Una película llamada fútbol

Una película llamada fútbol

Alguna vez, nada menos que Woody Allen dijo algo así como que el cine envidia al fútbol “la capacidad de dar un giro al guión en el último minuto”. Acaso lo explicó mejor Paul Laverty, guionista de la mayoría de los filmes de Ken Loach. “No se puede hacer un buen largometraje sobre fútbol -dijo Laverty-. No hay modo de plasmar su carácter imprevisible, nunca sabes qué va a pasar. Ahí está su grandeza. En el cine, el 99 por ciento de las veces ya sabes qué ocurrirá en la escena siguiente”. Es cierto que el fútbol argentino, con tantos cero a cero se ha tornado algo más que previsible en los últimos tiempos. Es tan raro lo que sucede en nuestras canchas que hasta lo imprevisible (que cualquiera pueda salir campeón) se ha convertido en algo previsible. Pero el tema hoy no es el fútbol, sino el cine. El cine y el fútbol.

La edición 2014 del Festival de Cine Independiente (BAFICI) que finaliza hoy en Buenos Aires tuvo la feliz idea de incluir en su cartelera una sección enteramente dedicada al deporte. “Sportivo BAFICI” tuvo documentales y filmes, viejos y nuevos, sobre dramas, épicas, personajes y debates del deporte. Y también en la sala Cronopios, del Centro Cultural Recoleta, se proyectó un documental de ocho capítulos dirigido por el periodista Christian Remolí sobre la historia del fútbol argentino que fue del Alumni de los hermanos Brown a Leo Messi, más de un siglo de grandes equipos y jugadores que ayudan a explicar acaso por qué razón el fútbol argentino, pese a su debacle interna de barras y juego contaminado, llega igualmente al Mundial de Brasil otra vez ilusionado en ser el mejor del mundo.

Pero hablábamos antes de la dificultad del cine para contar el mundo del fútbol. Es imposible contar un partido. No se pueden simular las acciones de 22 jugadores y darle credibilidad a la escena. Los que saben de fútbol advierten inmediatamente que ese partido no es real. La secuencia heroica del héroe que gambetea rivales parece en el cine la escena del Zorro cuando se burlaba del Sargento García y sus soldados, todos torpes y siempre llegando tarde al cierre. Distinto puede ser si el cine busca contar lo que sucede fuera de la cancha.

Si sacamos el reality del Atlas que trasmite el canal Fox Sports, pocas veces un filme muestra tanta intimidad de un plantel como Fulboy, una de las pelis del “Sportivo BAFICI”. Los jugadores de Platense se acicalan, se visten y desvisten, exhiben tatuajes, se perfuman, miran sus cuerpos en los espejos de sus compañeros, discuten de dinero y aceptan que la cámara de Martín Farina -hermano de un jugador del club- ingrese hasta en las habitaciones de la concentración. Es una película de jugadores. Farina muestra además algo que, en estos días de intimidades de vestuarios, queda claro: “dentro del vestuario deciden los jugadores, hay hegemonía territorial, y el club sólo defiende la cuestión institucional”.

El “Sportivo BAFICI” revivió también “El partido de la muerte”, una peli de 1962 del húngaro Zoltan Fabri que tuvo una remake en tiempos más modernos mucho más conocida: “Evasión o victoria”, el filme de John Houston en el que actuaron Pelé, Osvaldo Ardiles y Sylvester Stallone, sobre un equipo de presos que juegan contra sus captores nazis para escapar de un campo de concentración. La versión de Fabri retrata mucho mejor, con drama pero también con gracia, la historia del partido que el equipo del régimen nazi jugó en la Ucrania ocupada de 1942 ante el Dinamo Kiev, cuyos jugadores rechazan la orden de dejarse ganar y terminan fusilados en un barranco.

Un libro del periodista británico Andy Dougan (Defendiendo el honor de Kiev) desnudó décadas después que la historia fue aún mucho más dramática y compleja. Porque los jugadores del FC Start (ese era el nombre real del equipo) rechazaron la orden y le ganaron al Flakelf (el equipo de la Luftwaffe), es cierto. Pero no fueron fusilados en pleno partido y dentro del campo. La mayoría de los jugadores murieron años después en campos de concentración. Y los tres únicos sobrevivientes, aunque resulte increíble de aceptar, fueron acusados por el stalinismo de haber “confraternizado” con el enemigo por haber jugado contra el equipo del nazismo y fueron perdonados a cambio del silencio que permitiera montar la historia épica de los fusilamientos con pantalones cortos y botines.

Hubo otras pelis más agradables, como “Michael Laudrup, a football player”, que cuenta la vida y arte del ex gran futbolista danés. Desde otro lugar, “Sportivo BAFICI” nos recordó “El crack” (Argentina, 1960), sobre la historia de una estrella que pasa de la gloria a Devoto y con hinchas que eran hinchas, no barras bravas. También desfiló “Santos, 100 años de futebol arte”, sobre la historia del club paulista que ganó fama mundial con Pelé y en el que también comenzó jugando Neymar.

“El fútbol -dice Lina Chamie, directora del filme- es patria, es paternidad. En el sentido más amplio y en el más particular”. Y tuvimos también “The referee”, un filme que cuenta los padecimientos que sufrió el árbitro sueco Martin Hansson tras convalidar un claro gol de mano de Thierry Henry que dio a Francia un boleto polémico al Mundial de 2010.

Fuera de la sección deportiva, el fútbol también tuvo espacio con el documental “Mujeres con pelotas”, que cuenta la discriminación que sufren mujeres futbolistas en Argentina, desde las propias familias hasta dirigentes de clubes, con epicentro en historias de jugadoras del equipo “Las Aliadas de la 31”, dirigido por Mónica Santino, una luchadora del fútbol femenino en el país.

El “Sportivo BAFICI” no fue sólo fútbol. Hubo, entre otras, carreras de caballos (el histórico cortometraje “The Derby), formidables básquetbol con sueños de NBA (“Lenny Cook” y “Hoop Dreams”), héroes falsos (un notable documental sobre “La mentira de Lance Armstrong”), ciclistas sacrificados (“Un domingo en el infierno”), Fórmula 1 (“Weekend of a Champion”), béisbol y fantasía (“El campo de los sueños” de Kevin Costner), riesgos del violento football americano y sus contusiones cerebrales (“Head Games”) y boxeo que recordó a Ringo Bonavena (“Soy Ringo”).

Todas historias épicas. Que confirman que el deporte sigue siendo esa máquina fabulosa para hablarnos de la vida.

Temas Woody Allen
Tamaño texto
Comentarios
Comentarios