La historia de las “ratas héroes” que detectan minas explosivas

La historia de las “ratas héroes” que detectan minas explosivas

Un periodista de The New York Times cronica las “proezas” de la rata de Gambia en Angola: detecta minas y “diagnostica” tuberculosis

CONVERTIDAS AL BIEN. Un diseñador industrial belga lanzó el programa de los roeadores héroes. Foto de nicholas kristof CONVERTIDAS AL BIEN. Un diseñador industrial belga lanzó el programa de los roeadores héroes. Foto de nicholas kristof
26 Abril 2015
MALANJE, ANGOLA. Voy caminando por un campo minado aquí en Angola, siguiendo a una monstruosa rata. Es una rata de Gambia, una especie que alcanza casi el metro de longitud desde la nariz hasta la cola, el tipo de rata que les causa pesadillas a los gatos. Empero, además de ser gigantesca, esta rata es un genio pues aprendió a detectar las minas terrestres por su aroma y hace todo lo que puede para evitar que los humanos como yo volemos en pedazos.

Estos roedores detectores de minas han sido llamados ratas héroe y cuando estamos en un campo minado con uno de ellos, el nombre parece totalmente justo. Hay que respetarla y esperar que la rata no tenga la nariz tapada.

Yo estoy aquí porque hace cinco años, mis hijos me dieron una rata de Gambia como regalo del día del Padre a través de GlobalGiving.org. En realidad no tomé posesión física del animal, pero el regalo cubrió el costo de entrenar al roedor para olfatear explosivos. Y ahora vine a los campos minados de Angola a seguir a mi rata.

Aquí hay 39 ratas de Gambia y son una indicación de la forma en que el mundo de la asistencia adopta enfoques innovadores ante problemas viejos.

Yo he visto la detección de minas terrestres en Afganistán y otras partes y es un proceso mortalmente lento e ineficiente. Por lo general, un hombre con un traje blindado camina en filas muy precisas llevando un detector de metales por delante. Cuando detecta algo de metal, se detiene y cuidadosamente retira la tierra hasta ver de qué se trata.

Por lo general es un cartucho gastado de AK-47 o un clavo. A veces encuentran metal con unos cuantos centímetros de separación. El proceso se detiene mientras se retira la tierra con un cepillo.

En cambio, las ratas de Gambia corretean sujetas con una correa. Responden sólo al olor de los explosivos, por lo que los fragmentos de metal no las frenan. En este campo minado, lleno de objetos de metal, una persona con un detector de metales podría limpiar apenas 20 metros cuadrados al día. La rata puede limpiar hasta veinte veces esa superficie.

“Las ratas, además, son más confiables”, asegura Alfredo Adamo, supervisor de campo. “Con las personas, la concentración se pierde después de poco tiempo, pero las ratas siguen olfateando.”

A las ratas se les paga en plátanos, maní, paltas y manzanas y no necesitan trajes blindados, básicamente porque son demasiado ligeras para activar las minas. (De todos modos, pueden llegar a pesar 1.2 kg, lo cual es mucha rata si lo pensamos).

Creo que encontré mi rata: Boban, llamada así en honor de una estrella del fútbol de Tanzania. Bart Weetjens, diseñador industrial belga, lanzó el programa de las Ratas Héroes buscando la forma de mejorar la detección de minas. De chico, Weetjens había tenido ratas de mascotas y se topó con un artículo sobre el uso de roedores en tareas que implicaran detección de aromas. Consultó con especialistas, que sugirieron a la rata de Gambia, en parte porque ésta compensa su débil visión con un extraordinario sentido del olfato. Tienen unas bolsas en los carrillos, donde almacenan nueces y otros alimentos hasta que pueden enterrarlos. Después dependen de su sentido del olfato para encontrar los escondrijos. Otra ventaja es que tienen una esperanza de vida de ocho años, lo que constituye una prolongada ganancia de los nueve meses necesarios para entrenarlas a detectar minas.

Así pues, Weetjens fundó una asociación, Apopo, que entrena a las ratas en Tanzania y después las despacha a campos minados de otros países. Apopo ahora se está diversificando para usar las ratas para detectar tuberculosis, enfermedad de la pobreza que al año mata a 1.5 millones de personas en todo el mundo.

Uno de los grandes problemas de la tuberculosis es el diagnóstico. Un técnico capacitado puede examinar bajo el microscopio unas 25 muestras de esputo al día para determinar si hay trazas o no de tuberculosis. En cambio, la rata de Gambia entrenada puede revisar cien muestras en veinte minutos, correteando entre los discos de Petri, olisqueando cada uno y haciendo una pausa cuando encuentra trazas de tuberculosis. Las ratas, además, son mucho más precisas que una persona con microscopio. En las clínicas donde ahora las ratas están haciendo la detección (su diagnóstico después es confirmado por técnicos en el laboratorio), el número de pacientes identificados ha aumentado en 48 % . Apopo consiente a las ratas, que reciben una atención médica mejor que la mayoría de los angoleños, trabajan unas cuantas horas al día (se acaloran al mediodía) y se jubilan a los seis años, cuando se vuelven menos confiables.

“Discutimos qué hacer con ellas después de que se retiraran”, señala Adamo. “Sería muy injusto que ...”, hizo una breve pausa, abochornado, buscando un eufemismo. “Que simplemente nos deshiciéramos de ellas.”

Así pues, las ratas héroes pasan sus últimos años mordisqueando paltas y departiendo con sus cuidadores. Cuando les llega su hora, los cuidadores las entregan a la tierra en un cementerio de roedores, con varias personas presentes para presentarles sus respetos.

Adamo creció en Mozambique, en una aldea separada de sus campos agrícolas por una franja minada. Su abuelo perdió una pierna a causa de una mina y tres chicos vecinos murieron y uno más resultó gravemente herido a causa de una mina.

Francisco Pedro, angoleño de 38 años que ha trabajado en el desminado, primero con detector de metales y desde hace tres con las ratas, dice que esto le ha provocado problemas en su matrimonio. “Ahora soy incapaz de matar una rata.” , dice. “Pero mi esposa sí”, agrega, explicando que le ha pedido que deje vivir a las ratas. Hace pausa con la mirada dolida y agrega: “Pero cuando no estoy en casa, sí las mata.”

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