Por Carlos Páez de la Torre H
29 Mayo 2015
ESCUDO DE TUCUMÁN. Versión que decoraba la sala de sesiones de la Cámara de Diputados de la Confederación Argentina, en Paraná. la gaceta / archivo
Hacía notar Juan B. Terán, en su artículo “Tucumán” de 1937, el papel clave que jugó nuestra provincia en la formación del país. Inicialmente, la batalla de Campo de las Carreras en 1812 y la declaración de la Independencia en 1816, ambas ocurridas en su suelo, “fueron hechos con trascendencia americana”, afirma. Luego, fue “la menos ‘federal’ de las provincias”, dice, y en nota al pie de página apunta que un detalle “pequeño pero sugestivo” así lo corrobora.
En efecto, el escudo de Tucumán, como el de Buenos Aires y el de San Juan, “es casi exactamente el escudo de la Nación. En cambio, los de las restantes provincias acusan un sentido regional o particular: flechas en el de Santa Fe, torre en el de Córdoba, llama en el de San Luis, una estrella en el de Salta, etcétera”.
Tucumán fue “baluarte contra Quiroga y dos veces su víctima. Estuvo sola con Paz en la lucha con los caudillos. Buscó con Marco Avellaneda dar alcance nacional a la guerra contra Rosas, haciendo la Coalición del Norte”. Las grandes “luchas que fraguaron la unidad nacional, no se definían si no se sellaban en tierra de Tucumán”. Sólo después de la batalla de La Ciudadela, en 1831, podía juzgarse vencida la revolución de Lavalle de 1828. Sólo después de la batalla de Famaillá, en 1841, “pudo tenerse Rosas por vencedor y amo de la República”.
Para gobernar por primera vez la Nación unida, Bartolomé Mitre “se asoció a un tucumano, Marcos Paz”. Y correspondió a otro tucumano, Nicolás Avellaneda, “completar la unificación del país, imponiendo como Capital política a su Capital histórica”.
En efecto, el escudo de Tucumán, como el de Buenos Aires y el de San Juan, “es casi exactamente el escudo de la Nación. En cambio, los de las restantes provincias acusan un sentido regional o particular: flechas en el de Santa Fe, torre en el de Córdoba, llama en el de San Luis, una estrella en el de Salta, etcétera”.
Tucumán fue “baluarte contra Quiroga y dos veces su víctima. Estuvo sola con Paz en la lucha con los caudillos. Buscó con Marco Avellaneda dar alcance nacional a la guerra contra Rosas, haciendo la Coalición del Norte”. Las grandes “luchas que fraguaron la unidad nacional, no se definían si no se sellaban en tierra de Tucumán”. Sólo después de la batalla de La Ciudadela, en 1831, podía juzgarse vencida la revolución de Lavalle de 1828. Sólo después de la batalla de Famaillá, en 1841, “pudo tenerse Rosas por vencedor y amo de la República”.
Para gobernar por primera vez la Nación unida, Bartolomé Mitre “se asoció a un tucumano, Marcos Paz”. Y correspondió a otro tucumano, Nicolás Avellaneda, “completar la unificación del país, imponiendo como Capital política a su Capital histórica”.
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