Gabriel Carreras: luces y sombras del chico que siempre ríe

Gabriel Carreras: luces y sombras del chico que siempre ríe

El joven repasó sus juegos juveniles, se reconoció “un poco manipulador” en el amor y ratificó que nada le gusta más en el mundo que actuar

Gabriel Carreras: luces y sombras del chico que siempre ríe
21 Septiembre 2014
1. Se ríe Gabriel

Por las dudas, la primera reacción de Gabriel Carreras ante cualquier pregunta o comentario es la risa. Se ríe Gabriel con risa pícara, aparentemente honesta, graciosa de escuchar. Se ríe Gabriel y su risa contagia, se propala alrededor de la mesa y se intensifica con sus gestos descomunales, con sus expresiones ultratucumanizadas. Se ríe Gabriel cuando detalla por qué a los Manyines les cabe tan bien ese adjetivo: “Miguel Martín se llegó a olvidar el vestuario en algunas presentaciones y yo, la peluca. Inventábamos algo, salíamos igual y la gente ni se daba cuenta. Una vez Miguel me hizo los dientes de la Ether con el telgopor de un vaso de café, ¡qué vergüenza!”. Se ríe Gabriel cuando se le consulta en qué nivel de profesionalismo ubicaría a Manyines: “no sé si el profesionalismo tiene que ver con respetar horarios o ensayar mucho. Dicen que en la cancha se ven los pingos y yo siento que en el escenario somos buenos”. Se ríe Gabriel hasta cuando debe pensar qué le gustaría que diga su epitafio. Se ríe porque se ha acordado que cierta vez Lita de Lazzari, ante la misma pregunta, respondió “aquí yace una boluda”. Después, sin dejar de sonreír, dice que el suyo debería decir “felicidad eterna”. O algo así.

2. El ratón que originó todo

Llega impuntual a Mora Bistró Argentino, el restaurante del Sheraton. Viene, por supuesto, riéndose: cuenta que el taxista le ha dado 22 años contra los 31 que realmente tiene. La mención de la edad es la excusa para el viaje al pasado, a las aulas de la Escuela Normal, donde transitó sus estudios primario y secundario. “Era el payaso del curso. Siempre, para perder tiempo de clases, me pedían que hiciera alguna monería”. La memoria se va todavía más atrás cuando Carreras precisa el punto exacto en que descubrió que quería ser actor. “Fue a los siete años, con mi primera obra. Se llamaba ‘Plum, el aventurero’, y yo era Plum, el único ratón blanco de una familia de ratones grises. El contacto con el público fue buenísimo y ahí dije ‘esta es la mía’”. Y hay otras picardías que se le arremolinan en los recuerdos. Las veces que junto con su amigo de toda la vida, el también actor Federico Terzi, se hacían pasar por ciegos, solo por diversión. “Lo hacíamos en la 25 de Mayo, cuando esa calle era el tontódromo. Ahí también jugábamos a ‘la pelea’: una compañera actuaba de mi novia y venía otra a hacernos un escándalo. Lo hicimos hasta que una vuelta casi me hace cag... un chabón que se metió pensando que todo era verdad”. La carcajada de Carreras lo distrae del plato de rodizio de ternera que le acaban de servir. Luego, ya con los cubiertos en la mano, reflexionará: “ta’ loco la impunidad (que tenés) cuando no te conoce nadie. Podés hacer cualquier guasada”.

3. Autocalificación

Ya en su carrera profesional, Carreras no ha estado a salvo de las guasadas. “Hice cosas que no estuvieron buenas... no voy a decir cuáles, pero muchas, bastantes. Con los años he reafirmado la idea de que el director de una obra es siempre responsable de las buenas o malas actuaciones. El actor también, obvio, pero si la dirección falla, perdés”. En su rol de docente suele insistir en que, si bien hay una serie de pasos que puede transmitir a sus alumnos para que no fallen al actuar, cada uno debe encontrar su magia personal. “Yo puedo enseñarles hasta un lugar en el que van a ser actores de puntaje 7. Si ellos logran ponerle el relleno, es un golazo. Pueden ser un 10”.

- ¿Y vos qué sos?

Se ríe Gabriel.

- A veces alcanzo el 10.

4. Lo que no lo hace reír

Se ríe menos Carreras cuando se le pregunta sobre su vida sentimental y llega a hacer esta confesión: “soy un desastre para estar en pareja. Soy mentiroso, manipulador y celoso... También un poco infiel. En este momento me siento feliz estando solo”.

Se pone serio cuando habla de la significación del budismo en su vida. “Empecé a practicar seria y responsablemente después de que me atacara un perro con el que había convivido; me reventó la cara, fue una situación muy violenta. Era un año en el que no me gustaba nada de lo que hacía y en el que había tomado decisiones equivocadas. El reposo fue una oportunidad para tranquilizarme. A partir de eso profundicé en la doctrina”.

No se ríe nada cuando reconoce adicciones pasadas. “Utilicé algunas drogas duras. En un momento quedé totalmente desenfocado y me dije ‘me estoy haciendo daño’. Entonces pude salir. A la marihuana, en cambio, no la considero una adicción. El universo es tan sabio que si puso esa planta es para que la fumemos”.

Y decididamente no hay ni el menor atisbo de satisfacción ni de picardía en su cara cuando cuenta que de Tucumán le duelen la pobreza y la desigualdad. Recuerda un episodio de diciembre pasado, durante los saqueos que incendiaron a la provincia, en el que intentaron robarle. “Me empeciné en que no iban a quitarme el celular. Así que mientras me resistía a los embates, repetía como loco nuestra invocación budista. ¡El tipo no debe haber entendido nada!”. Los párpados le caen pesados cuando agrega: “los saqueos me angustiaron mucho. Comprobé que hay gente que tiene odio en el corazón”.

5. Reelecciones personales

Y en el trabajo, parte esencial en la vida de Carreras, también ha habido momentos angustiantes. Como aquella salida abrupta del programa “República de Tucumán”, el embrión de “Manyines”. “La distribución económica no estaba buena; llenábamos los teatros y ganábamos dos mangos. Hubo bronca, pero ahora, a la distancia, lo recuerdo con agradecimiento”. O la pérdida de aire televisivo, cuando decidieron no renovar contrato con Canal 8: “se sabe que la TV no da plata, pero el arreglo no era bueno”. O la frustración que implican algunos castings: “hay que tener mucha fortaleza interior porque todo el tiempo es ‘no, no, no me servís’”.

Y, sin embargo, Carreras no alteraría ni un segundo de su derrotero laboral y personal.

- Si volvieras a nacer, ¿qué te gustaría ser y dónde?

Gabriel abre el abanico de su sonrisa y echa una mirada benévola a los alrededores del salón del Sheraton. La fantasía se dirime en tres palabras:

- Actor, en Tucumán.

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