"Hoy se escriben muchos versos inteligentes que no conmueven"

"Hoy se escriben muchos versos inteligentes que no conmueven"

Destacado poeta, periodista y miembro de la Academia Argentina de Letras, Requeni habla sobre sus comienzos en la literatura, rememora su relación con Alejandra Pizarnik y con Borges, aconseja a los jóvenes escritores. "La poesía es el lenguaje de los sentimientos", sentencia.

12 Febrero 2012
-¿Cómo fue su inicio con la literatura?
-Desde niño me gustó escribir, hacer composiciones. Cuando era alumno estaba de quinto grado, la maestro nos hizo hacer una composición sobre el tema "la tapera", y puse "ranchito que te vas cayendo, terrón a terrón, en el silencio de  los campos verdes". Cuando me devolvió el texto me dijo "Tu eres un poeta" (las maestras hablaban de tu) y eso me marcó; tuve que justificar lo que me dijo la maestra. Después tuve otra lección literaria muy importante de un profesor de física en una prueba sobre las leyes del péndulo. Yo que creía que escribir bien es escribir en difícil. Me acuerdo que escribí "el péndulo se mueve a diestra y a siniestra" y el profesor, al entregarme el trabajo, dijo "no haga literatura". Y eso para mí fue otra lección, no hacer literatura en el sentido artificioso.

-¿Cuando se "encontró" con la literatura? 
-Era un gran lector, descubrí a los 14 años las Rimas de Becquer, Campoamor. Yo quería escribir como ellos, hasta que a los 18 años conocí a González Carvallo,  un poeta bastante olvidado hoy, preciosista, muy refinado, amigo de Neruda. El fue un padrino, me enseñó a hacer sonetos con los de Juan Ramón Jiménez, y así llegué a escribir diez poemas por semana.

-¿Qué temas lo subyugaron?
-A los 18 años uno es una víctima del romanticismo, uno se enamora y le escribe versos a la chica de la que uno se enamora, y después versos a la naturaleza. Nosotros íbamos de veraneo a las sierras de Córdoba y me deslumbraba el árbol, la montaña. Mi primer libro lo publiqué cuando estaba haciendo el servicio militar. Y después publiqué seguidamente varios libros pero eran versos flojos, de iniciación, que hoy oculto piadosamente. A partir de 1958 trabajé como periodista y obtuve una beca en Paris. Ese fue un viaje iniciático. Seguí trabajando  en  el diario La Prensa hasta el año 1994, en que me jubilé.

-Conoció a Alejandra Pizarnik.
-La conocí siendo chica, del barrio cerca de casa, en la localidad de Avellaneda (provincia de Buenos Aires).  Arturo Cuadrado (el editor) me la presentó y allí empezó una amistad muy linda. En esa época publicó su primer libro; estudiaba en la Facultad de Filosofía y Letras de la Calle Viamonte, y yo la esperaba enl Bar Florida y la acompañaba después a reuniones nocturnas de escritores. A ella le atraía la poesía francesa y soñaba con ir a París. Cuando yo viajé a París, me pidió que le trajera una polera color verde  botella porque era la que usaban los existencialistas, y yo la estimulé a viajar, y al año siguiente me enviaba varias cartas que figuran en la correspondencia de Pizarnik que recopiló Ivonne Bordelois.

-También conoció a Borges.
-En 1953 me hice socio de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores) y conocí a Borges con vista. Recién pierde del todo la vista en 1956; siempre veía poco pero lo he visto leer. También conocí a Vicente Barbieri, a González Tuñón, Roberto Ledesma y tantos otros.

-Hace poco recibió un premio de la SADE.
-Sí, en el año 2010,  y creo que fue porque cumplí 80 años. En 1953 ya tuve la faja de honor de la SADE. Conrado Nalé Roxlo decía "a nadie se le niega un cigarrillo y la faja de honor de la SADE". Pero para mí fue algo extraordinario y  me abrió las puertas de La Nación. Eduardo Mallea era el director de su suplemento cultural y allí comencé a colaborar hasta que  entré en La Prensa  y me dijeron "si colabora en La Nación no puede estar en La Prensa". Cuando me jubilé, me llamó Claudio Escribano (entonces subdirector de La Nación) y me pidió que colaborara con el diario haciendo comentarios bibliográficos.

-Es miembro de la Academia Argentina de Letras. Cuéntenos acerca de su trabajo.
-Estoy en la Comisión de Premios y estamos preparando un Diccionario de Argentinismos, que no es lunfardismo. Argentinismo es la palabra que usamos nosotros y que no está en el diccionario de  la Real Academia española. Los españoles dicen falda, nosotros pollera; ellos dicen chuleta, nosotros decimos bife; ellos dicen albaricoque, nosotros decimos durazno.

-Cuéntenos acerca de sus próximas publicaciones.
-En el año 2012 saldrá una antología en España, una antología de poemas prologada por Diego Valverde Villegas. Siempre escribí cuando tenía necesidad de hacerlo.

-¿Qué consejos les daría a los jóvenes escritores?
-Que lean, lean y lean; y si leen poesía que lo hagan en nuestro idioma porque la poesía traducida pierde el sentido. La poesía es música. Hay una anécdota de Borges que cuenta  que Evaristo Carriego, en una sobremesa, se puso a recitar. Borges, que tenía diez años, le dijo que el lenguaje servía para comunicarse pero, en ese  momento, se dio cuenta que el lenguaje también podía ser una pasión y una música. Yo creo que la poesía es el lenguaje de los sentimientos. Y hoy se escriben muchos versos inteligentes que no tienen sentimientos y no conmueven. © LA GACETA

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