El arte como recurso para no volverse loco

El arte como recurso para no volverse loco

Yayoi Kusama, la artista viva más importante de Japón, dijo que la pintura, la escultura y la escritura evitaron que se suicidara. “La enfermedad psicológica que padezco desde la infancia. Depresión, trastorno de despersonalización, trastorno obsesivo-compulsivo. He luchado contra ello con todo mi arte”, afirma.

20 Septiembre 2015
Por Alfredo Ygel
PARA LA GACETA - TUCUMÁN

Hay acontecimientos que irrumpen en la vida de un ser humano. Un tiempo, a veces un instante, en el que el sujeto queda absolutamente conmovido, desligado de los recursos imaginarios y simbólicos que hacen de sostén a su psiquismo. El dolor, la muerte, el desamparo, estremecen al sujeto dejándolo a la deriva, provocándole una pérdida del sentido que hasta allí sostenía su existencia. Tiempo de emergencia frente al cual toda persona deberá inventar algo, un artificio que da cuenta de un saber y hacer con eso. Muchas veces son los propios sujetos quienes por las marcas de su historia y los avatares de su vida, disponen de estos recursos. Otras veces estos desnudamientos no son posibles de remediar y llevan a que un sujeto consulte a un Psicoanalista en su sufrimiento. Este es uno de los desafíos al que la praxis analítica convoca a los analistas.

Yayoi Kusama, la artista viva más importante de Japón, declara en una entrevista que su opción era el arte o la muerte. Dice que la pintura, la escultura, la escritura, es lo que evitó que se suicide. Es entonces lo imaginario y lo simbólico hecho arte lo que la salva de la muerte.

Pintar o suicidarse, la escritura como necesidad vital frente a la soledad y el desamparo, escribir o morir, son los modos que los artistas enseñan con sus artificios y creaciones ese saber y hacer con lo traumático de la vida que de otro modo se vuelve atrapante y mortífero. Yayoi Kusama, muestra de modo ejemplar esta posibilidad, de arte-sanar algo de la vida. La misteriosa “princesa de los lunares” muestra en su obra, en esa fusión de lo público y lo privado, la delgada línea que separa la producción artística de sus obsesiones personales.

Yayoi cuenta en sus relatos autobiográficos que siendo niña empezaron sus alucinaciones además de experiencias extracorporales. Allí comenzó a pintar. Dice que su creación artística tiene su origen en “la enfermedad psicológica que padezco desde la infancia. Depresión, trastorno de despersonalización, trastorno obsesivo-compulsivo. He luchado contra ello con todo mi arte”.

Su madre la obligaba a seguir a su padre en sus constantes aventuras sexuales. Luego le obligaba a relatar las escenas presenciadas, para después castigarla descargando en ella su ira. Una libreta que llevaba permanentemente le servía para dibujar como escape a la crueldad materna, aunque esta destruía después todos sus dibujos. Sus creaciones eran la posibilidad de la cura. Veía auras alrededor de objetos, los animales y plantas le hablan. Esas figuras alucinadas comienzan a meterse debajo de su piel borrando el límite entre su cuerpo y el mundo exterior. Apela a pintar en forma reiterativa figuras, puntos, arcos, en forma interminable. Pinta redes infinitas con lunares en telas interminables sin cortar. Cuando se termina la tela pinta en el piso, en los muebles, en su propio cuerpo. Yayoi transforma sus alucinaciones en lunares. Son esas redes infinitas, esa reiteración infinita de lunares la que hacen de soporte a eso ilimitado, a ese dolor infinito que la invade.

Crear o morir

Eso ilimitado entre el mundo y lo que está bajo su piel, se expresa también en la unidad que plantea entre su obra y su biografía, entre sus exposiciones y su “trastorno mental”. Ella expone y se expone sin límites. Lo externo la penetra, lo interno se desborda al exterior. Su arte, su obra, cura su locura. Su vida se anuda con su obra salvándola del suicidio. Pero es también allí donde ofrece a su público la posibilidad de entrar en su mundo infinito y gozar de la belleza y la maravilla.

Cuando en una entrevista le consultan sobre si hizo alguna vez Psicoanálisis responde que tuvo una mala experiencia en New York y luego aclara: “Aquí en Tokio, en cambio, mi médico piensa en el desarrollo artístico”. Yayoi, otra vez genial, nos pone en la pista. Es el desarrollo de su obra lo que la salva de su enfermedad. Si tal como los artistas enseñan: no hay ambigüedades, se trata de crear o morir. Entonces cada uno como sujeto es responsable de artificiar, de producir un saber y un hacer algo con el sufrimiento.

Este es el desafío al que la practica psicoanalítica convoca allí donde un analista es consultado por un sujeto que sufre. Se trata de acompañarlo lo más lejos posible en el desarrollo de su obra, en la construcción del destino de su vida, para encontrar un remedio que remede sus desanudamientos. Si la poesía, la escritura, la pintura, y las distintas formas del arte se plantean como opción frente a la muerte y la locura, el psicoanálisis se constituye en una opción válida para aquellos que no encuentran sus propios recursos allí donde la vida los confrontó a callejones sin salida. Pero ello a condición de que los analistas sepamos situarnos en el lugar que nos toca apuntando, como el analista de Kusama, al desarrollo de la obra de la vida de cada sujeto a fin de que haga algo con su vida.

© LA GACETA

Alfredo Ygel - Psicoanalista.

Profesor Facultad de Psicología de la UNT.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios