Por Mariana Ortega*

La convocatoria a la lectura reflexiva y comprometida de un texto –en este caso para el evento de presentación de una novela, hecho significante, donde un texto se “revela” al público- me aventura a la tarea de plantear una devolución que dé cuenta de mis “habilidades” de lectora. Debo decir que para este texto, no sólo no tengo ninguna “habilidad” –si es que para la lectura tuviese alguna– porque soy una total neófita del género, una outsider del universo del manga y animé.

De manera que voy a ensayar una lectura reflexiva desde el borde de una literatura que desconozco, animándome a probar miradas basadas en lo que el texto despertó en mí. Concretamente, puse en marcha el ejercicio de reconstruir una lectura desde la imaginación o de la interpretación posible de un mundo foráneo, lejano: ¿qué puedo escribir/devolver/interpretar sobre la composición planteada por la novela?

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Notas de rigor

La novela relata la historia del mangaka y guionista de animé Masayoshi Ito. Transcurre en diferentes escenarios y se desplaza entre los avatares creativos del autor/artista y los episodios que fueron influenciando, marcando, y, de alguna forma, moldeando, por un lado, su propia experiencia personal, y por otro, forjando la obra –un guión de animé– como ensamblaje, resultado final.

A lo largo de 93 páginas la novela nos lleva al interior del derrotero creativo de Masayoshi Ito, describe su historia dentro de la historia, nos muestra las dinámicas de una vida signada por el uso de sustancias, aspecto que parece representar una fuga o modo de evasión de la realidad del guionista –personaje principal–. La novela se moviliza trans-temporalmente por distintos momentos; propone “saltos” por formatos y esquemas heterogéneos, lenguajes sonoros: cintas de cassettes desgrabadas; guiones de manga en clave literaria.

En ese marco, el texto se compone de lenguajes plurales.

Latente, presagiante, se va delineando la figura de Hikaru: la chica del cabello azul, presente de fondo en la imaginación de Masayoshi Ito. ¿Quién es? Un espectro, un robot, una ilusión, un delirio. De repente, lo material se escenifica en un cruel evento de ultraje sexual.

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Hikaru significa luz:

<<Una bruja, un animal peligroso, una vez completamente abandonada incluso por quienes menos tienen, recorre el invierno nevado a través de un tornado de tierra y metal, causando desastres de los que ella misma salva a pobres humanos, con el propósito de hallar muestras de agradecimiento o cariño, busca su lugar en el mundo y no parece encontrarlo>>.

Con esta novela bordeamos, fluctuamos entre universos múltiples, conectados y escindidos a la vez. ¿Qué es lo real? ¿Cuál es el límite entre lo que vemos, vivimos, escribimos y hacemos público? ¿Es Hikaru una ilusión o lo que toma forma en la chica de cabello azul? ¿Es una imagen que se proyecta en la mujer víctima del crimen? ¿Ito ha aniquilado a Hikaru? ¿Lo ha hecho en la realidad y también en la ficción?

“El poder de los elementos” me propone recorrer la experiencia creativa del escritor/creador/narrador desde el desplazamiento y la movilización de episodios que conjuran lo que es real pero a la vez lo que parece perder el hilo del raciocinio entre lo que es y no es.

Me sugiere indagar en el escritor/creador/narrador en tanto sujeto en permanente trance creativo, habitado por la necesidad/pulsión de manifestación narrativa/expresiva; en tanto sujeto situado y permeado por acontecimientos que trazan el devenir de una experiencia que es personal y colectiva.

¿Qué hacemos cuando escribimos? O, mejor dicho, ¿qué canalizamos cuando escribimos? ¿Qué elegimos poner en escena cuando escribimos? ¿por qué lo hacemos? Si es que es posible encontrar un porqué.


*Mariana Ortega nació en Tartagal (Salta), es comunicadora social y docente de la Facultad Regional Multidisciplinar Tartagal de la Universidad Nacional de Salta.