Y en una siesta triunfó el amor
NO FALTÓ NADA, NI NADIE. Hombres, mujeres, niños, grupos de amigos, familias, mascotas, autos viejos y nuevos, vendedores ambulantes; se destacaron en la postal post triunfo tomada desde las alturas NO FALTÓ NADA, NI NADIE. Hombres, mujeres, niños, grupos de amigos, familias, mascotas, autos viejos y nuevos, vendedores ambulantes; se destacaron en la postal post triunfo tomada desde las alturas
Más rápido que el “Pocho” Lavezzi desequilibrando por algún costado, los tucumanos llegaron a la Plaza Independencia, la catedral al aire libre donde se le rinde culto al triunfo. En cada presentación de Argentina, con final victorioso, los hinchas le pusieron color a ese paseo.

Llegar, para los que se tomaron un tiempo en el lugar donde vieron el partido, se vuelve una misión. Nunca imposible de cumplir porque la impaciencia por arribar en vehículo no puede ganarle a la alegría que generó el gol de Gonzalo Higuaín ante Bélgica.

Esperar a que el juego finalice no fue opción para Juan Carlos Ortiz. No por la ansiedad de celebrar, sino porque “Picaflor” no anda tan rápido. Como consecuencia, el sulky demora en llegar. Sí, Ortiz se vino desde el Mercofrut y estacionó su carro frente a la Casa de Gobierno.

A “Picaflor” lo llenaron de banderas y lo desviaron un poco de su principal objetivo. “Está preparado para ir a la Virgen de Catamarca. Irá por primera vez”, explica el hombre que llegó con sus hijos, Joaquín y Solana. Juan Carlos no se enteró de que, cumplidos los 90’, Lionel Messi tuvo un mano a mano con el arquero Thibaut Courtois que no resolvió, y que un minuto después Axel Witsel hizo temblar a Argentina. Todo porque Juan Carlos no quería que le sucediera lo que el martes le pasó, cuando Argentina venció a Suiza. “No pude llegar por la cantidad de gente que venía a festejar. Por eso, salí antes. El próximo, por cábala, voy a hacer lo mismo”, anticipó, dando por sentado el pase a la final, pese a no saber todavía que el rival sería finalmente Holanda.

Juan Carlos debe haber escuchado entre tanta bocina, bomba de estruendo y las repetidas entonaciones de “Brasil, decime qué se siente”, lo que vociferaba confiado junto a toda su familia Juan Saravia. “Argentina es un capo. Seguro, salimos campeones”, afirmó. Desde el barrio Farmaceútico, llegó con esposa, hijos, hermano, madre y suegra portando la bandera y dejando los autos un poco lejos de la plaza para poder sumarse a las más de 3.000 personas que celebraron. En el medio de los festejos de la familia surge su suegra. “Se va a Brasil”, levanta la voz con alegría, pero no porque vaya a disfrutar de la ausencia del yerno, sino porque él va a cumplir un sueño. Junto a su hijo Nahún gozará de la semifinal y final, aunque todavía no saben en qué contexto. “No tenemos entradas; nos vamos a buscar allá. Y si no, al Fan Fest”, explica. Nahún, en un rapto de euforia, manifiesta su amor por la celeste y blanca, pero no por la de la selección. “Aguante el ‘deca’”, grita mientras flameaba una bandera de San Martín a pocos metros. “Es la primera vez que voy a ver a la Selección y estoy muy ansioso”, reconoce el pequeño de 10 años.

Los vendedores de banderas, cornetas y gorros también estaban sonrientes porque la venta mejoró un poco con respecto al último triunfo. Silvana, que se apostó con su cartel “Pinto Caritas”, fue optimista. “La gente se pinta bastante. No me pidieron ningún jugador todavía, pero me animo si me dan una muestra”, dijo. El mismo optimismo, pero en su tarea de hincha, muestra Cristian Graneros. “Somos un país grande y unidos llegaremos lejos”, resume en palabras lo que se siente en la plaza cada vez que Argentina gana.

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