Por dentro, pero por fuera
Por dentro, pero por fuera
Los últimos movimientos del intendente Domingo Amaya dejaron una buena y una mala noticia a la oposición. La primera es que cada vez resulta más difícil a alperovichistas y amayistas parir la unidad para llegar de la mano a los comicios de 2015. La segunda es que, a juzgar por dichos y acciones del jefe municipal, no está en sus planes abandonar el kirchnerismo para sumarse a ninguna aventura anticristinista.

La semana que pasó detonó el cisma oficialista. Fue el momento escogido por los intérpretes de la Municipalidad para cantarles las cuarenta a sus vecinos de la Casa de Gobierno. Sin embargo, el desafío secesionista del amayismo lejos está de haber sido producto de un exabrupto. Agobiado por la asfixia financiera que le propuso el gobernador, José Alperovich, el intendente viajó en las últimas tres semanas al menos una vez cada siete días a Buenos Aires. Allí, Amaya se preocupó por ratificar su fidelidad al proyecto presidencial (lo hizo en encuentros con el influyente Carlos Zanini y con el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, entre otros), y también por demandar la sequía (de fondos y de obras) a la que lo sometió el alperovichismo en los últimos meses. Uno de los que escuchó atentamente su reclamo fue el secretario de Obras Públicas, José López. El oriundo de Concepción fue, luego, el encargado de retransmitir a Alperovich el discurso de penurias de Amaya, durante la visita de hace 10 días, justo cuando aparecieron las pintadas “Amaya 2015”.

Así, el intendente se esforzó por explicar a la Casa Rosada que su hartazgo no obedecía a una decisión de unirse a la oposición, sino de exigir un poco más de respeto al alperovichismo. La primera señal, entonces, es que no hay intenciones de Amaya de coquetear con el radicalismo de José Cano. El jefe municipal repite que él será candidato, y reclama -al igual que Beatriz Rojkés, Juan Manzur y Osvaldo Jaldo- el primer lugar de la lista oficialista. No obstante, sabe que Alperovich no le dará ese privilegio, salvo que medie algo excepcional en el camino. De igual manera, asegura, está dispuesto a disputarle la gobernación a quien resulte elegido por el mandatario, claro que por dentro del paraguas kirchnerista. El razonamiento en las oficinas de 9 de Julio y Lavalle es que la mejor oferta que pueda hacerles el alperovichismo nunca será superior a lo que ellos puedan conseguir yendo en soledad.

Por el lado de Casa de Gobierno también hay un par de enigmas por resolver. Antes de la incontinencia verbal de Germán Alfaro, ya Alperovich sugería entre los más cercanos que no haría ningún esfuerzo extra por abrazar al ofendido intendente Amaya, pero que tampoco lo victimizaría dejándolo a la deriva. “Vamos con tropa propia”, dijo la semana que pasó el gobernador. Los alperovichistas sostienen que en 2013, ya sin la Intendencia de su lado, probaron que igual les alcanzarían los votos para retener el PE. Y que una eventual salida en soledad del amayismo sí les restaría votos, pero no les causaría un daño terminal.

Los desencuentros entre Amaya y Alperovich llegan a tal punto que mientras los aliados al gobernador aseguran que ambos referentes habían pactado para hoy un encuentro, en la Municipalidad advirtieron ayer que tal mitin nunca fue programado, sino que se trató apenas de una charla informal. De todas formas, la preocupación principal del gobernador es mantener bajo signo peronista el Palacio de Gobierno por los próximos años, para evitar sobresaltos. Y esa aflicción es la que más pesará a la hora de definir cómo se ensamblará el oficialismo en 2015.

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