El empleo formal y sus ventajas

El empleo formal y sus ventajas

En el segundo trimestre de 2011, para una remuneración bruta promedio del sector privado de $ 5.500, el costo no salarial (con aportes personales) fue de $ 2.000, señala SEL Consultores. Diferencias importantes: desde más de $ 5.000 en minas y canteras, a menos de $ 1.200 en hoteles y restaurantes.

27 Noviembre 2011
El empleo formal no sólo goza de protección legal con un contrato registrado -lo que marca una diferencia sustantiva con el trabajo informal- sino que, tan importante como ello, hace acreedor al asalariado de las prestaciones de la seguridad social, como las jubilaciones, la cobertura de salud extensiva a la familia nuclear, las asignaciones familiares, el seguro de desempleo, la protección contra riesgos del trabajo, entre otras.

Estas prestaciones se financian con contribuciones patronales y aportes personales sobre el salario bruto, dice un estudio preparado por la consultora SEL. En el segundo trimestre de 2011, para una remuneración bruta promedio del sector privado de algo más de $5.500, el costo no salarial (incluidos los aportes personales) fue de $2.000; esto es cerca del 30% del costo laboral total y algo más del 40% del salario neto. En este trimestre, además, el costo no salarial fue casi 10% más alto que el salario mínimo vital.

El costo laboral total incluye la remuneración bruta y las contribuciones patronales. El salario neto es igual a la remuneración bruta menos los aportes personales.

Disparidades

Al reflejar las disparidades sectoriales en la remuneración bruta, hay diferencias importantes en el costo no salarial, desde más de $ 5.000 en minas y canteras, a menos de $ 1.200 en hoteles y restaurantes. En 13 sectores, en su mayoría transables, el costo no salarial es más elevado que el promedio. Esto ayuda a explicar -ciertamente no a justificar- la alta incidencia de la informalidad en los establecimientos de muy pequeña escala y baja productividad.

Crecimiento

Lo significativo -agrega el trabajo de SEL- es que en el último quinquenio la proporción del costo no salarial ha crecido más de 4 puntos con relación al costo laboral total, y 7 puntos respecto del salario neto. En 2006, en efecto, representaba el 25% del costo laboral total y equivalía al 34% del salario neto. La contrapartida obvia es que el salario neto ha reducido su participación en el costo laboral: en 2006 era el 75% y ahora no llega a 71%.

Comparado con el salario mínimo vital -un valor de referencia- en este período el costo no salarial promedio aumentó 20 puntos. En el primer semestre, alcanzó un valor equivalente a un salario mínimo.

Medida en términos reales, la brecha es sensiblemente mayor. En este quinquenio, el salario neto deflactado por el IPC Provincias, acumuló un aumento del 19%. El costo laboral no salarial ajustado por los precios implícitos del PIB, por su parte, creció 78%. Lo llamativo es que de los 4 puntos de caída del salario neto en el costo laboral total, casi 3 puntos corresponden a los aportes personales de los asalariados.

Por una parte, los ingresos públicos son socios privilegiados de los reajustes de las remuneraciones y, por la otra, son los asalariados quienes en términos relativos han contribuido más al aumento de la participación de esos ingresos públicos en los costos laborales totales del sector privado.

El destino es la seguridad social, que debe atender un gasto fuertemente incrementado por la incorporación de los jubilados por la moratoria previsional, pero también el Estado a través de la deuda que coloca en la Anses.

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