Llegó por un año y se quedó para siempre

Llegó por un año y se quedó para siempre

INGENIERO. Gustavo Poch.  INGENIERO. Gustavo Poch.
18 Agosto 2014
¿Quién hubiera dicho que después de recorrer una buena parte del mundo el ingeniero Gustavo Poch iba a optar por afincarse en Concepción? Fue el corazón de este santafesino el que tomó la decisión. A los 53 años, se siente orgulloso de haberlo hecho por amor.

Sentado en el living de su casa desanda la historia. Todo comenzó a los 28 años. Después de recibirse de ingeniero mecánico en Rosario, decidió probar suerte en EE.UU. En el extranjero aprendió a hablar inglés y pronto encontró empleo. Al ingresar a una empresa dedicada a la minería, dio vuelta al mundo: vivió en Africa, Indonesia y México, entre otros lugares. Un buen día, lo pusieron a cargo de un mineraloducto que se debía construir en Catamarca y Tucumán. Viajó y se instaló en Concepción. Ese viaje debía durar un año, pero conoció a su esposa.

“Estaba rozando los 40 años y ya me había cansado de viajar. Quería una familia. Ya se terminaba mi contrato con la minera y lo mismo decidí quedarme. Abrí una farmacia con la familia de mi mujer y aquí estoy”, relata. Se casó, tuvo dos hijos y nunca más nadie lo movió de Concepción. “Es uno de los mejores lugares para vivir. Tiene montaña, selva, buena gente”, describe este santafesino que no se acostumbró a la siesta ni al folclore. “Sigo fiel al tango”, aclara. “Lo que no me gusta del tucumano es que no cuida su ciudad; no aprecia lo que tiene”, dice. También es docente del instituto técnico de Aguilares. “Nunca me gustó la vida de las grandes ciudades; creo que por eso me adapté tan rápido. Y eso que no es fácil; esta es una sociedad que tiene un gran sentido de pertenencia”, concluye.

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