El informe que daba a conocer que hay tres grandes focos de pérdidas cloacales, en la avenida Ejército del Norte –a lo largo de unas ocho cuadras-, en la esquina de Viamonte y Colombia y en la calle Blas Parera al 700, dio lugar a una preocupante explicación del titular de la Sociedad Aguas del Tucumán sobre los problemas crónicos en la capital. Explicó que casi todas las cañerías de la periferia son de hormigón comprimido, un material que se degrada con el tiempo, y que tienen una antigüedad de 60 años. Al haber cumplido su vida útil, colapsan. “Nosotros les realizamos limpieza periódica con camiones desobstructores pero llega un momento en que el caño se desintegra y se derrumba, por lo que hay que hacer cambio de colector. Cuando ya es insostenible las reemplazamos por PVC”, explicó. Añadió que en general las cañerías son viejas y “por otro lado, en muchos casos, se realizaron pavimentaciones sin los cuidados necesarios y causaron daños. Además, como no existen los desagües pluviales necesarios, muchas personas descargan todo en la cloaca, se las hace trabajar bajo presión y se rompen”.

Con esto se está reflejando el problema que ha marcado a la capital y a varias ciudades del interior en los últimos 20 años, tiempo en el que al tiempo que se ampliaba las redes de cloacas y agua –no así la de desagües pluviales- sin que se resolviera adecuadamente la problemática de las viejas redes de cañerías, que no sólo estaban vetustas o en riesgo de romperse o desmoronarse sino que soportan presiones inexistentes hace 20 años, ya que creció exponencialmente la cantidad de usuarios con la construcción de edificios. La SAT ha realizado estudios para resolver estos problemas y de hecho algunas obras se han hecho en busca del alivio parcial –hace poco se inauguró una nueva planta de tratamiento cloacal en las Talitas, pero falta colectores cloacales maestros y la planta de San Felipe está sobrepresionada.

Hace tres años el entonces interventor de la SAT afirmaba que hacía falta una inyección de dinero para hacer obras y que, con dinero constante, en cinco años podría estar saneado el sistema cloacal. Faltan dos años para que se cumpla ese plazo, hay un nuevo interventor y no se vislumbra un cambio sustancial en un territorio en el que los desbordes cloacales ya forman parte del paisaje. Lo revelan los reclamos puntuales, como los de esos tres lugares mencionados, en los que los vecinos hablan de años de convivencia con el mal olor y los problemas que se derivan de esos focos infecciosos. El titular de la SAT dio respuestas de obras para dos de esos sitios y habló de inversiones, así como de los puntos críticos y crónicos, en barrio Echeverría, barrio Obispo Piedrabuena y en la avenida Sarmiento hasta el norte. Pero, dijo, “hay problemas en todos lados”. Explicó que por el programa “Argentina Hace” están planeadas siete obras, cinco de agua y dos de cloacas, “para un reemplazo integral de cañerías”. Pero de estas respuestas no se puede saber si estamos lejos o cerca de la promesa de tener saneado el sistema para 2025. Y muchos lugares de la ciudad parecen tan contaminados como siempre.