Carlos Duguech

PARA LA GACETA

Por segunda vez el ex presidente de EEUU fue sometido a juicio de destitución, aunque en rigor -no siendo ya presidente- tal categoría de juzgamiento (impeachment) no es posible porque su objetivo principal, en caso de resultar culpable de los cargos, sucede la destitución.

Ya debió Trump someterse siendo presidente a un primer juicio político derivado de una denuncia peculiar en su contra. Un informante dijo en el Congreso de EEUU que el presidente Trump y algunos funcionarios de jerarquía de su gobierno habían realizado una maniobra de relaciones non sanctas, al mejor estilo de los espionajes a los que son afectos los estadounidenses. ¿Cuál era el cargo? Que el presidente asistido por funcionarios de su círculo más cercano había efectuado gestiones de presión sobre líderes de ucranianos. Objetivo: que investiguen al entonces vicepresidente de Obama, Joe Biden, candidato demócrata para las siguientes elecciones presidenciales y a su hijo Hunter Niden.

Casi toda la gestión presidencial de Trump estuvo signada -además de sus peculiaridades que eran su sello personal en asuntos de enorme trascendencia internacional para EEUU- por intentos de pedido de juicios de destitución de toda índole. Desde la Cámara de Representantes y desde el propio Senado. Y hasta en algunos casos, por senadores republicanos.

Fin del mandato

Apenas una semana antes de la expiración de su turno en la Casa Blanca, el 13 de enero de 2021, Trump fue acusado por segunda vez por la Cámara de Representantes. Ya fuera de las oficinas presidenciales el 13 de febrero de 2021 dio comienzo el segundo “proceso de destitución”, objetivo del procedimiento constitucional en EEUU.

¿Tenía sentido ya que no era presidente entonces? Pese a que la propia Constitución de los EEUU no lo prevé hay consenso de que aun no ejerciendo el cargo a la hora de la sanción ello bien podrá ser utilizado para impedir la posibilidad de acceder a una nueva gestión presidencial.

Trump, en su estruendoso paso por el poder presidencial en Washington, no dejó atajo del poder por utilizar en una gestión caracterizada por un personalismo irrefrenable. No dejó de ser el multimillonario singular que era ni se cuidó por generar un comportamiento acorde a la naturaleza de semejante cargo. Fiel a su estilo frontal, a veces innecesario, auto-gestionándose como “protagonista” único de cada acto.

No le es ajeno ese modo que ya fue habitual en sus decisiones suscritas en el libro de los decretos. Sentado frente al escritorio, con la cámara mostrándolo en pleno, suscribió decretos y resoluciones en un libro de buen tamaño mostrando al final ante las cámaras las páginas en las que -no podía ser de otra manera- su gigantesca firma aparecía como signo imperial. Más de una vez señalamos que Trump era el más imprevisible de los presidentes previsibles, aunque este juego de palabras aparente un oxímoron.

En Trump las singularidades estaban a la orden del día. En casi toda su gestión en lo interno y hasta en las relaciones exteriores de la potencia norteamericana. Quebró todas las normas de una convivencia en acuerdos e impuso con soberbia natural su voluntad de gestión acorde con su idea central, lema de sus campaña política y de su gestión de gobierno: “Make América great again”, (Haz América grande otra vez”.

Un lema antes utilizado en forma similar pero no tan abarcativamente por Clinton y Reagan, entre otros. Es de notar aquí que la denominación de los EEUU se refiere en un genérico “América”, abarcativo de la totalidad del continente (USA, United State of América). No es menor esto de generalizar en su denominación a la totalidad del variado sistema continental. Cabe decirlo: a la justa medida de Donald Trump.

El tribunal de Manhattan que juzga a Trump le imputa 34 cargos sobre falsificación de registros comerciales de pagos que se han hecho por sobornos basado en la acusación del fiscal de Manhattan Alvin Bragg. Éste expresó públicamente -como lo suelen hacer los fiscales acusadores- que le impedirá a Trump salirse con la suya y adujo que todos “son iguales ante la ley”, clara referencia al poderoso supermillonario y al ciudadano común. Trump, nunca tan fiel a su estilo se refiere al fiscal como “un psicópata degenerado que odia a Estados Unidos”

En enero de 2024 proseguirá esta acción judicial de los 34 cargos “por delitos graves” en la legislación estadounidense, en su contra. Mientras, Trump queda libre y en ejercicio de sus derechos ciudadanos.

Asalto al Capitolio

La Comisión del Congreso sobre el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021, tras un año y medio de labor, arribó a una conclusión en votación significativamente unánime: por primera vez recomienda al Departamento de Justicia que se responsabilice penalmente a un ex presidente. Todo ligado a los hechos acaecidos en la historia moderna de los EEUU, país ejerciendo de hecho un unilateralismo que supuso le dejaba expedito el colapso de la ex URSS en 1991.

Las elecciones presidenciales que ganó el demócrata Joe Biden generó una repulsa de Trump que insistió en que hubo fraude electoral particularmente en Georgia donde Biden se alzó con la victoria que el propio Trump pretendía. Ello le llevó en un rasgo propio de su modo de proceder (casi “Monarca”) a realizar una llamada con la que presionó a un funcionario para que modificara el resultado electoral en Georgia.

Se justificó diciendo que lo único que quería hacer era encontrar unos 11.780 votos, “porque ganamos el estado”. Las elecciones del 3 de Noviembre de 2020 encresparon el modo frontal y absolutista de Trump que lo lleva- dueño del poder- a telefonear durante una hora al secretario de Estado de Georgia, el republicano Raffensperger, para convencerlo de que revise los guarismos de los resultados insistiendo que en ese estado ganó su candidatura.

Todo esto se supo gracias a la libertad de prensa que ejerció The Washington Post que difundió la grabación de este contacto telefónico. Allí se percibe claramente cómo Trump presiona al funcionario georgiano advirtiéndole que ganó en ese estado y que debe recalcularse los sufragios. Que no hay nada malo en ello, dijo.

Todos los intentos de Trump por convencer de que los resultados no fueron en rigor los que se difundieron generándole la derrota electoral que no esperaba fueron concretamente invalidados por los resultados oficiales revisados a propósito de esas sospechas y denuncias. Y no pocas veces formando parte en los contenidos de teorías conspirativas.

Todo lo atribuye Trump, sin aportar pruebas en ningún caso, a la intención de los que pretenden desbaratar sus pretensiones electorales de 2024. El año en el que continuará el juicio por los 34 cargos penales del Tribunal de Manhattan. Le será muy incómodo estar en el banquillo por los 34 cargos mientras se desenvuelve la campaña electoral por la presidencia.

Los números finalmente favorecieron a Trump -absolución- en las votaciones de los dos juicios de destitución que debió afrontar.

¿Cuándo lo del Capitolio?

Está tan claro que la arremetida violenta al Capitolio el 6 de enero de 2021 -con cinco muertos, hay que marcarlo- fue obra de Trump como autor intelectual e incentivador de la furia de un conjunto de sus seguidores a los que les dio el mandato de interrumpir la sesión del Capitolio en la que se certificaba el triunfo electoral de la fórmula de Biden. Les indicó el camino: “vayan por la Av. Pensilvania. Y desde el salón oval, presidente de USA seguía por TV la arremetida de la turba de sus seguidores en el emblemático edificio de Washington. Sin hacer nada para detener esa invasión violenta. Fue una clara incitación a la insurrección”.

Imaginemos a Obama

Imaginar un mismo escenario pero con otro protagonista suele resultar un método que aporta una visión más ampliada de la realidad circundante del ahora. Si lo que hizo y dejó hacer Trump con sus seguidores en el asalto violento al Capitolio hubiese sido protagonizado por Obama, ese afroamericano devenido presidente de los EEUU, es muy probable que las consideraciones sobre su responsabilidad rozarían escalones más comprometedores que los que le asignan a Trump. No representa Obama al país de los blancos. Lo hubieran juzgado con indisimulada acritud.