He celebrado y visto, con interés y fruición, el hermoso artículo de LA GACETA online del 30 de enero titulado “Un perro acompañando todos los días a su dueño en un hospital”, con un video ilustrativo. Y diré a propósito del tema que no es nuevo todo esto, ya que se ha demostrado desde hace algunos años que la conexión del ser humano con las mascotas influye positivamente en diversos aspectos sobre la salud mental. Seguramente durante la pandemia por Covid-19 lo pudimos corroborar, ya que en muchos casos de personas solas, las mascotas cobraron gran valor por la compañía que representaron a la hora del confinamiento. Es que esa responsabilidad de tener un animalito a cargo conlleva a hacer un cambio de la rutina. Es fuente de felicidad, ya que con sus juegos y travesuras, esa vinculación con el animal se ha comprobado científicamente que aumenta en sangre los niveles de oxitocina y serotonina, sustancias ambas que se generan y acompañan a los sentimientos de amor, placer y felicidad. En los últimos tiempos se ha demostrado, asimismo, que el cortisol (otra hormona relacionada con el estrés) disminuye su nivel al interactuar la persona con su mascota. Esto resulta importante si solo pensamos por un instante, que en la Argentina (y según datos de la OMS) el 12,5% de su población presenta riesgo de padecer un trastorno mental. Si nos remontamos a la historia diremos que: hasta el “padre del psicoanálisis” (y quizás sin darse cuenta) experimentó todo esto. Ya que Sigmund Freud al adoptar un perro, el famoso Topsy, este se volvió su compañero y hasta su “asistente”. Contaba su hijo Martín que el animal se establecía dentro de su consultorio durante las sesiones de psicoterapia, lo acompañaba y le marcaba el final de la entrevista cuando al concluir la hora bostezaba y se retiraba. Por carta, así le confiaba Freud a su paciente y amiga Marie Bonaparte: “Los motivos por los que se puede querer tanto a un animal como quiero a Topsy, con tanta intensidad, es que es un afecto sin ambivalencia, de la simplicidad de una vida liberada de los insoportables conflictos de la cultura. Los perros son más simples, no tienen la personalidad dividida ni la venganza del hombre con la realidad por las restricciones que ella le impone”. Se suele decir: “el perro es el mejor amigo del hombre”, pues bien, alguien conjeturó y dijo también alguna vez: “los perros son los mejores amigos del hombre, porque son capaces de creer que forman parte de la especie humana”. Konrad Lorenz, otro austríaco, médico, zoólogo y psicólogo, años después iba a dedicar su vida al estudio del comportamiento animal haciendo valiosas investigaciones sobre el instinto, las pautas de adaptación y la supervivencia. Fue galardonado en 1973 con el Premio Nobel de Medicina y Fisiología y fundo la Etología, disciplina que se encarga del estudio del comportamiento animal. Dicho todo esto, finalmente, no quiero dejar de señalar que la intervención de las mascotas constituye tan solo un complemento en la terapéutica de los trastornos mentales, ya que nada reemplaza la valiosa e imprescindible intervención del psiquiatra y el psicólogo en el enfoque, diagnóstico y tratamiento de las enfermedades de la mente humana..

Juan L. Marcotullio 

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