Hinchas vieron el partido en el club Nicolás Avellaneda y desataron la fiesta en La Ciudadela

Hinchas vieron el partido en el club Nicolás Avellaneda y desataron la fiesta en La Ciudadela

FELICIDAD. Los momentos en que los simpatizantes no dejaron de alentar fueron muy pocos. Primó el respeto de quienes estaban adelante para que en el salón todos pudieran ver el juego sin perjudicar al resto. la gaceta / fotos de analia jaramillo FELICIDAD. Los momentos en que los simpatizantes no dejaron de alentar fueron muy pocos. Primó el respeto de quienes estaban adelante para que en el salón todos pudieran ver el juego sin perjudicar al resto. la gaceta / fotos de analia jaramillo
27 Junio 2016
La elección de casi 200 hinchas de San Martín fue ver el partido en el club Nicolás Avellaneda. El salón que antecede a la cancha de básquet estuvo lleno. Con las luces apagadas, la oscuridad se alió con la pantalla gigante para que las imágenes que llegaban desde Andalgalá fueran lo más claras posibles. La combinación funcionó casi a un 100 por ciento. Complotaron contra el éxito la transmisión y, en mayor medida, las lágrimas que, algunos desde el minuto cero, dejaron escapar.

El partido de básquet femenino que se jugaba en simultáneo constantemente acompañado por los cánticos “santos”. Cuando ganaban, empataban, perdían y de vuelta, más fuerte aún, cuando volvieron a estar en ventaja. No importaba el marcador, la entonación descoordinada continuaba lo mismo. Ni en el penal que convirtió Unión Aconquija se detuvo el aliento. Sí, se paró el corazón... porque dos veces se cortó la transmisión. Primero, un rato antes de que los catamarqueños se pusieran en ventaja. Después, cuando el árbitro alargaba el sufrimiento con los minutos adicionados.

“No pensé que íbamos a sufrir tanto”, reconoció Silvana Baggio. Con sus hijos Zoe, Ambar, Michel y Braian se ubicaron en la primera fila. Abrazada a sus hijas más pequeñas, Silvana padeció el partido, incluso más de lo que el trámite del mismo exigía. “Vine aquí porque después quería festejar”, comentó en la vereda de calle Pellegrini al 200. Ya toda la familia había abandonado la oscuridad del salón y había salido a la luz de otra tarde histórica para el barrio de La Ciudadela.

La claridad del afuera puso en evidencia las lágrimas en las mejillas rosadas de Ambar y Zoe. Michel fue la que comentó el origen de la pasión. “Es la emoción que nos transmitió mi abuelo Carlos que falleció hace cuatro años”, contó la joven.

La vereda fue invadida por hinchas. El tránsito se volvió un caos, obviamente, sólo para aquellos que no eran de San Martín. “No me arrepiento de haber entrado por la Pellegrini”, explicó Sebastián Díaz que en medio del embotellamiento se bajó junto a los cuatro acompañantes que llevaba en su auto para retratar la postal en Pellegrini y Las Piedras. El sufrimiento había pasado, sólo quedaba gozar.

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