Cuando la palabra empeñada es la mejor garantía de pago

Cuando la palabra empeñada es la mejor garantía de pago

Sólo el 10% de los que piden préstamos al Grameen Bank que gerencia la fundación León no lo devuelve. Buenas experiencias

EMPRENDEDORAS. María Córdoba con su beba en brazos, Claudia González, Myriam Ramos y Teresa Bobba renovaron varias veces sus créditos. la gaceta / foto de Diego Aráoz EMPRENDEDORAS. María Córdoba con su beba en brazos, Claudia González, Myriam Ramos y Teresa Bobba renovaron varias veces sus créditos. la gaceta / foto de Diego Aráoz
24 Noviembre 2014
Cuando se tienen cuatro hijos, un marido albañil y ninguna esperanza de conseguir trabajo, los útiles escolares son un producto de segunda necesidad y la ropa, un verdadero lujo. “Sin boleta de sueldo ¿quién te da un préstamo aunque sea mínimo?”, se pregunta sin esperar respuesta María Córdoba, indiferente a las muestras de alegría de su cuarta hija que, prendida a su pecho, patalea de satisfacción. María mira con ojos cansados pero fijos. Ha conseguido un crédito sin más garantía que su palabra, su único patrimonio. Ha trabajado en lo que ella sabe hacer con una sola mano, vender ropa interior; con la otra sostiene a su bebé. Ya no necesita explicarle a su marido porqué debe comprar un cuaderno nuevo o un par de medias para sus hijos. Ahora sólo le basta abrir su monedero. ¡Y con una sola mano!

Todas las tardes, María Córdoba se encontraba con otras madres a la salida de la Escuela Raúl Colombres. Se habían hecho amigas de tanto conversar sobre las mismas cosas. Que la falta de dinero, que si pudieran trabajar y no depender del marido, que lo caras que están las cosas, que la insistencia de la señorita en ese cuaderno nuevo... Hasta que una de ellas vino con la novedad de que la Fundación León gestionaba un nuevo método de préstamos, el Grameen Bank o Banco de los Pobres, también llamado el Banco de la Buena Fe porque no necesita más requisito que el compromiso verbal de devolver el dinero. Averiguaron. Propusieron un negocio cada una, y les dijeron que tenían que ser cinco para que unas sean garantes de las otras.

El préstamo llegó y se fue renovando cada vez por un mayor monto. María y Claudia González, su socia solidaria, van todas las semanas a pagar su cuota al Grameen Bank que funciona en el Comedor Infantil Don Bosco. Las cuotas van desde $ 45 hasta poco más de $ 100, según la financiación que hayan elegido. Los microcréditos oscilan entre $ 1.000 y $ 6.000, con un 20% de interés anual. Con ellos un centenar de mujeres a lo largo de casi ocho años han montado pequeños emprendimientos de todo tipo. Los que más han prosperado son los de compra y venta de ropa femenina, comidas para llevar, panes y cosméticos. Pero hay casos como los de una mujer que comenzó con un crédito de $ 500 para hacer costuras, y terminó con una fábrica con cinco máquinas industriales para hacer ropa de polar.

Planes vs. trabajo

Marta Seliz, coordinadora del proyecto en Tucumán sonríe cuando se le pregunta el nivel de morosidad de sus clientes. Apenas el 10%, dice a la espera de una reacción de sorpresa. “El perfil de la persona que no cumple es la mujer que tiene demasiados subsidios, planes sociales, y no entiende el sistema de solidaridad y responsabilidad”, sostiene.

¿Son todas mujeres? Ahora sí. “Hemos tenido un par de grupos de varones pero no ha funcionado. Uno cobró y se fue, fracasó: el otro pagó y se fue. Los hombres no tienen la costumbre del encuentro, de las reuniones, de las tareas en grupo, como las mujeres”, dice la psicóloga social. Las chicas del Grameen Bank siempre tienen un tiempo para conversar entre ellas y tomar unos mates juntas. Teresa Bobba tiene 62 años, es viuda, abuela de cinco nietos y nunca se quedó quieta. Comenzó haciendo almohadones paraguayos, siguió con la venta de cosméticos, pero sin dejar de preparar budines para vender ni de tejer, que es su gran pasión. “Lástima que sea tan poco cotizado -exclama-. Nunca te pagan lo que vale”. “Es así con todas las artesanías, por eso las mujeres prefieren la venta de productos”, aclara la psicóloga.

Myriam Ramos, de 52 años, cuenta que con las ventas de bijou y productos de belleza por catálogo puede ayudar a sostener su casa con cuatro hijos.

El grupo de María y Claudia se vio perjudicado con dos bajas. “Una de ellas había tenido un bebé y estaba enferma y otra directamente se fue y nos dejó con la deuda. Nosotras tenemos que poner la cuota por ellas”, cuentan. “Cuando no hay cumplimiento de pago no hay renovación de crédito”. A pesar de eso a ninguna le fue mal. María comenzó con ropa interior y sumó ropa deportiva. Patricia Segura hace belleza de manos y pies en su casa y Claudia empezó con productos de belleza y ahora sumó bijou. Todas comenzaron con un crédico de $ 900 y ahora tienen uno de $ 3.000.

“Lo bueno es que aquí la palabra todavía tiene valor”, reflexiona María. La réplica de Grameen en Tucumán es la número 27 en el país. Estuvieron en los barrios Oeste II y La Cartujana y ahora en Belgrano, San Miguel y Don Bosco.

Si uno no entiende ni cree en la solidaridad real, el sistema no funciona. La economía solidaria funciona en base a la confianza.

CHARLA GRATUITA

• Mañana, a las 20, en el Centro Cultural de la UNT, se dictará una charla sobre Economía Solidaria de Grameen Tucumán.

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