Un jesuita tucumano

Un jesuita tucumano

El famoso doctor Diego León de Villafañe. Por Carlos Páez de la Torre (H) - Redacción LA GACETA.

LA COMPAÑIA DE JESUS. Escudo en piedra de la Orden fundada por San Ignacio de Loyola, a la cual pertenecía el tucumano Villafañe. LA COMPAÑIA DE JESUS. Escudo en piedra de la Orden fundada por San Ignacio de Loyola, a la cual pertenecía el tucumano Villafañe.
24 Diciembre 2007
Como es sabido, en 1767,los jesuitas fueron expulsados en masa de los dominios de la corona española. La orden se cumplió con rigor también en San Miguel de Tucumán. Entre los expulsados, estaba un tucumano, el padre Diego León de Villafañe, quien pertenecía a las familias más viejas y acaudaladas. Alternaba la tarea apostólica con la atención de su finca, "El Chorrillo de Santa Bárbara", luego conocida como "Santa Bárbara" a secas.
Partió al destierro. Residió en Italia y se vinculó con importantes figuras de la Iglesia. Pero seguía manteniendo activa correspondencia con americanos como el Deán Gregorio Funes y su hermano Ambrosio Funes, sus grandes amigos de Córdoba. En 1799, finalmente, pudo volver al país.
Vivió un tiempo en Córdoba, en casa de los Funes, y luego vino a Tucumán. Lo recibieron con alborozo sus sobrinos carnales, los doctores José Agustín Molina (luego obispo) y Manuel Felipe Molina. El prestigio y arraigo de Villafañe pesaron para que se le permitiera establecerse otra vez en su ciudad natal, pues la orden de expulsión seguía vigente. En 1800 y en 1808, Villafañe partió a Chile, a lomo de mula, con el propósito de misionar entre los araucanos. Pero no lo dejaron entrar y tuvo que volverse al "Chorrillo de Santa Bárbara".
Adhirió a la Revolución de Mayo y escribió un relato y un poema de homenaje a la Batalla de Tucumán. Pero su espíritu crítico se mantuvo despierto, frente a todo lo que juzgó desviaciones de la ortodoxia católica. Así lo comprueba su copiosa correspondencia con los hermanos Funes y con el padre Gaspar Juárez. Editó varios libros, folletos y opúsculos, algunos en latín. A pesar de que ya tenía 78 años, en 1819, con el apoyo del general José de San Martín y del gobierno central, cruzó a caballo la cordillera y otra vez trató de entrar en el país araucano, sin conseguirlo. Regresó a Tucumán, donde falleció el 22 de marzo de 1830.
En su diario, su sobrino Molina anotó que murió de más de 88 años, "conservándose hasta el fin de su vida robustísimo". Agregaba: "yo lo auxilié hasta su último suspiro, edificado de su paciencia y demás virtudes, en las que fue un modelo del clero". Historiadores como Guillermo Furlong y Avelino Gómez Ferreyra han investigado la vida y obra de este interesantísimo tucumano.

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