en el reconocimiento público. Y más por sus virtudes que por sus defectos. Es decir, por esa casi anómala fidelidad a sí mismo, por esa libertad descomunal con que ejerció un rasgo esencial de la condición de escritor: la provocación. Fue el mejor provocador literario argentino que conocí (“no creo en Dios, creo en los curas”, me dijo un día con pretendida seriedad).

Sus libros fueron devorados y amados; su persona, también. Pero de pronto la crítica oficial -que lo había premiado tantas veces con absoluta justicia- comenzó a dejarlo de lado sutil pero progresivamente.

No cabe duda que el propio Dalmiro –quizás como parte de su afición al escándalo- fue bastante responsable de esa suerte de olvido, porque muchas veces hizo prevalecer al personaje sobre la persona, la persona del gran escritor y del hombre grande que él realmente era.

Lo conocí allá por los 60, cuando publicó su libro de cuentos No. Entonces se acababa de trasladar a vivir con su numerosa familia de la Patagonia a Buenos Aires; sus hijos -me contaba- que no habían estado nunca en una ciudad, soplaban los veladores para apagar la luz y le daban chistidos al ascensor como si se tratara de un caballo…

Era exageradamente generoso con nosotros, los jóvenes de entonces, y jamás en tantos años de amistad le oí hablar mal de nadie; al contrario: a lo Quijote, solía defender lo indefendible con tal de estar del lado del débil, del marginal.

Poca gente sabe que fue, a su manera, un gran buscador espiritual, tal como algunos de sus textos –pienso en Cristo de pie- lo confirman.

Quizás su muerte consiga esa reivindicación plena que tanto merece.

(C) LA GACETA

Fernando Sánchez Sorondo - Escritor.

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