La gruta de Sebastián advierte del peligro mortal en la oscura avenida del Bicentenario

La gruta de Sebastián advierte del peligro mortal en la oscura avenida del Bicentenario

Hace más de dos años inauguraron un trayecto que conecta La Perla del Sur con la nueva traza de la ruta 38. Pero nunca iluminaron el camino. Los vecinos denuncian que hay picadas todas las noches y que viven a los sobresaltos por los accidentes. Yolanda Cepeda y la tragedia de su hijo

BOCA DE LOBO. De noche, en la avenida del Bicentenario no se ve a más de un metro y cualquier maniobra brusca representa un peligro mortal. la gaceta / fotos de osvaldo ripoll BOCA DE LOBO. De noche, en la avenida del Bicentenario no se ve a más de un metro y cualquier maniobra brusca representa un peligro mortal. la gaceta / fotos de osvaldo ripoll
La vida de Mauro Sebastián Cepeda se apagó hace dos años. Ocurrió en la noche del 24 de agosto de 2012, cuando salía de trabajar. Quiso el destino que a este joven de 22 años, que se desempeñaba como tractorista en una finca de Los Guchea (a cinco km de Concepción), se le rompiera el tractor ese día. Entonces, no tuvo más opción que usar su moto para volver a casa, en La Madrid. Allí lo esperaba su pareja, embarazada de cinco meses. Sebastián nunca llegó.

La reconstrucción de los hechos demostró que esa noche el joven había decidido tomar un camino casi desconocido para él. Tal vez porque era un camino nuevo, reluciente, rápido y -supuestamente- seguro. La avenida del Bicentenario había sido inaugurada hacía poco por las autoridades de La Perla del Sur.

Fue “la gran apuesta” para conectar de forma eficiente Concepción con la nueva ruta 38: una inmensa avenida con asfalto nuevo, dos carriles para ir y dos para volver, y nada de cruces peligrosos. Pero se olvidaron un detalle: la iluminación.

“Nunca le pusieron luces a la avenida. Eso fue determinante en la vida de Sebastián”, concluye la madre, Yolanda Cepeda. En aquella madrugada trágica encontraron el cuerpo de su hijo sobre el césped, a pocos metros de una pronunciada curva. “Es evidente que no la vio, que cuando se dio cuenta de que debía doblar ya era demasiado tarde. Las frenadas quedaron marcadas en el pavimento”, describe la mujer. Y se enoja: “el lugar era una sola oscuridad, no alcanzaba ni siquiera a ver mis manos”.

Yolanda lloró desconsolada la muerte de su hijo. Vio cómo se repetía la tragedia en su vida. Cuando nació Sebastián y era un bebé, su esposo falleció en un accidente de moto en la ruta 38. “Ahora, Sebastián también tiene un hijo, Lautaro (de un año y siete meses) que no pudo conocer a su papá”, cuenta la mujer.

Es una madre fuerte. No quiere dejarse vencer por el dolor. Por eso, un día se levantó y sintió que tenía que hacer algo en memoria de Sebastián y para evitar que otra tragedia deje más huérfanos. Fue así que, junto a sus hermanos, armó una gruta justo en el lugar donde se accidentó su hijo.

Nueve letras grandes que dicen Sebastián, escritas con pintura reflectiva, adornan la peligrosa curva de la avenida. Su función no es sólo el recuerdo del percance; sirve para advertir que ahí es zona de riesgo.

Sin cambios
Salvo por el cartel de Sebastián muy pocas cosas han cambiado en la avenida del Bicentenario, un trayecto de casi tres kilómetros que une la vieja traza de la ruta 38 con la nueva. El camino sigue totalmente sumido en la oscuridad y sumando accidentes con frecuencia a causa de la velocidad, la imprudencia y las picadas, que se repiten casi todas las noches según denuncian los vecinos de un barrio cercano.

Atravesar esta avenida de día regala un paisaje hermoso, especialmente en invierno, cuando los cerros se tiñen de blanco. Hay campos verdes y muy pocas viviendas. Lo único que funciona en este momento en la zona es un taller mecánico.

Pero es una escenografía difícil de disfrutar. Hay que estar más que atento. Por la avenida circulan todo tipo de vehículos: camiones, autos y motos a gran velocidad. También andan ciclistas, carros y peatones.

Pero el mayor peligro es de noche. “Es una boca de lobo. Van camiones y rastras cañeras sin luces. Además, hay animales sueltos”, resalta el automovilista Roberto Fleytas.

En las dos rotondas, que marcan el inicio y el final de la avenida, hay que tener especial cuidado porque casi ningún conductor respeta la prioridad del que va adentro de esta estructura vial.

En toda la avenida no hay banquinas asfaltadas ni señalización. El pavimento está en perfecto estado, lo cual invita a apretar el acelerador. Algunos conductores dicen que lo hacen por seguridad. “Si vas muy despacio, de noche, te asaltan. El peor lugar es cerca del puente que tenés que atravesar para ir a La Madrid. Ahí siempre ocurren robos”, cuenta Marcelo Medina, vecino del barrio CGT, ubicado a media cuadra de la avenida.

Las casas son modestas, y todas están llenas de rejas. En este barrio con calles de tierra los vecinos creyeron que la inauguración de la avenida del Bicentenario les iba a cambiar la vida para mejor: pensaron que estarían más conectados con el centro de Concepción y que vivirían más seguros. Nada más errado.

“Como nunca le pusieron iluminación, la avenida es usada todas las noches por motociclistas que vienen a hacer picadas. En conclusión, nosotros no la podemos usar”, cuenta Andrea Medina.

“Desde las 19, se empiezan a juntar y se largan a correr. Es un peligro porque los motociclistas van sin luces y recostados sobre los vehículos. Denunciamos varias veces al 911 y nunca vino la Policía”, resalta Susana González, de 44 años. Es madre de cinco hijos y hace 13 años que vive en el barrio CGT.

Iván Alfredo Galván, otro vecino, sostiene que desde que inauguraron la avenida el barrio se ha vuelto muy inseguro. “Como está toda oscura, por ahí tienen vía libre los ladrones. Una noche me encañonaron y me robaron la moto”, relata.

Otra modalidad de asalto en la zona: tiran pedradas a los vehículos para que los conductores se detengan y ahí les roban.

Los habitantes del CGT también tuvieron que acostumbrarse a dormir a los sobresaltos por las frenadas y las sirenas de las ambulancias. “Hace unas semanas, sentí un reventón, salí rápidamente a ver y era un automovilista al que se le cruzó un caballo. Se salvó de milagro”, cuenta Galván. Varias veces pasó frente a la gruta en memoria de Sebastián Cepeda. No sabe quién es. Aunque tiene la certeza de que fue un motociclista que sufrió un accidente: “son hechos que, lamentablemente, nos quitan el sueño casi todas las noches”.

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