Aprendió a enfrentar los desafíos laborales y ayuda a otros a resolverlos

Aprendió a enfrentar los desafíos laborales y ayuda a otros a resolverlos

Un emprendedor ofrece claves sobre cómo se puede transformar un "rebusque" en un buen negocio

COSECHA. Los higos se recogen uno a uno, con mucho cuidado, protegiendo las manos de la leche. COSECHA. Los higos se recogen uno a uno, con mucho cuidado, protegiendo las manos de la "leche".
12 Julio 2013

"El Terruño" lo recibe a uno con los brazos abiertos: lomadas donde crecen higueras y otros frutales "para el gasto"; restos del bosque originario; el jardín donde pronto, "si Dios quiere", se levantará la casa; los cerros enmarcándolo todo... y el silencio.

Sobre un mesón cobijado por la bóveda de los árboles, Rodolfo Lescano extiende un mantel blanco y unos individuales. Corta flores de un arbusto cercano. Pone unos platitos y, sobre ellos, trozos de queso de sabor fuerte y un higo en almíbar.

Durante ese tiempo había contado parte de su historia, pero de pronto él también hace silencio: para disfrutar los sabores hacen falta todos los sentidos. Y mientras el almíbar se disuelve en la boca, él sirve, parsimonioso, dos copas con líquidos rojos: uno es vinagre 2013; el otro, el que ya está listo para el consumo. El vinagre artesanal de higos es, por ahora, la última curva visible de un camino dedicado a encontrar salidas cuando la vida aprieta.

La otra charla
El encuentro en El Timbó no fue el primero. Días antes, de traje, y computadora en mano, Rodolfo había contado la primera parte de su vida. "Soy un resolvedor de problemas", dijo ese día como autopresentación. "La vida me fue exigiendo y yo le fui encontrando la vuelta", añadió.

"Soy técnico químico, egresado de la Escuela de Agricultura de la UNT. Como necesitaba trabajar hice Mecánica, en la Tecnológica. Mientras tanto, me transformé en 'vendedor profesional'; vendí de todo: ¡hasta pelotitas de Navidad! Hice mucha plata con eso, pero la empresa quebró. Trabajé también en un ingenio, en una petrolera... Pero mi cabeza no para... y aunque decir que uno es un emprendedor está mal visto; es lo que soy en realidad", contó mientras en la mirada brillaba el entusiasmo. "Siempre me gustó compartir 'mis locuras', lo que fui aprendiendo; por eso cuando me propusieron asesorar a otros emprendedores fue maravilloso", añadió.

Nace un capacitador
La propuesta partió del Ministerio de Desarrollo Social de la Provincia, y él agradece haber hecho un posgrado en Conducción Gerencial que le aportó las herramientas teóricas a su instinto. Lo primero que le encargaron fue que diagnosticara la viabilidad de unos talleres que hoy forman la "Cooperativa Textil Escalada", en Los Ralos. Él se la puso al hombro. "Creo que suponían que iba a firmar el certificado de defunción, pero lo cierto es que esas 60 mujeres han multiplicado su producción a niveles impensados", contó.

Para todos
Fue su "caso piloto"; hoy trabaja con todos los destinatarios de los subsidios de Economía Social de la provincia (este año, más de 12 talleres). "El concepto básico es que hay dos caminos: produzco algo que los demás no, o lo produzco mejor que los demás. El único camino es aprender a tomar riesgos, pero con bases objetivas; la capacitación brinda herramientas sobre cómo armar una idea de negocio, cómo calcular costos y establecer precios; cómo negociar... en definitiva, cómo transformar un 'rebusque' en un buen negocio", explicó.

Y volvemos al presente y a "El Terruño", la sede de su emprendimiento. "Todos dicen que lo que hice fue una locura -cuenta riendo-. Con la plata que me habían dejado las pelotitas de Navidad me había comprado un departamento. En 2002, en medio de la debacle, vendí ese departamento y compré cuatro hectáreas en El Timbó. Una persona me convenció de que 'la posta' eran los higos... y me vendió 1.500 plantas de la variedad Brown Turkey. Estudié, investigué, aprendí de poda, de riego, de plagas, de cuidados. Produje higos maravillosos... y me encontré con que no podía venderlos. Se me había asegurado que iba a poder llevarlos a Buenos Aires, e incluso que hasta podría exportar... pero no".

- ¿Qué hiciste?

- Pensé en tirar todo al diablo, pero no es mi espíritu. Me apasionan los desafíos. Y necesitaba, por razones más personales que comerciales, crear algo que hiciera la diferencia. Se acumulaba la fruta, así que apelé a mis conocimientos de química; así nació el vinagre. Llevó tiempo descubrir las combinaciones necesarias, ajustar sabores... pero ya está. Ahora me toca lo que, creo, va a ser la parte más sencilla: que los tucumanos lo descubran y lo hagan suyo. Empecé en el verano en Tafí del Valle, en escala pequeña, pero con mucho éxito. Y estoy preparando la finca para que pronto se pueda visitarla, cosechar los propios higos y comprar los productos que le interesen.

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- ¿Qué más estás fabricando ahora?

- Dos productos en los que la base es mi vinagre: un chimichurri y un chutney. Todo es absolutamente artesanal, y las combinaciones también las fui consiguiendo de a poquito.

VINAGRE ARTESANL
Ventajas comparativas del vinagre de higos

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La mayor virtud de los vinagres de frutas (en la foto, el 2013 y el que está listo para consumo), además de sus sabores particulares, es que contienen un mineral muy importante, el potasio. Pero, contra el de manzana, que llega a tener 36 mg, el de higo puede alcanzar los 240. Además, aunque aún le falta establecer en qué proporción, Rodolfo descubrió que el vinagre de higo contiene ácido fólico.

HIGOS FELICES
La mejor materia prima

"¿Viste que se dice que la carne argentina es tan buena porque es de vacas felices? Bueno... los míos son higos felices", dice Rodolfo con una sonrisa que le llena la cara. Y sostiene convencido de que eso ocurre porque su finca está bendecida. "Es tan increíblemente hermoso este lugar, tan lleno de paz... Siento que 'Tata Dios' le dijo a la Pachamama 'esmerate'. Y ella le hizo caso. Y siento que eso no es mío; que sólo estoy aquí para cuidarlo".

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