JUBA. “Nuestro primer deber no es el de ser una Iglesia perfectamente organizada, sino una Iglesia que, en nombre de Cristo, esté en medio de la vida dolorosa del pueblo y se ensucie las manos por la gente”, predicó ayer el Papa Francisco en su visita a Sudán del Sur, el último país de África en haber conseguido la independencia (en 2011), luego de una larga guerra con la República de Sudán que incluyó conflictos religiosos entre católicos y musulmanes.

El pontífice, que realiza una gira por África y que días atrás pasó por la República del Congo, aterrizó el viernes en Juba, la capital de Sudán del Sur, y se reunió ayer por la mañana con los religiosos en la catedral de Santa Teresa. Se calcula que en esa nación habita un 70% de cristianos, de los cuales un 40% son católicos apostólicos romanos.

En la tarde, el máximo representante del Vaticano se reunió con los refugiados internos del país (rondan las 2 millones de personas) junto a representantes de la Iglesia Anglicana.

Discurso

“Las aguas del gran río, en efecto, recogen el llanto desgarrado de su comunidad, el grito de dolor por tantas vidas destrozadas, el drama de un pueblo que huye, la aflicción del corazón de las mujeres y el miedo impreso en los ojos de los niños”, sostuvo Francisco, haciendo referencia a la larga guerra que dejó un saldo de casi medio millón de muertos, una crisis económica y hambrunas. Siguiendo con su homilía relacionando al río y las aguas, el religioso subrayó un mensaje esperanzador al aseverar que esas aguas recordaban al profeta Moisés, y a una historia con “signos de liberación y de salvación”.

El Papa llamó a los obispos y sacerdotes de Sudán del Sur a “ensuciarse las manos” por el pueblo.

“No se pueden dar respuestas a los sufrimientos y a las necesidades del pueblo con instrumentos humanos como el dinero, la astucia o el poder”, aseveró, y aclaró que el camino a recorrer “requiere docilidad”.

Siguiendo esa línea, resaltó la vocación de servicio que todo religioso debería tener: “ante el Buen Pastor, comprendemos que no somos los jefes de la tribu, sino pastores compasivos y misericordiosos; que no somos los dueños del pueblo, sino ciervos que se inclinan a lavar los pies de los hermanos y las hermanas. No somos una organización mundana que administra bienes y terrenos, sino la comunidad de los hijos de Dios”. En ese sentido, aconsejó a los clérigos no perseguir el prestigio social, y permanecer junto al rebaño “caminando en medio, escuchando y dialogando”.

Por último, Francisco no olvidó agradecer la sacrificada labor de los misioneros en África. “Gracias en nombre de toda la Iglesia por su entrega, su valentía, sus sacrificios y su paciencia... por lo que hacen en medio de tantas pruebas y fatigas”, concluyó el sumo pontífice.

“No a la corrupción”

Días atrás, en la República del Congo, el religioso instó a los jóvenes de ese país a combatir la corrupción: “tu eres indispensable y responsable de tu iglesia y de tu país. Tu perteneces a una historia más grande, que te llama a ser actor... digamos no a la corrupción”, expresó el Papa ante casi 65.000 personas que lo recibieron en el estadio de Los Mártires, en la ciudad de Kinshasa.