Colorado el 23
Después de meditar durante largos segundos miró el paño y jugó su última ficha: un pleno al colorado 23. Como un apostador exhausto, acorralado por el paso del tiempo y un destino esquivo, Domingo Amaya decidió ir a todo o nada en esta elección. En el camino se le habían presentado algunas alternativas, todas con un resultado más o menos cantado. Pero optó por la jugada más osada, más arriesgada y menos previsible. Puso el cuerpo para que otros, antes de que la ruleta se detenga y sentencie en qué número y color caerá la bola, celebren. Recién el domingo 23 de agosto, Amaya sabrá si disputó su última partida, o si su estrategia habrá significado un jaque mate al alperovichismo.

Esta semana, el esquema de poder en la provincia rotó tanto que los dirigentes, oficialistas y opositores, aún permanecen mareados. La alianza entre el radical José Cano y el kirchnerista Amaya se veía venir, pero ni uno ni otro sector habían tomado conciencia real de lo que esa unión desencadenaría. A cinco días de esa foto con el fondo de la Casa Histórica, aún hay quienes se preguntan dónde están parados. Sólo Cano y el secretario de Gobierno, Germán Alfaro, tienen la certeza de haber apostado a un juego seguro. Son, a juzgar por los resultados, los que mejor movieron sus fichas y menos capital arriesgaron. No es descabellado afirmar que el diputado por la UCR, en este proceso electoral, se graduó de estratega político. Tampoco que el secretario de Gobierno municipal se erigió como uno de los principales operadores del peronismo vernáculo. Ambos fueron los que, hasta en los momentos de mayor debilidad, con mayor énfasis sostuvieron la alianza que -con sólo mencionar- le genera sarpullidos en la piel al gobernador José Alperovich.

Desde que asustó al oficialismo en las legislativas de octubre de 2013, el referente radical supo que, para arrebatarle el poder al alperovichismo, debería sumar algo que su espacio nunca le podría aportar. El Acuerdo Cívico y Social, tal cual estaba concebido, había llegado a su techo. A partir de entonces pensó en Amaya, una figura del peronismo que a lo largo de 11 años había logrado disimular los magullones propios de quien comparte aventuras con los poderosos. Hoy, y a la vuelta de una conducción peronista del radicalismo, con vocación de poder y desinhibido pragmatismo, Cano logró lo que pretendía: conseguir una de las figuritas más difíciles para completar su álbum. Amaya posó junto a él y volvió a darle al radical el monopolio de la escena política antes de una contienda electoral.

Acorralado

El intendente afirma que no tenía alternativas. Es consciente de que el paso dado le generará mucho daño, pero se esperanza con que la recompensa a largo plazo será el premio mayor. Siente culpa, pero sostiene que el alperovichismo lo maltrató tanto que no le dejó una salida menos traumática. Se desilusiona cuando habla del kirchnerismo y recuerda que se cansó -sin éxito- de pedirle al chaqueño ex jefe de Gabinete de la Nación, Jorge Capitanich, una refinanciación de la deuda municipal en condiciones similares a las que obtuvo la Provincia. Cree que lo subestimaron y que, contrariamente a lo que difunde la Casa de Gobierno, casi lo expulsaron. De alguna manera, esa interpretación puede resultar correcta. No hubo, por parte del alperovichismo, ninguna oferta concreta para mantener al intendente en sus trincheras.

El lunes 11, cuando ya habían transcurrido varias reuniones a solas con Cano, el intendente recibió en su casa al único interlocutor alperovichista que le queda en pie. Igualmente, Jorge Gassenbauer nunca le ofreció, formalmente, la vicegobernación. Pero le pidió que fuera a verlo a “José”. En esa semana, un asustado Alperovich repitió en más de una ocasión ante los medios que las puertas estaban abiertas para quien quisiera regresar. El miércoles 13, en Buenos Aires, Amaya y el concejal Cristian Rodríguez, de buen vínculo con los dirigentes de La Cámpora, tuvieron otro intento de acercamiento. El kirchnerismo más puro sólo le ofreció al capitalino una senaduría, pero le aclaró que la fórmula Juan Manzur-Osvaldo Jaldo no se tocaba. Amaya, ahí, se terminó de convencer de que la postulación del ex ministro de Salud de la Nación no obedecía sólo a un capricho del gobernador, sino también a sus fuertes vínculos con el más alto poder nacional. Ni Gassenbauer ni los camporistas pusieron en la mesa de negociación con Amaya el futuro de la Municipalidad, porque hay un encono personal entre German Alfaro y el matrimonio Alperovich. Amaya, entonces, se dio por notificado de que su espacio no tendría lugar en el armado oficialista. Pretendía que le respetaran, al menos, lo que considera suyo: la estructura de la Capital. El jueves 14, Alperovich recibió un llamado del secretario de Cristina Fernández. Nadie sabe exactamente qué le pidió Carlos Zannini, porque el mandatario retransmitió muy poco de ese mensaje. Pero su rostro, después de esa conversación, se puso tenso durante varias horas. El titular del Poder Ejecutivo sólo dio a entender que, por pedido de la Rosada, debería aparecer como candidato a senador en las boletas de Daniel Scioli y de Florencio Randazzo en las PASO. Hay quienes sospechan que, de paso, Zannini le habría notificado a Alperovich que debía hacer un último intento por repatriar a Amaya. Sospechosamente, ese mismo jueves volvió a instar por los medios a regresar al intendente, aunque sin mencionarlo. Nuevamente, no tuvo éxito. El fin de semana, y con los teléfonos desconectados para el oficialismo, Amaya se convenció de que su única salida era el acuerdo con Cano. Dio el sí, de esa manera, para organizar el lanzamiento del martes 19.

Jugador voraz

En ciertas actitudes, Cano se asemeja a un jugador compulsivo. Porque apuesta en una mesa, gana, y va a otra por más. Insaciable, con la foto en el bolsillo, la vicegobernación de Amaya al caer y la coalición opositora en plena efervescencia, viajó nuevamente a Buenos Aires para ajustar uno de los últimos clavos flojos: el rol del massismo.

Dicen que -personalmente o por teléfono, según quien relate la versión- le pidió a Sergio Massa que frene su visita a Tucumán y que no levante el brazo de Gerónimo Vargas Aignasse como candidato a intendente. También relatan que hubo un pedido expreso de Alfaro a Cano en ese sentido, porque el amayista no quiere rivales en la capital. “El Gallego” ya le avisó a su correligionaria Silvia Elías de Pérez que debía desistir de sus aspiraciones, pero no logró convencer al legislador peronista, quien rechazó el ofrecimiento del propio Massa de ir por una diputación. Cano, igualmente, sí consiguió desactivar la llegada de Massa, aunque el tigrense no pudo siquiera hacer que Vargas Aignasse suspendiera el acto del jueves en Villa Luján.

Lo que el postulante a gobernador busca, en acuerdo con Alfaro y Amaya, es lograr una visita de Massa y de José Manuel de la Sota para la próxima semana, en la que los peronistas disidentes celebren el acuerdo opositor y presenten al intendente como la pata justicialista en la fórmula antialperovichista. Es, además, parte de la estrategia nacional del Frente Renovador: competir dentro de las PASO del frente que conforman el macrismo, el radicalismo y la Coalición Cívica. De ser así, el propio Amaya debería encabezar la lista de diputados, para hacer dúo con Cano como senador. La idea es fortalecer al presidenciable que resulte ganador en las Primarias de ese espacio. El problema es que son tan disímiles los intereses que los roces brotan a cada paso. Por ejemplo, mientras los canistas están desesperados por voltear la ley que prohíbe las dobles candidaturas, los amayistas ruegan porque quede en vigencia. Es que Cano asumió el compromiso de colgarse en las boletas de Mauricio Macri y de Ernesto Sanz el 9 de agosto, y Amaya sabe que necesitará tiempo para desempolvarse del kirchnerismo y prefiere no avalar papeletas contra el proyecto que durante años defendió. Además, evalúan, si Scioli-Alperovich les ganan dos semanas antes de los comicios provinciales, sentarán un antecedente peligroso para la batalla final. Por todo eso, el intendente prefiere esperar. Y ganar tiempo. Ayer, para sumar más confusión, dijo que gustosamente recibiría a Randazzo cuando visite en los próximos días Tucumán. Es decir, Amaya sigue flirteando con el kirchnerismo, con el peronismo opositor y con el macrismo, bajo el argumento de que su alianza con Cano es sólo de alcance local. ¿Culpa sincera o estrategia política?

Perdido por perdido, Amaya se autoconvence de que dio el paso correcto. Especula con que la bola se detendrá en el número 23 para finalizar como el mejor jugador. Sostiene que, si el destino tienta a su suerte, aún siendo vicegobernador de un líder radical podrá aglutinar a todo el peronismo a sus pies para el próximo período. Hasta imagina un tiempo de intervención y de posterior normalización del Partido Justicialista. Con el alperovichismo aniquilado, razona, podría reagrupar a los discípulos de Perón y de Evita para ayudar a gobernar a Cano, pero esperando agazapado su oportunidad. Hoy, la última chance que tuvo decidió jugarla a pleno en el día del número que lleva el color de su pelo. Recién el 23 de agosto sabrá si deberá levantarse de la mesa, o podrá seguir jugando. Al final de cuentas, es una ruleta.

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