Bajo el imperio de la lágrima

Bajo el imperio de la lágrima

A pesar de que un milagro médico ha conseguido reducir su tumor y prolongar su vida, Hazel nunca ha dejado de considerarse una enferma terminal. Pero cuando conoce a Gus Waters, también enfermo, Hazel empieza un nuevo capítulo en su vida. Decididos a vivir lo mejor posible el poco tiempo que les queda, ambos inician un viaje que los llevará hasta Amsterdam.

El hecho que una historia sea previsible no significa que no pueda ser conmovedora. Y, en el caso de “Bajo la misma estrella”, esa premisa se cumple a rajatabla: a pocos minutos del comienzo ya se establece el drama con toda su contundencia. Considerada la “Love Story” del siglo XXI, esta película basada en la exitosa novela homónima de John Green es, sin rigor, un viaje por las emociones humanas, que lleva al espectador a cuestionarse acerca de la vida, la muerte y los pequeños instantes que existen en medio.

Aunque el planteamiento resulta atractivo al saber que se trata de dos jóvenes enfermos de cáncer que se enamoran y disfrutan al máximo los momentos que tienen juntos antes de que la muerte llegue, la historia cae por momentos en la cursilería más profana.

Si no fuera por la sólida actuación de la joven Shailene Woodley (a quien ya vimos en “Divergente”) los 125 minutos que duran el metraje se convertirían en una tortuosa sesión de terapia y lágrimas. Pero el talento de esta reveladora artista rescata al filme del naufragio. La química entre ambos protagonistas (Woodley es acompañada por Ansel Elgort), matizada con humor y diálogos inteligentes, ilumina por momentos la pantalla y colabora para que las lágrimas se vuelvan una consecuencia lógica del drama y no un manoseo burdo de los sentimientos.

Y se entiende que sea así, porque el texto original está escrito para el público adolescente. Así que a la hora de ir al cine y decidirse por esta película, el espectador tiene que ir preparado para ver una historia de amor que, al estar acompañada por el tema del cáncer y la muerte inexorable, tendrá sus momentos de dolor profundo y también de compasión insondable.

Uno de los aciertos de la novela de Green, que el filme respeta casi con rigurosidad religiosa, es que no se centra en la decadencia y brutalidad que puede provocar el cáncer, sino en la lucha contra la muerte y en la habilidad para sobrevivir a las grandes pérdidas. Y esa es una verdad que roza a todos, no sólo a los adolescentes.

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