“Después de esto, uno se siente paranoico”

“Después de esto, uno se siente paranoico”

Una pareja tucumana sufrió un secuestro virtual; les dijeron que habían secuestrado a su hijo, pero el joven estaba en un boliche. Les entregaron a la banda 4.500 dólares y 600 euros. Los obligaron a apagar los teléfonos y a dejar el dinero en Salta y Corrientes.

CORRIENTES Y SALTA. En esta esquina dejó el dinero una de las víctimas del secuestro virtual. Los delincuentes contaron el dinero en un minuto. la gaceta / foto de hector peralta CORRIENTES Y SALTA. En esta esquina dejó el dinero una de las víctimas del secuestro virtual. Los delincuentes contaron el dinero en un minuto. la gaceta / foto de hector peralta
02 Agosto 2016
El teléfono fijo sonó a mitad de la noche en un departamento de barrio Norte. La dueña de casa respondió la llamada, alarmada por el horario (eran las 3.30 del domingo). Una persona que decía ser su hijo le hablaba con dificultad y casi balbuceando le explicaba que alguien lo estaba apuntando con un revólver. Entonces el marido de la mujer le arrebató el teléfono de las manos y comenzó la negociación con los supuestos captores de su hijo.

Pasó una hora, aproximadamente, desde que el teléfono sonó hasta que el hombre pagó el rescate. Todo ese tiempo, los delincuentes mantuvieron la línea telefónica ocupada. En esta oportunidad, la víctima fue Guillermo Alonso, un reconocido médico especialista en acupuntura. Su hijo de 25 años había salido a bailar esa noche, lo que facilitó el engaño.

“Llamaron a las 3.30, mi señora atendió el teléfono, alguien balbuceando le dijo que tenía golpeados los ojos y la boca, y que lo apuntaban con un revólver. Ella pensó que se trataba de nuestro hijo y le pidieron que me pase el teléfono a mí. Cuando atendí, me preguntaron si estaba dispuesto a colaborar para que mi hijo siga vivo”, relató Alonso, quien les respondió que sí, que le dijeran qué tenía que hacer.

“Me pidieron que apaguemos los celulares y verificaron que estuvieran apagados. También me pidieron que mi mujer no se separe de mí en ningún momento, me advirtieron que tenían rodeada la zona. Después me dijeron que mi hijo sabía que yo podía disponer de efectivo con cierta premura, me dieron un tiempo para que disponga de ese dinero y me dijeron el lugar donde tenía que dejarlo”, agregó el médico.

Dos largas cuadras

Alonso estaba tan desesperado por que liberaran a su hijo que ni siquiera especuló: metió en una bolsa 4.500 dólares y 600 euros, que representaban todos sus ahorros, y salió a pagar el rescate. Los supuestos secuestradores le habían indicado que dejara la plata en la esquina de Salta y Corrientes, a dos cuadras de su casa. Su esposa, mientras tanto, debía seguir al teléfono con ellos. “Cuando salgás, no te hagás el pícaro”, le advirtieron.

Antes de salir, Alonso les había transmitido a los delincuentes su temor de que otra persona que pase por el lugar pudiera levantar el dinero, pero ellos le respondieron que no se preocupara porque estaba tratando con profesionales y sabían lo que hacían. “Me amenazaban con que me iba a arrepentir toda la vida si no hacía lo que me decían, así que dejé el dinero en esa esquina, volví caminando y, cuando mi mujer me pasó el teléfono, me dijeron que esté tranquilo, que ellos eran policías retirados y sabían hacer las cosas”, relató Alonso.

Habrá transcurrido un minuto hasta que los delincuentes chequearon que estuviera la suma acordada dentro de la bolsa. En cuanto terminaron de contar los billetes, lo autorizaron a encender nuevamente los celulares y le dieron la noticia: “a su hijo no lo tenemos nosotros, nuestra forma de trabajar es esta”. Y cortaron.

Fin de la conversación

“Inmediatamente tratamos de ubicar a mi hijo, con cierto trabajo porque era sábado a la noche y él estaba en un boliche, pero con toda alegría dimos con él; fue una gran distensión”, contó el médico, aliviado. Alonso explicó que, tras una experiencia tan dura, lo económico no cuenta. “Nos quedó la sensación desagradable de saber que la intimidad de la familia es vulnerable, que están enterados de muchas cosas nuestras. Si bien no nos sobra el dinero, eso no es lo grave si no la vulnerabilidad que tienen las familias en Tucumán. Uno se siente paranoico”, remarcó.

Fue la llamada telefónica más larga de su vida. Alonso había escuchado hablar sobre los secuestros virtuales, pero la posibilidad de perder a su hijo fue tan grande que cayó en el engaño. “Habré visto en la televisión alguna vez que hablaban de esto, pero lo veía tan lejos. Ahora me queda la sensación de que lo observan a uno, que es muy desagradable”, expresó.

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