Un pequeño cartonero es abanderado en su escuela

Un pequeño cartonero es abanderado en su escuela

Cuando regresa de la escuela, sale a empujar el carro. La vida de Manuel y de sus hermanos se divide entre los libros y el cirujeo.

SEGURIDAD. Ana Cruz prefiere ir con sus hijos a trabajar, y no que estén “por ahí, haciendo cualquier cosa” SEGURIDAD. Ana Cruz prefiere ir con sus hijos a trabajar, y no que estén “por ahí, haciendo cualquier cosa”
Manuel Cruz es un niño tucumano de 10 años. Vive en un humilde barrio ubicado atrás del Cementerio del Norte y sobresale entre los chicos de su edad porque es abanderado de su escuela. Eso ya lo ubica en un grupo reducido. Pero Manuel no se conforma sólo con tener buenas notas. Además, obtuvo el segundo puesto en las últimas instancias provinciales de las Olimpíadas de Matemáticas. Esto lo destaca más aún por sobre otros chicos de 10 años. Aunque existe una enorme diferencia entre él y el resto de los niños. Cuando regresa por las tardes de la escuela Juan Bautista Alberdi, no merienda ni se sienta a mirar televisión, sino que sale a empujar un carro con su madre, su abuelo y sus cinco hermanitos. Hasta las dos de la mañana, Manuel recoge cartones en el centro.
Todos los días, cuando llega de la escuela, a las 19 inicia la misma rutina. Camina con su familia y con el carro desde atrás del Cementerio del Norte hasta el microcentro de la capital. A medida que recorren las calles, comercios y galerías, revolviendo cuanto bulto encuentran en una vereda, el carro empieza a llenarse y sólo regresan cuando han juntado entre 40 y 50 kilos de cartón, más otro peso similar de botellas, plásticos y latas de aluminio.
"La gente de minoridad no quiere que los chicos anden en la calle juntando cartones, pero es mejor que estén trabajando con su madre y sus hermanos antes de que anden por ahí haciendo cualquier cosa", responde la madre de Manuel, Ana Cruz, de 28 años, cuando se le pregunta por qué trabajan sus hijos.

Buenas calificaciones
La mujer está convencida de que hace lo correcto. "Lo más importante para mí es la educación de mis hijos y por eso les va tan bien en la escuela", asegura. Luego cuenta que sus seis hijos estudian y que, aunque Manuel "es un genio", los otros también "traen buenas calificaciones".
La señora Cruz no tiene marido y es el único sustento de la familia. Sólo recibe ayuda del abuelo de los chicos, Antonio Cruz, quien a veces sale con ellos a juntar cartones. Dice que desde hace doce años realiza esa tarea y que lo que recaudan sólo les alcanza para comer. "Juntamos unos 420 kilos de cartón cada dos semanas y con eso basta para comer, no para comprar ropa y otras cosas", explica. Al kilo de cartón lo venden a entre 22 y 24 centavos. También recogen botellas, por las que les pagan 1 centavo y por las de sidra, 2 centavos, o plástico, por el que ganan 20 centavos por kilo. Los cajones de madera son bastante requeridos en el Mercofrut, donde los compran a 20 centavos cada uno. Pero las más buscadas son las latas de aluminio, ya que cuesta $ 2,5 el kilo, al igual que los cables de cobre, metal que vale $ 2,8 el kilo.

Escapando de las fotos
Manuel, abrazado con Marcos, uno de sus hermanos más chicos, escucha las preguntas que hace LA GACETA y las respuestas de su madre. La mira con cierta admiración y sonríe cuando ella destaca los méritos de su hijo. Pero es muy tímido y al periodista sólo le responde con la cabeza. Incluso, se aleja asustado cuando el fotógrafo quiere retratarlo. "Tiene vergüenza de que en la escuela sepan que junta cartones", explica su madre, quien sonríe porque es una actividad natural para la familia y que, además, a ella le ha permitido mantener dignamente a sus hijos.
¿Usted sabe que hay un plan de ayuda para jefes y jefas de hogar sin trabajo?, se le consulta a la mujer. "Que (Julio) Miranda no mienta porque fui muchas veces a la ANSES y no pasa nada; nunca pude recibir ni un peso, y eso que soy sola con seis chicos", responde enojada la madre de Manuel, mientras su padre le palmea la espalda para tratar de calmarla. Son casi las 12 de la noche en Córdoba al 700 y la familia sigue su marcha hacia el oeste. Después irán hacia el sur, porque aún no es hora de volver a casa. "¿Cuándo sale la nota?", preguntó entusiasmada la madre de Manuel. "Lo antes posible señora", prometió este cronista.

Hay más carros, pero cuesta repararlos

Pocas cuadras al sur del Mercofrut, sobre un tramo casi intransitable de la avenida Democracia, el herrero Sebastián Torres exhibe un carro en la vereda. Lo construyó usando antiguas piezas de autos y de camiones en el sistema de rodamiento: un eje con sus respectivas ruedas y un juego de elásticos oxidados. El resto es un chasis reciclado de hierro y madera. "Se venden a $300 o $400, pero es difícil que encuentre comprador. Ya la gente que anda en carro no tiene ni para parchar las ruedas. Allá justo va uno con la cubierta desinflada", dijo señalando a uno de los vehículos de tracción a sangre que circulan por la zona.
Padre de nueve hijos, Torres se gana la vida realizando trabajos de herrería. Entre otras tareas, repara carros y jardineras. Aunque se sabe que aumentó la circulación de los vehículos tirados por caballos, el herrero asegura que su trabajo no se incrementó.

Piezas que no se consiguen
"A veces rompen un rulemán y la rueda queda bailando así que me voy a los talleres mecánicos y consigo uno usado -comentó-. Hay piezas que no se consiguen nuevas, por ejemplo los elásticos. Y las cubiertas, aunque sean usadas, cuestan una barbaridad".
Fuentes del Mercofrut dijeron que durante los días de remesa entran 300 carros a buscar frutas y verduras para vender. "Hay quienes tenían carros y en la época en que se trabajaba bien lo cambiaron por una camioneta. Ahora volvieron al carro, porque no les alcanza para la nafta", reveló un guardia.

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