Una esquina donde se demuestra la incultura vial

Una esquina donde se demuestra la incultura vial

En los últimos años, ha cosechado una triste fama. Pareciera ser uno de los lugares predilectos de los conductores para demostrar su impericia y chocar al prójimo con consecuencias inesperadas. La esquina de Marco Avellaneda y San Juan también se ha convertido en un peligro para los peatones que intentan cruzar la calle.

Sucede que hace un tiempo, sin mediar una explicación, la Municipalidad decidió levantar los reductores de velocidad en la Marco Avellaneda, de manera que al cruzar la San Martín hacia el norte, el acelerador manda y los accidentes también. Un vecino que vive hace 54 años en la Avellaneda contó que en esa esquina de la discordia, pusieron y sacaron varitas, montaron un puesto de control, luego lo retiraron. Construyeron lomos de burro y después los reemplazaron por reductores de velocidad. “Ahora no hay nada, y los accidentes son todos los días. Además a nosotros, a los viejos, se nos hace imposible cruzar porque nadie baja la marcha”, se quejó.

El empleado de un estacionamiento señaló que una contradicción, “porque los que van por la San Juan aceleran para subir, pero hay que darles paso a los que vienen por la derecha, por Marco Avellaneda. Habría que hacer algo; poner un semáforo supongo que sería una solución. Lo cierto es que todos los días están a punto de chocar y, por semana, hay al menos tres accidentes”.

Una de las soluciones posibles es colocar semáforos en los pasos a nivel. Según un ferroviario jubilado, se trata de un sistema que, cuando viene el tren, suena una sirena y el aparato se pone en rojo y se baja la barrera. “Es un sistema muy costoso, que se utiliza cuando pasan trenes todos los días y con mucha frecuencia para justificar la inversión. Acá hay muy pocos trenes, se podría instalar un semáforo común y que los mismos empleados de la empresa corten el tránsito cuando venga un convoy. Pero falta una decisión política”, dijo.

La Subsecretaría de Tránsito y Transporte informó que se ha pensado colocar un complejo semaforizado en San Juan y Marco Avellaneda, pero no se sabe cuándo se concretará la iniciativa. “Los reductores estaban deteriorados y, como se planea poner semáforos, no se los volvió a colocar”, dijo un funcionario.

Esta realidad pone en evidencia, por un lado, el escaso o nulo control municipal en una calle y una esquina con un alto índice de siniestralidad. Por otro, la imprudencia de los conductores que lucen un preocupante analfabetismo vial y aprovechan la ausencia de los inspectores y de los reductores para alcanzar velocidades inusitadas que dan como resultado, por lo menos, tres accidentes semanales, según la estadística de los vecinos.

Se supone que la Municipalidad de San Miguel de Tucumán debería tener una suerte de mapa de accidentes en la ciudad y llevar las estadísticas correspondientes, de manera que sepa cuáles son los lugares que necesitan de un control permanente y actuar en consecuencia. Un relevamiento de tal naturaleza permitiría no solo sancionar a los infractores, sino también evitar lesionados y muertos por negligencias viales.

Una de las posibles causas de la irresponsabilidad de los conductores que aprovechan cuando ninguna autoridad los ve, para violar la ley, probablemente se deba a que no hay un curso exhaustivo y eliminatorio para obtener el carnet de manejo o para revalidarlo. Si la educación es deficiente, es difícil exigir luego responsabilidad.

Por otro lado, la realidad refleja que las sanciones a los transgresores no suelen ser lo suficientemente onerosas como para desalentar la reincidencia. Toda persona -funcionario incluido- debería saber que el carnet es un permiso que le da la sociedad para manejar un vehículo y debe hacerlo con responsabilidad porque corre el riesgo de matar a alguien. La preservación de la vida debería ser tal vez el punto de partida de esta cuestión. Todo indica que a mayor instrucción vial y control, menor cantidad de víctimas.

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