No los une el amor sino el espanto
El operativo despegue ya está en marcha en la provincia. En el alperovichismo entienden que el ciclo de Cristina Fernández tiene fecha de vencimiento y a medida que la imagen negativa de la presidenta sigue en aumento, cada vez son más los dirigentes locales que empiezan a mirar para otro lado. Los peronistas son especialistas en oler cadáveres a kilómetros de distancia.

El gobernador José Alperovich sabe que su caudal de votos, rentados y espontáneos, es superior al de la mandataria en Tucumán. El 20-25% de sufragios que aún conserva el kirchnerismo duro no le alcanzan al oficialismo local para perpetuarse en el poder. Por eso, Alperovich evitó en los últimos meses cuantas veces pudo los actos presidenciales y las fotos y más desde que su esposa fue bajada de la corte cristinista y reemplazada por el santiagueño Gerardo Zamora.

Sin embargo, falta un año para que Cristina abandone la Casa Rosada y los fondos nacionales son muy importantes para este norte empobrecido, sobre todo en tiempos electorales, donde hay que repartir muchos millones para comprar bancas y cargos. Alperovich no puede prescindir de la billetera gorda de la Nación y por eso no romperá filas, al menos no antes de marzo de 2015.

Desde hace tiempo que el gobernador no comulga con la política económica nacional, por eso elude formular respuestas contundentes cuando se lo consultan. Tampoco le gusta la forma en que gobierna Cristina. Alperovich antes que político es un empresario, amante del dinero, y tiene una concepción mucho más liberal de la economía.

La idea de separar las elecciones locales de las nacionales sigue vigente en el círculo íntimo del gobierno. Las encuestas muestran que José Cano y Sergio Massa se potenciarían en las urnas si fueran en una misma boleta. Los últimos días circularon rumores de que el ex intendente de Tigre vendría a Tucumán la próxima semana para hacer pública la alianza con el radical, pero esto sería anticiparse demasiado, innecesariamente.

Alperovich orejea sus cartas sin apuro y antes de alistarse públicamente con algún candidato presidencial, esperará que se disipe el humo en Buenos Aires.

Primero tiene que resolver problemas más importantes aquí en Tucumán. No hablamos de la pobreza, de la inseguridad ni del desempleo, sino de cómo se aseguran él y su mujer dos butacas en el Congreso de la Nación, fueros imprescindibles para afrontar una catarata de demandas judiciales que saben se vendrán si pierden la gobernación.

Hoy Alperovich tiene alambrada la Justicia, que no actúa de oficio ni por casualidad en causas de corrupción. Ese escenario podría cambiar si no logra poner a uno de los suyos en el sillón de Lucas Córdoba. Sabe que el peronismo vela rápido a sus muertos y sin la chequera se quedará más solo que Boudou en el día del amigo.

La estrategia de Cano es, justamente, lo contrario, evitar que Alperovich se despegue del mesianismo cristinista y por eso los vincula en todas sus declaraciones. Sabe Cano que Cristina hoy le resta al alperovichismo. Aunque el diputado nacional deberá mostrar más que denuncias si pretende esgrimirse como una alternativa de cambio ético. Hacen falta gestos concretos. Por ejemplo, ninguno de los legisladores opositores, casi todos aliados de Cano, soltó la teta de los gastos sociales, ni dijo cuánto cobra, ni mostró un sólo recibo de nada.

Si este es el cambio que propone el Acuerdo Cívico, podemos estar seguros de que si llega al gobierno la corporación política seguirá intacta y con ella todas sus prácticas deleznables.

La economía marcará la agenda política de los próximos meses y el panorama no es prometedor. La presidenta acusa niveles de egocentrismo preocupantes. No inspira confianza una persona con cero capacidad de autocrítica y que, aún siendo la más poderosa del país, siempre culpa a los otros de los problemas.

El próximo gobierno provincial tendrá que estar en sintonía con una economía nacional que deberá ordenarse, tarde o temprano, gobierne quien gobierne. Alperovich duplicó el empleo público en 10 años (de 43.000 en 2003 a 80.000 hoy, más unos 10.000 contratados) y este es sólo un ejemplo de la fiesta que deberá pagar el que venga. Por eso, como decía Borges, no los une el amor sino el espanto.

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