El tiempo de Kairós
En su libro “Los mitos griegos”, Robert Graves relata que en la antigüedad clásica existían dos dioses del tiempo: Cronos y Kairós. Cronos era el dios del tiempo cronológico, cuantitativo; del tiempo de los calendarios y el de los días que se suceden sin un destino preciso. Kairós, en cambio, era el dios del tiempo cualitativo, es decir: de lo vivido, de los instantes únicos, de la íntima experiencia, de la memoria y del olvido, que también es parte de la memoria. Para los griegos, Cronos era la deidad “estrella” de la época, mientras que Kairós era prácticamente desconocido. Y ambos, aún siguen teniendo injerencia en nuestro tiempo; de alguna manera nos controlan. Por ejemplo: la política es propia de Cronos; en cambio, la cultura se vincula íntimamente con Kairós.

Por eso, viene bien recordar que el alma de un pueblo está en los relatos de esos momentos de Epifanía que moldean nuestra historia y que Cronos y Kairós se disputan como dos adolescentes en conflicto. Así como Troya fue el temblor de Paris en los brazos de Helena y la desesperación de Príamo ante la muerte de Héctor, nuestra realidad está marcada por nuestras perdiciones. Jorge Luis Borges lo expresó de una manera mucho más poética. Dijo: “somos mar, somos nube, somos olvido... Y somos también aquello que hemos perdido”. Por eso, para volver a ser, necesitamos desesperadamente recuperar nuestra memoria. Y esa es precisamente la tarea que ha asumido el grupo de vecinos taficeños que comanda los destinos del Museo Ferroviario. Único en su tipo, este verdadero albergue de la historia fue reabierto oficialmente el sábado luego de un período oscuro en el que la política mal entendida y las ambiciones personales se confabularon para sumergir a ese templo del ferrocarril en el peor de los olvidos. Pero esa lucha silenciosa entre Cronos y Kairós, finalmente, culminó. Y de la mejor manera. En una amplia nota que publicamos hoy, contamos cómo el museo y sus tesoros han comenzado una etapa de restauración pública que permitirá a tucumanos y foráneos disfrutar de su increíble riqueza. Kairós ha triunfado en esta oportunidad, aunque Cronos sigue manejando los hilos en estos tiempos netamente políticos. Lo que resta ahora es esperar que la nueva dirigencia tome la posta y apoye sin ningún tipo de ambición política, la recuperación de este santuario del pasado que ampara joyas que nunca deberían dejar de brillar. Un santuario que, durante muchos años parecía perdido y que ahora vuelve al ruedo con su magia intacta. Un santuario que no sólo une a los taficeños con hilos imperceptibles, sino que también conecta a una buena parte de los argentinos. Porque lo que hay en ese museo no sólo es memoria colectiva, sino también identidad. Y el deber de los funcionarios es justamente velar por esa identidad.

Decía el filósofo Walter Benjamin que el hombre no puede alimentarse sólo de realidad. Necesita relatos que le permitan transformar las pequeñas circunstancias de su vida en algo significativo y precioso que pueda compartir con sus vecinos. Por eso es tan decisiva la cultura. Si la comparamos con una hoguera lo que importa, como decía Benjamin, no es hablar de la madera que la alimenta sino del misterio de la llama que la hace arder. “Sólo ella custodia el enigma de la vida”, escribió. Avivar esas llamas es lo que necesitamos. Lejos de los magnos eventos, de las promesas anunciadas con bombos y platillos, de las inauguraciones llenas de autoridades somnolientas y de los tristes argumentos políticos, la verdadera cultura es algo tan simple como las medallas de bronce de aquellos 5.000 empleados ferroviarios que ahora yacen en una vitrina como testimonio de la grandeza de un taller que supo ser ejemplo en toda Sudamérica. O la colección de libros del siglo pasado sobre Filosofía, Teología e Historia que los ingleses -humanistas en todo sentido- trajeron de su tierra para matar el ocio durante los años de construcción de la portentosa fábrica. Todo eso es verdadera cultura.

Los sofistas solían decir que cuando Kairós aparecía era el momento adecuado para hacer algo. “Es el mejor guía para cualquier actividad humana”, afirmaba Hesíodo. Pues bien, Kairós se ha presentado en Tafí Viejo para reclamar una acción concreta. Ahora es el momento de ponerse a trabajar para que las puertas de ese museo no vuelvan a cerrarse y la historia brote a borbotones de todos aquellos espejos rotos.

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