Una llave para cambios tácticos

Una llave para cambios tácticos

La permanencia de Manzur en el gabinete nacional es una muestra de lealtad de Alperovich hacia los Kirchner. Pregunta: ¿hasta cuándo? Por Juan Manuel Asis - Prosecretario de Redacción.

Néstor Kirchner llevará inexorablemente al Partido Justicialista a la debacle electoral en 2011 en caso de convertirse en el candidato a Presidente por el peronismo, a partir de la reforma política que impulsó y que logró imponer en el Congreso anterior (la norma dispone internas abiertas, simultáneas y obligatorias en todas las organizaciones partidarias; lo que, en teoría, beneficiaría al ex presidente). Lo sugieren los analistas y lo sostienen los propios peronistas, incluso hasta algunos seguidores del "pingüino", dado el creciente deterioro de la imagen pública del santacruceño, envuelto en un halo de capricho, soberbia e intolerancia junto con su esposa, la presidenta Cristina Fernández. Frente a este cuadro los opositores son los que, también teóricamente, deberían estar de parabienes, ya que el más deshilachado peronista es el que aparece en los papeles como el postulante principal a enfrentar. En este marco, una pregunta a hacer, entre las muchas que se pueden deslizar en torno del PJ, es qué hará el gobernador, José Alperovich, con respecto a la alianza estratégica y que por necesidad mantiene con los patagónicos. ¿Los seguirá hasta el último minuto?, ¿se inmolará con ellos?, ¿se animará a saltar del barco antes de que naufrague?, ¿se aliará a los disidentes que se encolumnen detrás de Eduardo Duhalde?, ¿o de Carlos Reutemann?
Hasta ahora, entre sus íntimos, el mandatario tucumano admite que como soldado de la causa hará lo que el kirchnerismo le pida: ser eventualmente el número uno en una fórmula presidencial, o el dos, o lo que crean los Kirchner que deba ser su puesto de lucha en el oficialismo. Alperovich está convencido que adeuda muchos y variados favores al Gobierno nacional. Es decir que -en términos políticos- le debe una lealtad a prueba de balas por los recursos con los que los Kirchner lo asistieron durante su gestión y que le permitieron: ser reelecto, manejar una Legislatura con mayoría propia e, indirectamente, llegar a instalar a un hombre de su confianza al frente del Poder Judicial. O sea, acumuló un poder suficiente como para manejar con tranquilidad la provincia y soñar con seguir al frente del Poder Ejecutivo por cuatro años más a partir de la reforma constitucional de 2006 porque, a su entender, la Justicia no tiene nada que opinar ni decidir sobre su re-reelección. Para él está cantada y es cosa juzgada.
El lunes pasado, precisamente, el gobernador salió a "darle consejos" a los Kirchner. Les recordó que, cuando no se tienen los números suficientes -refiriéndose a que el kirchnerismo se convirtió con dolor en primera minoría en Diputados- hay que consensuar. Lección básica. "Cuando no se tiene una mayoría absoluta, hay que dialogar", reflexionó, coincidiendo con los parlamentarios oficialistas tucumanos que llegarán al Congreso y que ven que el poder hegemónico de otrora se esfumó con las urnas. Con el más puro pragmatismo, desde Tucumán parece refregarle al kirchnerismo que no pueden hacer lo que él en la provincia: manejar a gusto, por ejemplo, la Legislatura. Siendo más sutiles se podría decir que Alperovich "les muestra" a los Kirchner que políticamente recorrió un camino distinto ya que, teniendo un manejo centralizado de los recursos, aquellos perdieron el Congreso y él domina la Cámara.
Así las cosas, cabe preguntar si el gobernador analiza con algún detenimiento que la ideología -o los caprichos- de los Kirchner lo pueden arrastrar peligrosamente hacia una posible derrota electoral en dos años más. ¿Es lógico seguir siendo socio en estas condiciones o es tiempo de mostrar algún distanciamiento de sesgo independentista? La respuesta a este interrogante la dará la conducta de Juan Manzur. Su continuidad a control remoto al frente del Ministerio de Salud de la Nación pondrá en evidencia el grado de dependencia de Alperovich con los Kirchner. El día que el vicegobernador ponga fin a su licencia y resuelva regresar a Tucumán será el de la señal de alerta, no sólo para el kirchnerismo que deberá mirar desconfiado, sino también para el peronismo disidente. Alperovich puede servirse de Manzur para enviar mensajes en clave sobre hacia dónde querrá dirigir definitivamente sus pasos.
En ese marco, cabe imaginar por dónde puede encaminarse una futura charla entre el senador Sergio Mansilla -el operador político que Alperovich tendrá en Buenos Aires en los próximos años- con Duhalde, o con Reutemann, o con Felipe Solá, o con Francisco de Narváez. "El alejamiento de Manzur indicará que ya se podrá conversar con Alperovich". La probable frase puede provenir de cualquier sector. Y más vale que eventuales epidemias o probables conflictos por la caja con el camionero Hugo Moyano no alteren la gestión del ministro porque, en ese caso, deberá justificar hasta jurando que no abandona el cargo porque Alperovich se lo pidió. Entonces hay que mirar a Manzur, pues se puede convertir en la posible moneda de cambio alperovichista del futuro. O bien la llave para abrir la puerta a cambios tácticos. Su inmovilidad en el gabinete nacional o su salto para regresar a la provincia implicará todo un mensaje a decodificar por el sensible arco político peronista kirchnerista, no kirchnerista, disidente o lo que sea.

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