Elton John sigue rockeando: “no quiero regodearme en la nostalgia”

Elton John sigue rockeando: “no quiero regodearme en la nostalgia”

ACTITUD. Elton John se queja como un rapero y en el escenario es un rocker. laf1.es ACTITUD. Elton John se queja como un rapero y en el escenario es un rocker. laf1.es
13 Febrero 2016
LOS ÁNGELES.- Después de 47 años bajo los reflectores, más de 250 millones de álbumes vendidos, seis premios Grammy, un Tony, un Oscar y una distinción como caballero, Elton John aún se pone nervioso cuando sube al escenario. Mientras se dirigía a su piano en el Wiltern en esta ciudad, vestido con un traje azul salpicado de diamantes de imitación para interpretar por primera vez las canciones de su nuevo álbum, “Wonderful crazy night”, sondeó ansiosamente a la multitud de fanáticos incondicionales y gente de la industria de la música.

“Cuando uno está tocando cosas nuevas -declaró después- piensa ‘¿van a ir al baño?’ ‘¿Les va a gustar?’ Es imposible que les guste de inmediato porque, comparado con las otras cosas, no va a sonar tan bien”. El cantante llenó su actuación de dos horas y media en ese club -un teatro art decó cuyo tamaño es de una décima parte de las arenas en las que normalmente toca- con esas “otras cosas”: éxitos como “Bennie and the Jets” y “Saturday night’s alright for fighting”, mientras se paraba y pavoneaba alrededor del piano, como un consumado artista. “Ya nadie rocanrolea -dijo, exhortando al público-. Todos chochean. ¡Quisiera hacer un álbum de rock and roll adecuado para todos los que chochean!”

Unos días después, en su casa en Beverly Hills decorada al estilo modernista de los años 60, dijo que disfrutó el concierto, pero que no se sintió relajado. Se encogió de hombros afablemente: “si ya no te da miedo, entonces tienes que abandonarlo”.

Lleno de energía

Desaparecer no es el estilo de Elton John. “Wonderful crazy night” es su álbum de estudio número 33. Cumplirá 69 años en marzo y el año próximo celebrará medio siglo junto con su compañero compositor y letrista, Bernie Taupin, un acto casi único de resistencia en el rock and roll.

Pudiera perdonársele apoyarse un poco en sus mayores éxitos al final de su carrera, especialmente mientras disfruta de la vida familiar con su esposo, el productor de cine David Furnish, y de sus hijos, Zachary, de cinco años, y Elijah, de tres. Pero en vez de ello, John se ha insertado más vigorosamente en la cultura pop, el arte y la política. Ha continuado con su activismo y defensa de los derechos de los homosexuales y con la investigación sobre el sida mientras está en una gira de conciertos incesante.

Es probablemente el único músico que se ha anotado un espectáculo en Apple Beats 1 Radio y una conversación telefónica con el presidente ruso, Vladimir Putin, con pocos meses de diferencia. Se queja como un rapero, y actúa como mamá gallina con artistas más jóvenes. Incluso empezó a coleccionar discos de vinilo de nuevo. A una escala extravagante, por supuesto.

“Su naturaleza es hacer las cosas cuando piensa en ello -lo describió Taupin-. Y ciertamente no está actuando como una máquina ahora; lo está haciendo porque le encanta. Pienso que si no estuviera de gira, se aburriría muchísimo. Creo que el escenario es su vida”.

John -quien al nacer en Pinner, un caserío en las afueras de Londres, recibió el nombre de Reginald Dwight- no pudo disentir. Rodeado de una formidable colección de arte (que integran nombres como Keith Haring, Willem de Kooning, William Eggleston y el artista pop chino Wang Guangyi), predicó sobre el valor de las actuaciones. “Si quieres estar en la jugada, tienes que ser bueno en vivo. Y tienes que hacerlo habitualmente para mejorar tus habilidades -analizó-. ‘Wonderful crazy night’ es un ejemplo de la energía que tengo en este momento de mi vida, por la cual estoy muy agradecido. No quiero regodearme en la nostalgia”.

Un desafío

Después de “The diving board”, su álbum de 2013 más oscuro y más íntimo, anhelaba algo de ritmo. “Le dije a Bernie ‘tú estás en un buen lugar, yo estoy en un buen lugar. Hagamos el álbum alegre y tan feliz como podamos’”. Pero la alegría no se da fácil. “No está en mi naturaleza -admitió Taupin, de 65 años-. Tuve que adoptar mi personalidad feliz”.

John también: “como pianista, encuentro muy difícil escribir canciones con ritmo rápido. Uno puede escribir baladas fácilmente. Esto fue un desafío para mí”. El álbum tiene canciones de amor lánguidas y joviales, como lo expresó John, y una, “Good heart”, inspirada en los hijos de los músicos.

Taupin, quien compone en guitarra, a veces da a su compañero el fondo de una canción, pero con igual frecuencia John prefiere que permanezca en el misterio y crea una melodía diferente. “¿‘Tiny dancer’? ¿‘Rocket man’? Descubro lo que significan unos 30 años después”, admitió.

Como un hermano

Su proceso de composición es idiosincrásico. Taupin vive con su esposa y sus hijas pequeñas en un rancho cerca de Santa Bárbara, California; John, según dijo por teléfono, había estado ahí “una vez en 25 años”. Se escriben correos electrónicos principalmente sobre música. Para “Wonderful crazy night”, Taupin escribió las letras de 24 canciones, que John vio por primera vez cuando llegaron juntos al estudio, con su grupo. Él escribe y graba, en análogo, en unos días; “no me detengo mucho en las cosas”, dijo.

Su relación es una de las grandes casualidades en la historia de la composición: fueron juntados al azar por un sello discográfico en Londres en los años 60. “Tomó cinco años -recordó John- convertirme en Elton John”. Luego siguieron siete álbumes que llegaron al número uno. Dos de sus compañeros de banda de esa era, el baterista Nigel Olsson y el guitarrista Davey Johnstone, siguen con él.

Aunque tomaron descansos, la asociación John-Taupin está igualmente arraigada. “Él fue mi primer amigo. No es cursi ni una tontería decir esto. Como no hemos vivido pegados uno al otro, seguimos amándonos. Para mí, él es como un hermano”, reveló el cantante.

Habilidad para unir

La obsesión de John, además de la música, es el arte. En la portada de su último álbum está sonriendo frente a una foto de la artista de Brooklyn Mariah Robertson; su video para “Blue wonderful” fue inspirado por una imagen de Gregory Crewdson. Tiene un piano en algunas de sus casas, pero los niños lo tocan más que él, dijo. Sin embargo, se emocionó mucho con su colección de discos de vinilo, que ahora asciende a unos 3.000 títulos, desde Nina Simone hasta la estrella del country Chris Stapleton. Pone mucha atención a los artistas nuevos e invita a almorzar a compositores como Sam Smith y James Blake.

“Es una influencia enorme”, opinó Tom Odell, otro joven músico británico a quien John asesora. Discutieron movimientos de su carrera y su álbum próximo a salir. “Podemos hablar sobre discos por horas -contó Odell-. No creo que vaya a detenerse nunca. Se apasiona más que algunos de mis amigos de 23 años que están haciendo música”.

En un correo electrónico, Adam Lambert señaló: “cuando estaba en las etapas finales de ‘American Idol’, Elton me escribió a mano una nota deseándome suerte y elogiando mi participación en el programa”. Lambert, quien se declaró homosexual después de que terminó su temporada de “Idol”, añadió que, de niño, cuando escuchó por primera vez la música de John en “The lion king”, para hablar de él “se usó la etiqueta de gay, pero nunca sonó como algo negativo. Era sólo un hecho. La atención se centraba en su música”.

Después de un año en el cual perdió a Ingrid Sischy, la crítica cultural y amiga cercana que estaba escribiendo su biografía, y a su compatriota David Bowie, John comprensiblemente tiene su legado en mente. La comunidad gay sigue siendo estigmatizada en África, Europa Oriental y otras partes, apuntó. “Voy a tratar de ayudar, ver si puedo cambiar las cosas. Probablemente no lo haga mientras viva, pero lo intentaré. Podría ser ridiculizado o podrían burlarse de mí; estoy preparado para eso. Pero sé que tengo la habilidad de unir a la gente, así que tengo que intentarlo”.

Primero, espera aprovechar su conversación telefónica con Putin para pedirle una reunión frente a frente. “No voy a ir ahí y decirle ‘oiga, señor Putin, tiene que hacer esto’ -aclaró-. Voy a tomar una taza de té y voy a hablar con él, y confraternizar. Todo tiene que ver con confraternizar”.

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