La novela negada
15 Noviembre 2015
Por Pablo Nardi - Para LA GACETA - BUENOS AIRES

Hay quienes dicen que para leer a Nabokov por primera vez, lo mejor es no empezar con Lolita sino con Pálido fuego. Si se quiere conocer a Dostoievski, no leer Crimen y castigo: conviene empezar con El jugador. El Sonido y la furia, para Faulkner, tampoco; mejor es Mientras agonizo. Como una mujer a quien se la ve por primera vez sin maquillaje, la idea es tener una primera impresión con una obra menor antes de ir a la principal. Podríamos intentar este procedimiento con Antonio Dal Masetto.

De origen italiano, Dal Masetto nació en 1938 y a los doce años cruzó el Atlántico con su familia para instalarse en Argentina. La anécdota es conocida: como no sabía español, comenzó a leer cualquier tipo de libros para ir, de a poco, incorporando el idioma. Quería conquistar el territorio al que llegaba; recién cuando pudo afirmarse como argentino se sintió en condiciones de escribir sobre la inmigración.

En 1994 ya había escrito Oscuramente fuerte es la vida y La tierra incomparable. Es decir, Dal Masetto ya era Dal Masetto. Sin embargo, en 2010 se publicó La culpa (Tusquets), una novela sin duda menor en su obra novelística, pero en la que vale la pena detenerse. Cuenta la historia de un pintor solitario, César, que viaja a un pequeño pueblo de Brasil donde 17 años atrás llegó de mochilero con Lucía, una jovencísima militante de izquierda que luego desapareció en la dictadura militar. 

El protagonista viaja en el espacio para transportarse en el tiempo. Quiere revivir ese viaje que hizo 17 años antes con Lucía, quiere recrear cada momento y volver a cuando fueron felices. Es una novela de nostalgia, de viaje pero también tiene velado un profundo anclaje político. La novela no registra el viaje de César sino que lo representa. Ya en Brasil, conoce a un librero que le cuenta una historia muy simple: había un hombre que cada tanto escupía fuego y no sabía por qué. Después de años de probar con todos los médicos, curanderos, religiones y métodos posibles, se da cuenta de que ese fuego era una forma de manifestar todas las palabras que en su vida debió haber dicho pero que, en cambio, calló. Eran las palabras reprimidas, negadas, sofocadas. 

Esa sensación de melancolía, de no poder volver el pasado atrás, de tener una deuda pendiente, es lo que marca el tono de La culpa y lo que, en definitiva, representa el tono de la obra general de Dal Masetto. 

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