El destino de las bibliotecas personales

El destino de las bibliotecas personales

Cuando sus dueños fueron pensadores y hacedores de la cultura, suelen albergar valiosísimos tesoros cuyo precio no se puede calcular de modo convencional. Estos tesoros corren peligro de perderse si no se les da un destino satisfactorio. En Tucumán, varias colecciones están a disposición de los estudiosos o el público en general, pero otras esperan, apiladas en cajas, el momento en que puedan ser descubiertas por sus potenciales lectores

HERENCIA CULTURAL. El historiador Carlos Páez de la Torre (h) donó parte de su valiosa biblioteca a LA GACETA en abril de 2013. LA GACETA / FOTO DE INES QUINTEROS ORIO HERENCIA CULTURAL. El historiador Carlos Páez de la Torre (h) donó parte de su valiosa biblioteca a LA GACETA en abril de 2013. LA GACETA / FOTO DE INES QUINTEROS ORIO
19 Julio 2015

Por Verónica Estévez | Para LA GACETA - Tucumán

El 7 de julio de 2005 David Lagmanovich (doctor en letras, periodista, escritor) junto a su esposa, la pedagoga Inés Cullel, donaron casi 10.000 libros al Centro Cultural Alberto Rougès de la Fundación Miguel Lillo. La biblioteca en cuestión, especializada en temas de lengua y literatura, fue formada a lo largo de muchos años en Tucumán, en otras ciudades argentinas y en el exterior. “No se trata de la biblioteca de un coleccionista, —decía Lagmanovich en la ceremonia de inauguración— sino de una biblioteca de profesional. En su formación no intervinieron criterios de rareza editorial ni del consecuente valor monetario de los libros, sino que fueron adquiridos en función de nuestra dedicación profesional”. Se destacan, en esta donación, dos secciones: la dedicada a la narrativa policial y libros afines y otra que representa el quehacer literario y cultural del Noroeste argentino.

El acto de David Lagmanovich y su esposa es ilustrativo para abordar una cuestión problemática: ¿Qué destino tienen estas bibliotecas personales?

Cuando una figura con actuación en los ámbitos culturales y/o académicos fallece, sus familiares se encuentran ante el gran problema de qué hacer con la biblioteca que durante toda su vida este creó, alimentó y reprodujo cual hijo dilecto. En algunos casos, algún heredero de sus intereses, la conserva y continúa la tradición de cuidarla y reproducirla. Pero, la mayoría de las veces, nadie puede hacerse cargo de tamaña cantidad de libros (ya que hay que destinarles un espacio bastante amplio), y por otro lado se piensa en la posibilidad de que pueda ser aprovechada por alguna institución cultural (educativa, científica o de extensión a la comunidad) para ofrecerla al público. En muchos casos, el propio dueño, cercano a su retiro, se preocupa personalmente por buscarle un lugar provechoso, asegurarse de que eso que tanto amó y construyó no sea destruido y también para evitar los inconvenientes a sus parientes. Ese fue el caso de Lagmanovich, y también el del historiador Carlos Páez de la Torre (h) que donó parte de su valiosa biblioteca a LA GACETA de Tucumán en abril del 2013. Páez de la Torre confiesa que eligió esta institución para agradecer, a la empresa donde trabaja desde hace 53 años, el hecho de que despertó su vocación de historiador y la alentó permanentemente. Además, agrega, “desconfío —por experiencia— de la capacidad de la UNT y del Archivo Histórico de Tucumán para conservar estas donaciones como el dueño hubiera querido que se conserven”. Su colección, de aproximadamente 4.500 ejemplares, está compuesta principalmente por historia argentina. Hay también narrativa nacional y extranjera, ensayos políticos, clásicos, pero lo principal es historia. No hay joyas bibliográficas en especial, pero sí muchos inhallables, ya que sus ediciones se agotaron hace tiempo. La donación se completa con fotocopias anilladas de libros antiguos y unas veinte cajas tamaño oficio con documentos, fotocopias y material que el historiador empleó en sus investigaciones.

“Puse las cláusulas de que lleve mi nombre; que sea pública; que se atienda a diario; que sea de consulta y que no se presten libros: sólo pueden sacarlos en préstamo y bajo recibo, mis hijos y yo”. Entre las razones por las cuales tomó esta decisión, mientras todavía puede hacer uso de esta colección, Páez de la Torre destaca:

“a) nunca se sabe el criterio de los descendientes; b) no quiero cargar a los herederos con una tonelada de libros: la experiencia me indica que es muy difícil venderlos uno por uno; que es muy difícil también encontrar quién los acepte en donación; y quiero evitar que terminen vendidos por kilo.”

Leoni Pinto, Valentié, Padilla


En Tucumán también hay otras bibliotecas que provienen de colecciones particulares, a la muerte de sus dueños:

La del ISES (Instituto Superior de Estudios Sociales CONICET-UNT) ha sido creada a partir de la donación de la familia del Dr. Ramón Leoni Pinto. Consiste en los libros, revistas y archivo personal que pertenecieron al periodista e investigador, especializado en historia y cultura del Noroeste argentino. Esta biblioteca se encuentra completamente clasificada y catalogada, siguiendo criterios bibliotecológicos modernos.

El Centro Cultural Alberto Rougès de la Fundación Miguel Lillo, además de la Biblioteca de letras de Lagmanovich, posee otros tres legados bibliográficos:

La destacada filosofa tucumana María Eugenia Valentié manifestó en vida su deseo de que, una vez desaparecida, sus libros fueran al centro cultural del que formó parte como asesora y curadora de la obra del filósofo tucumano Alberto Rougès. Su hija lo concretó a su muerte, en el 2009. Su colección, de aproximadamente 2.000 libros, está formada no sólo por temas de filosofía en los que ella fue especialista (filosofía de la religión, religiosidad popular, mitología, etc.), sino también por libros que revelan otros intereses y sus gustos: cultura tucumana, literatura francesa, arte en general.

El hijo del ex gobernador de Tucumán Ernesto Padilla (quien también fue diputado y miembro de la reconocida Generación del Centenario, forjadora de nuestra universidad, entre otros logros) donó toda la biblioteca de su padre, con mobiliario incluido, a la Fundación Miguel Lillo, que la destinó al local del centro cultural. 2.000 textos de historia, cultura y política del noroeste, documentos de los inicios de la universidad de Tucumán y del Primer Centenario, piezas arqueológicas y muebles bellamente diseñados, cuadros y esculturas originales forman parte de esta colección.

De igual manera se incorporaron los casi 2.000 libros de artes en general y cultura del noroeste del doctor Jorge Luis Rougès, abogado de reconocida actuación en Tucumán, no sólo en el ámbito de la abogacía sino, y sobre todo, en el cultural, ya que fue presidente de la Comisión Asesora Vitalicia de la Fundación Miguel Lillo durante 30 años y miembro delegado de la Academia de Nacional de Bellas Artes argentina.

Los libros de Sisto Terán

La Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino formó sus bibliotecas a partir de donaciones de colecciones personales. En marzo de 1993 los hijos de Sisto Terán y Sofía Nougués decidieron donar los libros de sus padres a la UNSTA y desde entonces funciona como “Biblioteca Sofía Nouguès y Sisto Terán”. Alejandro Alvarado, bibliotecario responsable de los procesos técnicos de las bibliotecas de esa casa de estudios, nos cuenta que “la familia Terán Nouguès, muy vinculada a los dominicos, decidió la donación para conservar el legado de su padre el doctor Sisto Terán. Luego esta formará parte de la Biblioteca Integración del Saber, como una colección cerrada, respetando la cláusula de la donación, con un total de 4.500 libros y unas 1.500 publicaciones periódicas. Entre otras, la colección Sisto Terán alberga las obras completas de Voltaire (edición original de 1819), Obras completas de Santo Tomás (edición Leonina de principios del siglo XX), Obras completas del jesuita Francisco Suárez, de San Agustín, de San Buenaventura, etc. Nos enorgullece tener tomos del Dictionnaire de Spiritualité, la colección “Les Belles Lettres” de la Association “Guillaume Budé”. A este fondo pertenece el libro más antiguo que tiene la UNSTA: Dogmatum theologicorum de verbi Dei incarnatione: tomus unicus de Ludovico Thomassino, editado en París por Franciscus Muguet en 1680.”

A estas instituciones podemos sumar el museo Casa Histórica, con la valiosa “Biblioteca tucumana”, de unos 3.000 títulos, que cuenta con la mayor colección de fuentes y bibliografía de los siglos XVIII y XIX sobre la historia de Tucumán, donación de Miguel Alfredo Nougués, y La Peña cultural El Cardón, con los libros de Antonio Torres y Gustavo Bravo Figueroa.

Lo que tienen en común todas estas bibliotecas es que fueron recibidas por instituciones relativamente pequeñas que permitieron que las colecciones fueran rápidamente catalogadas, clasificadas y puestas a disposición del público sin demasiados engranajes burocráticos y con el cuidado de mantener, sobre todo, su unidad original.

© LA GACETA

Verónica Estévez - Profesora en Letras.

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