Para estos chicos, el cielo no es una frontera

Para estos chicos, el cielo no es una frontera

En el San Ignacio de Loyola, por iniciativa de una profesora, alumnos se vincularon con la NASA, e intercambian información

Para estos chicos, el cielo no es una frontera
23 Septiembre 2014
Si hace dos años les mencionaban la NASA (la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio), de inmediato los chicos la relacionaban con astronautas viajando a la luna, con robots que exploran montañas marcianas o con grandes observatorios que estudian las estrellas. Pero desde el 16 de noviembre de 2012 los alumnos del laboratorio de ciencias del colegio San Ignacio de Loyola ampliaron su opinión: ahora saben que en la NASA no sólo miran al cielo, sino también -y en especial- a la tierra. Ese día, se realizó el primer contacto entre ambas instituciones, vía teleconferencia, y comenzaron a trabajar en conjunto. Por ello ya se convirtieron en colaboradores de la agencia aeroespacial más importante del mundo y se sienten “Los tucumanos de la NASA”.

Josefina Fernandez López, docente de Ciencias Sociales y Naturales del colegio tucumano, consciente de que para que los alumnos no se aburran en clase hay que salir del aula, había decidido buscar profesionales de diferentes áreas para que aportaran sus conocimientos. La idea le llegó por un amigo que vive en Estados Unidos. Él la ayudó a saber cómo contactarse con esa institución norteamericana, pero ella envió su e-mail con pocas esperanzas. Ya muchos correos enviados a otras reparticiones locales no habían devuelto buenas respuestas.

Pero las noticias al fin llegaron: por un programa que tiene la NASA con escuelas de Estados Unidos, los contactaron y comenzaron a enviarles material de estudio y a comunicarse vía internet a través de la científica Sarah Anne Crecelius. Hoy ellos trabajan con cartillas con impresionantes imágenes tomadas por satélites (de tormentas solares, planetas o de Tucumán desde el espacio), pósters con explicaciones detalladas en inglés y aplicaciones para celulares (una les dice por qué lugar del cielo pasan los satélites), que son facilitadas por los científicos.

El Big Bang
Le dicen el “Sheldon Cooper” del laboratorio. Se refieren al personaje de la serie norteamericana “The Big Bang Theory”. Y el apodo no es nada casual. Lo primero que recitó Augusto Reinoso Fernández al hablar con la periodista fue sobre el Big Bang: “se trata de una teoría que habla sobre la creación del universo -dice rápido y en una tonada diferente a la nuestra-, de un único punto que estaba contenido en el espacio, y que a partir de ahí el universo se expande continuamente”. Todos le prestan atención, porque cada uno tiene algo para decir y para ser escuchado. Lo toman en serio, y es que en esa clase todo es ciencia. “Porque así es la vida”, repiten los chicos, que en su mayoría tienen 11 años y que cursan el Segundo Ciclo del Nivel Primario.

El Terra
Valentina Pérez Ruiz
, junto con Ignacio Acosta Muñoz y Solana Bach hablan de los satélites de la NASA que pasan por nuestro cielo: mencionan al Terra (que a las 10.51 del día en el que se concretaba esta nota estaba sobre nosotros). Y salen al patio. “Los científicos estadounidenses nos pasan horarios y pautas para que nosotros estemos afuera, justo cuando pasa el Terra, para que controlemos la humedad, la temperatura, la hora y saquemos fotografías del cielo. Luego enviamos esta información a la NASA. A ellos les sirve para estudiar el tiempo de esta parte del mundo y a nosotros para comprender mejor, con la práctica, las teorías sobre el tiempo y el clima”, comenta Valentina.

Gracias a estos conocimientos, que les hicieron tomar conciencia de la importancia de la ciencia en la vida diaria, los estudiantes del laboratorio han ganado el primer puesto en las estancias zonales de ferias de ciencias. “Aprendimos cosas que nunca hubiésemos imaginado”, resalta Jeremías Bulacio, que ya analiza ser científico de la agencia espacial.

A pocos minutos de que suene el timbre, después de haber tomado afuera del aula los datos encomendados, la maestra reflexiona: “nosotros revolucionamos nuestra manera de hacer ciencia. Convertimos el aula y la cancha de fútbol del colegio en un laboratorio de Ciencias. Y es todo increíble: hasta hemos hecho mil observaciones correctas, por lo que hemos ocupado el primer puesto de observadores de la NASA -así los llama la institución norteamericana-. Nos sentimos en otro nivel”. Ella también, de chica, soñó con ser investigadora de la NASA y hoy ya trabaja -en cierta manera- para ellos.

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