La Costanera: padres, docentes y chicos reclaman un lugar para hacer deportes

La Costanera: padres, docentes y chicos reclaman un lugar para hacer deportes

Afirman que la actividad física puede alejar a los jóvenes del consumo de drogas. Una manera de recuperar la alegría y un antídoto para el exceso de tiempo libre

JUEGO Y DEPORTE. Por la calle Estados Unidos al 1.500, donde está ubicada la escuela Costanera Norte, 360 estudiantes corrieron una maratón. LA GACETA / FOTO DE DIEGO ARÁOZ JUEGO Y DEPORTE. Por la calle Estados Unidos al 1.500, donde está ubicada la escuela Costanera Norte, 360 estudiantes corrieron una maratón. LA GACETA / FOTO DE DIEGO ARÁOZ
02 Septiembre 2014
El polvo los obligó a correr con los ojos entrecerrados, porque la tierra que se levantaba de la calle parecía nublarles la vista y se les pegaba en los rostros transpirados. Igual, sonrieron y suspiraron profundo cuando cruzaron la meta. Unos 360 chicos de la escuela Costanera Norte corrieron una maratón organizada por la institución. Su objetivo fue hacer participar a las familias en las actividades escolares e inculcar valores como el trabajo en equipo, la solidaridad, la igualdad, el amor y la paz. Esto ocurrió ayer en un barrio en el que sobran amenazas, como la droga, pero donde faltan espacios para practicar deportes.

“¡Vamos, vamos, corré... vos podés!”. Así alentaba Romina Rojas a su hija, Mía Valenzuela, que aunque no llegó primera ni segunda, se fue directo a fundirse en los brazos de su mamá y de su hermanita Florencia. Terminó contenta y agotada. “Es lindo que hagan deportes, porque eso los hace estar lejos de las drogas, ¿no? Aunque sean unas pocas veces a la semana. El resto de los días, tratamos de llevarlas con mi marido, que es canillita, al parque 9 de Julio para que jueguen. Es el único lugar que tenemos cerca donde pueden correr tranquilas y jugar”, contó la mujer de 28 años, nacida y criada en La Costanera. Al igual que ella, otras vecinas dijeron que el barrio necesita un espacio en el que los vecinos, sean niños, jóvenes o adultos, puedan realizar actividad física.

A un lado de Mía estaba Jennifer Vega, que tenía marcado el número 1 en su mano. Fue quien subió al podio del grupo integrado por los chicos de tercer grado. No había ningún familiar suyo aplaudiéndola, pero ella igual estaba feliz porque más tarde iba a recibir una medalla de manos de Juan Pablo Juárez, maratonista transplantado, que fue invitado como colaborador al encuentro. “No me gusta hacer deportes -confesó Jennifer-, pero me encanta correr. Corremos todos los días en esta calle”.

Para Fátima Pacheco, directora de la escuela, este tipo de actividades sirve como un bálsamo para la autoestima de los estudiantes; y recibir un trofeo los hace sentirse orgullosos de ellos mismos y recuperar la alegría que por diferentes situaciones sociales y familiares han perdido. “El lema de la maratón es ¡Sí se puede!; se refiere a que pueden lograr lo que desean con la ayuda de los valores”, destacó Pacheco y resaltó que el sueño de la comunidad educativa es que en La Costanera se cree un espacio para que puedan practicar deportes. Hasta ahora no existe un lugar así. Por eso, la escuela es el centro de encuentro para jornadas deportivas (los sábados se hacen actividades a puertas abiertas). De hecho, las madres de los alumnos reciben clases de aeróbicos gratuitas (cuando la maestra tiene un tiempo tras las clases de Educación Física que se dictan los lunes, martes y miércoles). En opinión de Pacheco, el lugar indicado para instalar un centro deportivo es en una placita ubicada a metros de la autopista.

“Yo quiero hablar -dice Verónica Benítez, mamá de Jazmín-: acá hay mucha droga, porque la gente tiene mucho tiempo libre. Si estuviéramos ocupados, ya sea haciendo gimnasia, como lo hacemos un grupo de mamás en la escuela, todo sería diferente. Así podríamos decirles a nuestros hijos que sí se puede”.

TESTIMONIO
Y, al final, las pelotas dejaron de desaparecer

Su primer día en la escuela Costanera Norte fue duro, pero lo que sintió no fue definitivo. “Tenía ganas de renunciar, porque los chicos no tenían hábitos deportivos. Pero acá estoy desde 2011 y si ahora me ofrecen un cargo en Monteros, en donde vivo, diría que no”, asegura Mabel Alarcón, profesora de Educación Física del turno mañana en esa institución. Alarcón contó que fue difícil la adaptación, aunque los cambios se empezaron a concretar lentamente. “Al principio, si me olvidaba la pelota, al otro día ya no estaba. Así que durante un año, por medio del juego les enseñé a los chicos a respetar lo ajeno. Así fue que las pelotas nunca más desaparecieron”, recuerda. La docente destacó que el ejercicio físico libera a los chicos de este barrio de sus problemas, aunque sea durante unos pocos minutos al día.

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