Esta vida es bella

Esta vida es bella

Gustavo Fernández se convirtió en uno de los mejores jugadores del mundo. Sus vivencias y sus logros hablan de un deportista de elite que ama competir.

Esta vida es bella
El desafío está. Siempre. Cuando uno se sienta a conversar con Gustavo Fernández hay que dejar de lado su condición de atleta en silla de ruedas para tratarlo como lo que es: un deportista profesional. Es lo que él quiere. Es lo que él se merece. Y es lo que hemos intentado en esta entrevista con LG Deportiva para hablar de la temporada que aún tiene el Masters por delante, 2015 que asoma, y una carrera que comienza a transitar una esperada plenitud.

- ¿Cómo definirías tu año deportivo?

- Fue una temporada de progresos, aunque con matices. Por un lado, si dejamos de lado los torneos de Grand Slam, no tuve tantos resultados positivos, si la medida comparativa es 2013, en el que gané seis títulos y derroté al N°1 del mundo. Esta vez pareciera que hice menos y sin embargo siento y sé que progresé mucho. Fue mi mejor año, evolucioné en mi nivel, dí pasos hacia adelante en algunos aspectos importantes, accedí a la final de Australia y del US Open.

- ¿Hay alguna razón que explique el cambio?

- La gira por Australia a principio de año fue muy positiva. Me acuerdo que llegué a esos torneos con la confianza hasta ahí, porque 2013 había sido bueno pero sin resultados destacados en Grand Slam, que era algo que yo internamente necesitaba. Hice una gran preparación, quizá la mejor pretemporada de mi carrera, y en el Abierto de Australia las cosas me salieron muy bien, a tal punto que le gané la “semi” al 2 del mundo (Stephane Houdet, francés) y pude llegar a la final. Eso despejó cualquier mínima duda que, sin saberlo, podía llegar a tener en mi interior. La final fue un partido bisagra para mi carrera. Perdí feo con Shingo Kunieda (japonés y mejor jugador de la historia). Es como que me corrió el telón y me mostró los aspectos en los que debía mejorar para subir un escalón más.

- ¿Percibiste el progreso rápido?

- En los torneos posteriores me concentré en poner en la cancha lo que hacía en los entrenamientos e inmediatamente pude trasladarlo a mi juego. Tuve una gira europea excelente que incluyó mi mejor partido de 2014, la “semi” de Roland Garros. Perdí 7-5 en el tercero, lo tuve “ahí” a Shingo en un escenario de los más importantes.

- ¿Cuáles son esos aspectos que te permitieron progresar?

- Estoy más maduro, más tranquilo, más sereno para percibir situaciones del juego y confiar en las decisiones que tomo a partir de eso que percibo. Desde lo técnico y lo físico siempre tuve facilidades, eso vino conmigo desde la cuna y fue vital para permitirme pasar ciertos escalones de nivel muy rápido. Por eso pude ganar un Súper Series y derrotar a un N°1 del ranking siendo junior. En todo ese tiempo de aparición y explosión, íntimamente, sentía un déficit en la parte mental, en la capacidad competitiva, en mi identidad. En 2012 y 2013 me costó convivir con todo eso. Fue una búsqueda importante que en 2014 dio sus resultados.

- Desde afuera puede pensarse que es muy lógico que te faltaran madurez, tranquilidad y serenidad a los 18 años…

- Está bueno mirarlo así. Quizá la auto pretensión de manejar cada situación siendo tan joven tuvo que ver con que todo había sido muy rápido y muy ascendente en mi carrera. Tal vez estaba mal acostumbrado. Una pequeña meseta, con un par de derrotas muy duras, puede haber instalado en mí la sensación de que estaba estancado, cuando en realidad había llegado más rápido que otros a ese tramo final de crecimiento. El cuello de botella deja cada vez menos lugar. Sin dudas necesitaba un año de dolor y de derrotas para aprender y mejorar.

- Tu mirada hoy ¿te permite decir que debiste ser menos duro por esos resultados 2013 que no te cerraban del todo?

- Puede ser, la pasé bastante mal. Mi debut en Grand Slam fue muy sufrido, muy doloroso. Al tiempo entendí que ese dolor era necesario. Cargué energía, renové motivaciones. Supe sacar la parte buena que tuvo ese tramo malo y seguir evolucionando. El proceso tuvo una muestra concentrada en la primera final de Grand Slam. Llegue rápido, sólo 20 años, estaba preparado en algunos aspectos y en otros no. Me tocó perder y sufrir. Ya en la segunda final me sentí mucho más familiarizado con lo que tenía por delante.

- Hablás de algunas cosas malas. ¿Me permitís hacer un juego de palabras y proponerte pensar que esas cosas no fueron malas sino duras?

- Es verdad. Todo lo que me pasó no fue malo, fue duro. La vida está llena de situaciones así, en cualquier ámbito. Y está bueno aclarar que un proceso de crecimiento puede ser duro, difícil, pero no va a ser malo si es que te lleva a un lugar mejor.

- Una final de Grand Slam significa estar más día en el lugar donde están los mejores. ¿Los encontrás seguido?

- He tenido la posibilidad de cruzarme a leyendas de este tiempo y también a otras anteriores. Me impactó cuando algunos me vieron como un colega, como un tenista profesional, no como alguien en sillas de ruedas. Este año, en el US Open, estaba entrenando y pasó Pat Cash. Mi entrenador me contó que al verme hizo un gesto como de indiferencia. Al rato, al salir, frenó, me preguntó si era uno de los que jugaba la final, y me dejó un “muy bien“ con la mejor onda, con el gesto de quien reconoce a un par y no con la mirada de quien siente un poco de lástima. Me valoraba por cómo le pegaba y por cómo podía jugar, y no por hacerlo desde una silla de ruedas. Eso me hizo sentir que me había ganado el derecho de jugar una final de Grand Slam.

- ¿Alguna situación dolorosa?

- Nunca fui de ponerme mal por ciertas cosas. Quien no respeta a alguien en sillas de ruedas tiene un problema, no lo tengo yo que, apenas, no puedo caminar. Estaría bueno que lo nuestro se posicionara un poco mejor así la gente lo ve más, lo entiende, y lo valora. Es un deporte lindo, se juega a gran nivel, somos muy profesionales aunque ninguno de nosotros pueda sostenerse económicamente desde los resultados y los premios que cobramos. Es un tema accesorio porque lo central es lo que siento yo consiguiendo mis objetivos, independientemente del valor que le dé el público o la prensa. Con eso duermo tranquilo y en paz.

- ¿Conocés a Federer, a Nadal?

- Los cruzo, están ahí, tuve contacto, siempre me dedicaron su tiempo sin marcarme la más pequeña de las diferencias. Pensá que yo empecé a ver a Federer antes de mis 10 años, el tipo sigue ahí y ahora me toca compartir ciertas situaciones y lugares con él. Y lo mismo con Nadal y los demás.

- A propósito de Federer y Nadal, lo sumo también a Djokovic, han llevado la rivalidad con una altura poco común. ¿Cómo es la rivalidad entre ustedes?

- Tiene algunas particularidades y diferencias, si ellos son el parámetro. La rivalidad existe porque competimos mucho. El grupo es más chico, el calendario también, nos cruzamos siempre. Pensá que solo este año jugué 10 veces contra Shingo. Por suerte la rivalidad existe, es uno de nuestros combustibles para el esfuerzo, aunque no es razón para que no construyamos una excelente relación. Con algunos tenés más onda que con otros, pero está claro cuánto nos costó llegar a ese lugar como para crearnos un problema con alguien cuando ese problema no existe.

- Al nombrar a Shingo cambia tu mirada…

- Desde que compito en mayores me estoy preparando para jugar contra él y ganarle. Nadal hizo lo mismo con Federer porque Roger era la vara que daba todas las medidas. No soy Nadal, pero Shingo es nuestro Federer, el tipo que todo lo pudo en una cancha y a quien hay que superar. Es la lógica del competidor, el tema es que cuando la luz que emiten estos tipos es tan fuerte, resulta difícil que puedas ver alguna otra cosa. Es el único que me ganó 6-0, 6-0, y yo ya era el 5 del mundo. Mis energías estuvieron dedicadas en muchos momentos a achicar esa brecha tenística que había entre ambos.

-¿Sentís que lo tenés más cerca?

- La brecha es menor y se va a seguir reduciendo. Trabajo para eso, me esfuerzo, estoy convencido y dedicado. Maduré, progresé, dejé de idolatrarlo. Tengo un gran deseo y, justamente, el deseo es mi gran motivo para conseguirlo.

- Como toda situación que “distingue”, verte en la silla genera en el resto un inevitable “cómo pudiste”. ¿Cuál es tu mensaje?

- El ser humano es un ser de adaptación. Es muy lógico que quien camina sienta que no podría vivir sin caminar. Pienso que me sacás un brazo y no puedo vivir. Es lo que te toca. Depende mucho de cómo se encare, hay casos de gente que no puede adaptarse y no lo supera. Yo tenía menos de 2 años y por esas cosas del destino, sin siquiera golpearme, mientras jugaba con mi papá, tuve un infarto medular, que es la rotura de una vena de la médula. Esa rotura cortó el circuito de transmisión de los estímulos motrices de los miembros inferiores. Seguro que al ser tan chiquito mi adaptación fue más natural, menos dolorosa. Siempre digo lo mismo: si le das para adelante, la dificultad se supera. Cada uno tiene su dificultad. El tema es estar convencido de que lo vas a superar.

- ¿Te sentís un ejemplo?

- Quien quiera tomar mi ejemplo, que lo tome, pero yo no soy un superhéroe. No vivo pensando en eso. Que me haya adaptado a un problema físico y esté realizando un sueño, no me exime de nada. Ni de todos mis defectos, ni de otro montón de dificultades que tengo en mi vida. Esto es igual para vos, para mí, para Messi o para quien sea. Por otra parte, hay tantos casos más duros, que no tiene sentido creer que el mío es insuperable. Si no recuerdo mal, la probabilidad de que te pase lo que me pasó a mí es de 1 en 20.000.000. ¿Mala suerte? Tal vez. Aunque yo estoy agradecido de que me haya pasado a mí y no a alguien de mi familia. Y si tuviera que repetir mi vida, no le cambiaría nada. Conozco mucha gente en mi situación que piensa igual. Estoy contento por la vida que me tocó, la gente que conocí, la familia que tengo. No cambiaría absolutamente nada.

• “Hace poco me nombraron “Personalidad destacada del deporte en la Ciudad de Buenos Aires”. Me llegó muy profundo, se preocuparon porque estuvieran mis viejos, mi entrenador (Fernando San Martín), mi preparador físico (Matías Tettamanzi), mi fisioterapeuta de toda la vida, el que me atendió cuando tuve el accidente (Juan Carlos Varela). Todos ellos hablaron y sus palabras me tocaron de manera muy fuerte. Suelo no ser muy demostrativo con mis emociones, y ese día mostré mucho.”

• “A 2015 me lo imagino como un año importante, el previo a los próximos Paralímpicos. Tengo cierta responsabilidad de ratificar lo hecho. Sin olvidar ese contexto, voy a seguir enfocado en mi progreso tenístico, desde una mirada integral. Si consigo eso, los resultados llegarán. Como siempre comenzaré en Australia y seguramente cambie algo de mi calendario habitual, porque está el Panapanamericano.”

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