Donarle su riñón resignificó para ellas el “contá conmigo”

Donarle su riñón resignificó para ellas el “contá conmigo”

Un riñón, un lugar vacío en la mesa o un viaje inolvidable... cualquiera de estas historias reafirman la idea de que la verdadera amistad deja huellas imborrables. Daniela no dudó en donarle el órgano que necesitaba Ana, los amigos de Santiago no han dejado de evocarlo en cada brindis y los de José recorrieron Europa sin saber que sería el último viaje todos juntos.

DEL CORAZÓN. “Si una está dispuesta a donarle un riñón a un familiar, ¿por qué no a una amiga?”. DEL CORAZÓN. “Si una está dispuesta a donarle un riñón a un familiar, ¿por qué no a una amiga?”.
En el último instante antes del bisturí, el médico volvió a preguntar a Daniela:

—¿Para qué está acá?

—Para donarle un riñón a mi amiga.

Entonces la durmieron.

Había pasado más de un año desde que Daniela le había dicho a Ana “contá conmigo”, una frase que tantas veces habían revoleado al aire, pero que ahora se haría carne. Su “contá conmigo” fue tan en serio que, con tal de ver bien a su amiga, se sacó un pedazo suyo y le ofrendó el regalo más inmenso que alguien podría hacerle.

Los médicos se sorprendían, como se sorprendían los otros amigos, las familias de ambas, y también los abogados, fiscales y jueces. Porque, como si no hubiesen sido suficientes los estudios clínicos y las pericias psicólogicas, Ana y Daniela tuvieron que someterse a un juicio para autorizar la operación y garantizar que el transplante no consistiera en una transacción comercial. En esa instancia, las dos amigas que se conocieron a los cinco años en la escuela Sarmiento, hicieron llorar al secretario que redactaba el acta. Ana y Daniela pueden gritarlo: ellas hicieron llorar a un abogado.

Ana sufría una enfermedad renal crónica que la empujó a diálisis y más tarde a la única opción posible. Un transplante de riñón era la salida para que esta psicóloga que hoy tiene 35 años pudiera recuperar su vida normal. Nadie de su entorno familiar era apto para la donarle el órgano y fue ahí cuando Daniela le reiteró: “contá conmigo”.

— Yo jamás lo dudé -cuenta Daniela-. Todo esto se dio de manera muy natural y cuando se lo ofrecí... Supongo que de alguna forma era algo que ya venía pensando, porque todo apuntaba a que Ana iba a necesitar un transplante. Nunca dudé de que el juicio iba a salir a favor, de que íbamos a ser compatibles. Ana, en cambio, lo vivía con más ansiedad. Es muy raro, porque yo no soy así en mi vida cotidiana. Yo necesito que mis afectos estén bien, eso me sostiene; entonces pienso que también lo hice por mí, porque no me bancaba que ella estuviera mal. De todos modos, no haría eso por cualquier persona, ni si quiera por cualquier amiga. Pero Ana...

Pero Ana... es una de las cosas que tuvo que explicar Daniela en la entrevista con los psicólogos. ¿Por qué Ana? “Toda la previa fue muy desgastante. Porque te preguntan cosas que uno nunca ha pensado, como por qué soy su amiga. Y por qué es mi amiga... no sé cómo explicarlo”.

Daniela se emociona. No puede hablar más de tres o cuatro frases porque los ojos se les ponen rojos. Ya no es el dolor, ni el miedo de hace un año atrás, ni el sufrimiento por su enfermedad. Es emoción. Un profundo agradecimiento que no encuentra palabras.

— ¿Entendés lo que significa que alguien dé la vida por vos, que se ponga en riesgo por vos? -pregunta, se pregunta-. Es muy fuerte recibir algo tan inmenso que sabés que no vas a poder devolver de ningún modo. Lo único que puedo hacer es cuidarme más que nunca, es un compromiso que tengo.

Cicatrices que no duelen

Ana y Daniela no son de esas amigas que se ven o se mensajean todos los días. Quizás no les hagan falta esos rituales para saber que se tienen la una a la otra, siempre. Y mucho menos ahora, que tienen una vínculo eterno. Cuando se encuentran, una vez a la semana en promedio, hacen el intento de esquivarle al tema. Pero es imposible. La operación, la generosidad, el cariño infinito y los detalles de ese largo y movilizador proceso vuelven a tomar las riendas de las charlas. Frases como “vos sos indispensable para mí”, son las que a Ana la dejan congelada. Y vuelve a emocionarse cada vez que Daniela le confiesa que fueron dos los momentos más importantes de su vida: el nacimiento de su hija y la donación del riñón. Ambas dejaron cicatrices, pero ambas significaron dar vida.

La hija de Daniela tenía poco más de un año cuando ella decidió donarle un riñón a Ana. Y si hubo algún dejo de duda, o intenciones de consultar con la familia sobre lo que estaba por hacer, fue principalmente por ella.

— Había quienes me decían que en un futuro mi hija podría necesitar un riñón y que yo podría donarle. Pero uno no puede pensar en eso. Mi amiga lo necesitaba ahora. También averigüé mucho acerca de los riesgos que podría correr yo, pero un donante puede hacer su vida normal, se puede vivir con un solo riñón. Yo no lo dudé nunca, supe desde el principio que seríamos compatibles y que todo andaría bien -cuenta Daniela, casi como si contara la historia de otra persona-.

— Ella siempre estuvo más convencida que yo -replica Ana-. Le pregunté muchísimas veces si estaba segura de lo que estaba haciendo. Cuando me despertaron de la operación, lo primero que pregunté era cómo estaba ella. Todo funcionó increíblemente bien, para ella y para mí. Los médicos me dijeron que no me habían donado un riñón, que me habían donado un Audi. En el acto empezó a funcionar. Y es que si algo viene del amor... no puede ir de otra forma -reflexiona-.

Quizás podría pensarse que, si a uno le hubiese tocado semejante suerte, que si uno recibiera una bendición tan inmensa en la vida, tendría ganas de salir gritando a viva voz esta historia que marcó un precedente en materia de donantes vivos en la provincia. Fue el primer caso en que no fue un familiar, sino un amigo. Pero no. A ellas todavía les cuesta hablar sin emocionarse, sobre todo a Ana, a quien todavía le pesan los años de vulnerabilidad. Por eso pidió que no se publicaran sus nombres reales, ni mucho menos sus fotos.

— Muchos nos dijeron que fuimos un ejemplo -dice Ana, convencida de que ese atributo no les queda grande-. Si sirve para crear consciencia, para demostrar que esto es posible y que se puede dar vida a alguien de tu entorno que lo necesita, entonces en buena hora la entrevista.

— Para mí es más simple -reflexiona Daniela-: si uno piensa que es “normal” o que estaría dispuesto donarle un órgano a un familiar, ¿por qué no a un amigo?

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