Con la ley natural de la selva, coexistieron durante millones de años generaciones tras generaciones, cada cual en su rol, fueron perfeccionando sus movimientos y sus sentidos para sobrevivir. Sin el predador la movilidad y los sentidos se habrían atrofiado. Nosotros, los ¿humanos?, somos predadores, principalmente el varón; también somos invasores y exterminadores, incluso de nuestra propia especie, pero también somos lo opuesto. Estamos inducidos por dos deidades que no vemos pero tenemos fe de que existen: Dios, promotor de la vida, por lo tanto del movimiento y la convivencia armónica (esta es la que multiplica la potencia de la especie); en cambio, el demonio es lo que se opone: la inercia, el rozamiento, el egoísmo y la muerte. Cristo prometió que el último enemigo a vencer será la muerte y que los predadores dejarán de serlo. Cuando un predador humano ataca a otro, ya no es para devorar su carne, sino para quitarle sus bienes especialmente el dinero, ya que este es la forma convencional, más versátil de la energía y es muy útil para la especie; como es convencional, el principio de conservación se estira como goma, no por eso deja de cumplirse. Obtener dinero (energía) sin entregar trabajo o energía a cambio no es natural; podemos engañar al prójimo, por más inteligente que este sea, pero jamás a la naturaleza. Adorar el poder y la felicidad que promete el dinero nos hace olvidar las enseñanzas de convivencia; para conseguirlo nos hacemos corruptos, ladrones, mentirosos, criminales. En Argentina, pródiga en alimentos, Dios dispuso el nacimiento de esta raza nueva, fruto de una de las cruzas más nutridas. Los criadores dicen “de las cruzas salen los mejores”; en este caso, no solo en fútbol, pero como todo ser que nace, somos presa fácil para los predadores y es selección natural sobrevivir al ataque de estos. Argentina entró en el tercer milenio en quiebra, con la mitad de la población en la pobreza -¡con hambre en el país de la comida!-, sin trabajo genuino, sin ejército... Estamos como majada de ovejas; lo bueno es que estamos como Cristo aconsejó. Las circunstancias nos obligan a aprender el ajedrez socioeconómico con el que nos ganan con jaque pastor desde la década del 50; y ganarles, como hicimos con los inventores del fútbol, es nuestro control de calidad. Nos ganan fácil porque son maestros y además mueven las dos piezas, las de ellos y las nuestras porque nuestros gobernantes ¡son sus empleados! A nuestra patria le bajaron el pulgar; luego de saquearla y debilitarla vienen por ella. Les facilitaremos la tarea si logran que caigamos en el caos y nos matemos entre nosotros, despedazando Argentina. Nuestra debilidad es similar a la de Cristo cuando el demonio lo tentó tres veces; igualmente no debemos ceder en ninguna: ni por hambre, ni por corrupción, ni esperar que bajen ángeles a salvarnos; esa tarea es nuestra.
José Manuel Sader
24 de Septiembre 19
San Miguel de Tucumán